No hay limite de edad para hacerse activista climático. No hay límite de edad para viajar desde Soria en tu tiempo de vacaciones, coger un extintor, llenarlo de pintura y rociar la sede central del PSOE en Madrid. Eso es lo que ha demostrado Carmela Valverde el pasado lunes y por lo que ha estado dos noches en la cárcel con sus compañeros de Futuro Vegetal. Tiene 61 años y es cuidadora técnico de servicios asistenciales.

¿Por qué? “Mis motivaciones son como las de los jóvenes, hay una crisis climática por el capitalismo y las macrogranjas”, esgrime como argumento rápido”. Pero luego hay otra motivación. "Somos una generación, la mía..  -duda un momento y continúa-  me siento culpable de haber destrozado el planeta a las generaciones que vienen. La lucha es para las generaciones que van a venir, los de mi generación nos hemos cargado el planeta”, añade. La edad no sólo no es un impedimento sino que se convierte en su principal argumento. “La Tierra no es nuestra, nosotros estamos aquí temporalmente, es para los que vienen detrás”, reflexiona. 

La presencia de Valverde en la acción de Futuro Vegetal llama la atención por ser la miembro de esta organización de más edad, pero la realidad es que ya han sido arrestados y están en juicios otros activistas climáticos. En particular hay varios miembros de Rebelión Científica de más de cincuenta años encausados por arrojar pintura al Congreso de los diputados en abril de 2022. En Reino Unido donde el activismo climático está más extendido que en el resto de Europa los mayores son tan numerosos como los jóvenes. Incluso hay un grupo de mayores y abuelos denominado Extinction Rebellion Grandparents and Elders.

“Futuro Vegetal no es edadista, no se cierra ni a jovencitos, ni a mayores”. Las nuevas tecnologías, fundamentales para la organización de estos grupos, no fueron impedimento para ella. “Me manejo más o menos, me comunico como ellos con Signal, me lo instalé porque yo no lo usaba antes”, reconoce.

Carmela con sus compañeros al salir de los calabozos de Plaza Castilla.
Carmela con sus compañeros al salir de los calabozos de Plaza Castilla.

Conoció a la organización en una de sus sesiones de bienvenida en Soria y se sumó al carro del activismo. A finales de marzo Futuro Vegetal contaba con un nutrido número activistas para realizar acciones disruptivas, como las llaman ellos. La presencia de una policía infiltrada en el movimiento dentro de otra organización llamada Rebelión Científica pero que ya realizaba los cursos de formación para actuar en abril espantó a buena parte de los activistas, pero no a Carmela. No tenía miedo a las represalias, pero las acciones tienen consecuencias y terminó en el calabozo.

“No había estado detenida nunca. He dormido mucho porque no hay otra cosa que hacer. La policía me ha tratado bien, me sentí una privilegiada respecto a las marroquís que no las trataban tan bien como a mí, por ser mujer blanca”, relata.  

Su pareja y su hija apoyan su activismo, “les parece guay y lo comprenden”, afirma. No dice nada de su familia de sangre, sólo que "siempre ha sido la oveja negra" de su casa. “Llevo luchando desde los años ochenta”, afirma, pero Soria se ha quedado pequeña a su sensibilidad ante la emergencia climática. ¿Vas a seguir con Futuro Vegetal?, preguntamos. “Sí, claro”, responde. ¿Te vuelves ya a Soria o tienes cosas pendientes? “Todavía tengo cosas que hacer”, afirma misteriosa.