Virtudes acaricia con mimo a sus burros y canta canciones a sus vacas. Virtudes cuida día a día a su ganado. "Las vacas no libran los fines de semana", se ríe. Virtudes tiene el pelo corto y arrugas en la cara, como cicatrices del tiempo y el viento. Virtudes vive en el lugar donde ha vivido toda la vida, en un pueblo abulense a los pies de la Sierra de Gredos. Virtudes tiene 64 años y lleva trabajando desde que tiene uso de razón. Pero Virtudes, como muchas mujeres del campo, no ha cotizado nunca.

Ser feminista no es salir a las calles a dar voces, sino el día a día, la lucha, compartir lo que se tiene y lo que se sabe"

En España no hay un dato exacto de cuántas mujeres están en la misma situación que Virtudes. "Nosotras llevamos reclamando desde siempre esos datos", explican desde FADEMUR, la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales. "Hace nueve años se dio un paso con la ley de titularidad compartida -que persigue la igualdad a través del reconocimiento jurídico y económico del papel de la mujer en el campo-, pero el registro ha tardado siete y ocho años en ponerse en marcha en algunas Comunidades Autónomas".

Pero sí hay datos que reflejan la desigualdad en el campo español, donde se estima que viven cerca de cinco millones de mujeres: según datos de 2017, el 37,3 por ciento de los receptores de las ayudas directas de la Política Agraria Comunitaria (PAC) en España eran mujeres. Son 279.815 mujeres frente a 470.397 hombres. De media, las mujeres reciben 3.483 euros de ayudas, frente a los 5.500 de los hombres, de acuerdo a FADEMUR. Esto responde a un círculo vicioso: como las mujeres tienen menos explotaciones y éstas son más pequeñas, reciben menos ayudas. Y eso equivale a menor capacidad para progresar, menos posibilidades de agrandar sus explotaciones para acceder a más ayudas.

Virtudes: "La España vacía está vacía de niños, pero todavía quedamos personas con ganas de trabajar, con ilusiones"

"El hombre en el campo y la mujer en casa"

La explotación de Virtudes y de su marido, Esteban, es pequeña. Tienen cerca de 40 vacas y viven de criar terneros para venderlos después a una cooperativa. "Por un buen ternero te pueden dar más de 1.000 euros", señala mientras se acerca a uno de sus dos sementales, "pero aquí nunca sabes lo que vas a cobrar cada mes. Lo peor es llegar al prado y ver que una vaca ha tenido un aborto".

Con lo poco que sacamos de la boda, no nos fuimos de luna de miel, nos compramos dos vacas para trabajar en el campo"

Virtudes nació en Encinares, un lugar que ya no tiene ni ayuntamiento por el despoblamiento. Casi toda su vida la ha pasado a tres kilómetros de allí, en La Horcajada, un pueblo que apenas llega a los 500 habitantes. Cuando tenía 13 años, su madre se quedó ciega y ella, hija única, tuvo que apartar de su mente los sueños de un futuro en la ciudad. En aquella época vivían su agua corriente y con lo que podían. Tenían una vaca en casa a la que ordeñaban cada día para tomar leche. "Los críos de hoy en día se creen que la leche viene del cartón en el supermercado".

Con 23 años se casó con Esteban, otro labrador. "Nos casamos muy jóvenes, no teníamos un duro y nos ayudaron nuestros padres como pudieron. Con lo poco que sacamos, no nos fuimos de luna de miel: nos compramos una yunta, que son dos vacas para trabajar en el campo. Luego las vendimos y pudimos comprar un camión, un tractor pequeñito... y así hemos ido criando a los tres hijo. Luchando y siempre con alegría y con ganas".

Ser feminista en la España Vacía

Cuando se le pregunta qué es el feminismo, Virtudes tuerce el gesto. "No me gusta hablar de política", dice, pero arranca después de una pausa: "Ser feminista no es salir a las calles a dar voces, sino el día a día, la lucha, compartir lo que se tiene y lo que se sabe, los conocimientos, y ayudar a la gente mayor". En su imagen de whatsapp tiene un dibujo con la frase "Nos queremos vivas, libres y sin miedo".

Aunque ahora se está mucho por la igualdad, en los pueblos siempre ha costado más"

"Hay mucha desigualdad. Antes había mucha más y ahora se va avanzando. Aquí siempre se ha visto que era así: el hombre en el campo y la mujer en casa. Yo no he cotizado a la seguridad social porque había muchos gastos en casa, los seguros, la gasolina... cuando cobre mi marido (la pensión) pues nos apañaremos con eso y tiraremos p'alante".

"Mi marido es un gran trabajador y yo le he ayudado lo que he podido. Sin él, no podría ser, hay que darle todo lo que se merece", señala. ¿Y sin Virtudes? "Los dos nos hemos apoyado y es verdad que a veces la labor de una mujer no se valora. No se valora el trabajo que hacemos. Yo he ido mucho al campo a ayudarle y luego veníamos a casa, estaban los hijos, la comida..."

Virtudes dice que su marido "ayuda ahora más que antes". Pero admite que la desigualdad es muy difícil de combatir en los pueblos. "Hay que comprender que si ellos están todo el día trabajando no van a venir a casa y que tengan que hacer. Aunque ahora se está mucho por la igualdad, en los pueblos siempre ha costado más".