Santi tiene 20 años. Es de La Villa de Don Fadrique, un pueblo de Toledo a 20 kilómetros de Alcázar de San Juan y a hora y media de Madrid. Trabaja con su padre haciendo obras y reformas. Hace un año comenzó a subir vídeos a su cuenta de TikTok explicando técnicas y trucos de albañilería. En poco tiempo ha acumulado miles de seguidores y sus vídeos se han hecho virales. Algunos, como su tutorial para cerrar el hueco de una puerta, acumulan, solo en Instagram, más de dos millones de visionados. Pero esta semana su perfil ha encontrado nuevo público gracias a sus publicaciones apoyando las protestas de los agricultores.

"El campo vive a duras penas. Intenta a día de hoy comprarte un tractor para arar un trozo de tierra. Te va a costar entre 70.000 y 120.000 euros, y a ver quién tiene ese dinero y cuándo lo amortizas. Aparte de que te están subiendo los abonos, el gasoil, te están subiendo todo por todos los lados. Es que no se puede soportar ya. España tiene que petar por algún lado", explica Santi, El albañil del TikTok, durante su conversación con El Independiente en un bar de Madrid. Ha venido desde su pueblo para atender un par de compromisos profesionales en su incipiente faceta de influencer.

Porque gracias a su simpatía natural y a los conocimientos adquiridos "desde pequeño siendo la sombra" de su padre, Santi ya ha alcanzado esa condición singular que en nuestro tiempo ofrecen las redes a quienes logran cautivar el interés de la audiencia de las redes sociales. Desde hace un mes trabaja con una agencia especializada y tiene asignado un mánager, Alejandro, que se encarga de gestionar por él entrevistas como esta.

Un 'influencer' comprometido

"Yo empecé a hacer vídeos sin ton ni son, sin el fin de ser influencer ni nada, sino de compartir lo que sé y que me viera la gente. Soy una persona que no me da vergüenza nada. Vivo en un pueblo de 3.000 habitantes, y la gente habla mucho, pero a mí me da igual, soy quien soy. Cuando empecé se reían de mí, hasta que vieron que iba en serio. Llegó un momento que tuve la suerte que todo lo que publicaba se hacía viral. Ya no era subir vídeos por aburrimiento sino por necesidad. Me di cuenta de que tenía una comunidad de seguidores, y que si me seguían era por algo, porque les intereso. Y decidí que no les podía faltar de nada".

No es habitual que un personaje de las redes con un perfil inofensivo, que enseña a poner rodapies, a arreglar un tejado o a hacer gachas manchegas en la lumbre decida comprometerse con temas polémicos. Pero él y otros creadores de contenido especializados en obras y reformas –sí, los hay y muchos– no han dudado en sumarse a las protestas y los cortes de carreteras para ayudar a difundir el malestar de los trabajadores del sector primario.

"Yo lo he consultado con mi agencia y ellos me han dicho que sin ningún problema. Tampoco me estoy metiendo con nadie. Intento hablar desde la neutralidad y la naturalidad. Al fin y al cabo a la gente le gusta que no seas de un extremo ni del otro. No se trata de una posición política, esto trata de la realidad que hay en España. En la televisión no salen estas cosas. Y las redes sociales son un buen método para que la gente se entere de lo que está pasando. Yo de campo tengo poco, pero a mí siempre me ha gustado ayudar, y sé que esto también me incumbe. Y que España es lo que necesita, una protesta y que den guerra, que se ríen de nosotros como quieren. No es que nos estemos manifestando con daños, o prendiendo fuego a cosas como pasó en Ferraz estos meses atrás, con violencia".

Santi ve a la gente del campo "muy quemada, hasta los cojones. Hay que hacer lo que sea para que nos escuchen. No puede ser que miles de españoles estén en las calles y una persona nos domine a todos. Eso no está bien".

"Venga, papa, grábame"

Desde pequeño, Santi es un manitas consumado, uno de esos ingenieros informales que ha crecido jugando a la electrónica, destripando aparatos y haciendo virguerías con lo que encontraba por el taller de su casa. "A mí siempre me ha gustado estar liado. Desde muy chiquitillo me ponía tutoriales de YouTube, me cogía una lata de coca-cola, la cortaba y con un motorcillo hacía una máquina de algodón de azúcar. Coches teledirigidos también he hecho. Mi padre venía con un taladro nuevo para la obra y yo lo desmontaba y le sacaba el motor para hacer cualquier tontería. Luego venía chillándome pero yo lo hacía sin conciencia. Mis fechorías eran esas, no irme al parque a la mala vida".

Después de terminar la ESO y hacer un módulo de grado medio de instalaciones de telecomunicaciones, se puso a trabajar en la empresa de construcción de su padre. "A mí no me gustaba la obra en un primer momento. Que yo soy un chico muy inteligente, le decía a mi padre. Pero tampoco iba a hacer un módulo de ADE porque a mí no me gusta estar todo el día delante de un ordenador. A mí me gusta moverme, ser creativo. Un día en la obra le dije a mi padre, venga, papa, grábame. El primer vídeo que hice fue dando un paño de monocapa, fratasándola para dejar el acabado bien, y me acuerdo perfectamente que la idea de hacerlo era para que la gente aprendiera".

"Yo no pretendía tener un mogollón de seguidores, porque a mí eso me da igual, nunca me han llamado la atención las redes sociales. Yo lo que pretendo es dar ejemplo a la gente que son ninis y que no hacen nada con su vida", asegura. "También que los videos tengan ese nivel de naturalidad para que la gente no piense que es un tutorial en el que le explican las cosas paso a paso en plan Art Attack, sino un chaval que lo hace así con salseo y algo de humor. Eso engancha a la gente. Y como soy muy echado palante eso es lo que a mí me ha facilitado y resultado a la hora de tener la comunidad que tengo. Yo no me estoy explicando cómo en dos meses y medio tengo 60.000 seguidores. Y más adelante hay más".

Dos águilas y un azor blanco

Santi dice que de campo tiene poco, pero los fines de semana él y su padre se dedican a cuidar las viñas que tienen en el pueblo. También cultivan cebada y avena para vender y para alimentar a sus caballos. "Tenemos una cerca donde guardamos la maquinaria, los remolques, y luego nuestra casa, donde tenemos algunos animales. También soy cetrero". Cuando tenía siete años, él y su padre vieron a un hombre volando un águila en un coto de caza colindante. "Fuimos a verlo, y luego llegaron más compañeros suyos. Mi padre los invitó a comer, cogimos confianza, y al cabo de un par de meses se presentaron con un águila para mí". Ahora tiene dos águilas de Harris y un azor blanco. Ha subido algún vídeo con ellas, aunque de momento no ha seguido con el contenido cetrero porque no funcionaron como él esperaba.

–¿Y ese "Vamos al lío" con el que acabas todos tus vídeos?

–No es por nadie ni por nada, yo nunca lo he dicho, pero un día lo dije y me di cuenta, metiéndome en publicaciones de otros, que hay gente a la que se la conoce por una frase o una palabra que dicen en todos sus vídeos. Ahora en mi pueblo cada vez que me ven me lo dicen siempre.

Santi ya vende gorras con su frase emblemática. Y aunque acaba de empezar en esto, ya se ha dado cuenta de que "en las redes sociales se gana más dinero que trabajando". Pero para hacer sus vídeos tiene que seguir en la obra. "Aunque sea teniendo a mi cuadrilla e ir nada más que a hacer los vídeos, como hacen otros". Él de momento sigue en el tajo.