Las colas del hambre, familias que priorizan pagar el alquiler antes que cubrir la alimentación o bancos de alimentos saturados son imágenes habituales en nuestros días. El iceberg del hambre en España deja ver fenómenos con los que el ojo del ciudadano parece haberse familiarizado, pero oculta otros muchos que permanecen en la oscuridad y en el banquillo del problema: preocupación por no tener suficientes alimentos, dependencia del entorno social, niños que van a la escuela sin desayunar, experimentar hambre. Ataca sin distinción, en la sombra, y no atiende a razones: el hambre es un gigante invisible en nuestro país.

Según el informe Alimentando un futuro sostenible de la Universidad de Barcelona, el 13,3% de los hogares españoles no tiene acceso regular a alimentos y su cifra ha incrementado desde la pandemia. La sombra del hambre se extiende desde la COVID-19 en España y se ha vuelto una  que amenaza todos los recovecos de la vida personal de aquellos que lo sufren. Dentro de todas sus caras, hay un concepto que emerge por encima de los demás: la inseguridad alimentaria. En palabras de Luís González, director de Ingeniería Técnica y Acción Social España de Acción contra el Hambre: “En España la inseguridad alimentaria es un problema, más que el hambre en sí”

Sin embargo, al igual que todo lo que la rodea, la inseguridad alimentaria es terreno desconocido para la gran mayoría. ¿Qué es y cómo afecta a la sociedad española?  

Para dar respuesta a estas preguntas, el pasado martes 12 de marzo la organización Acción contra el Hambre reunió en la Academia Española de Cine de Madrid a expertos en nutrición, salud e inseguridad alimentaria para abordar la  situación del hambre en España y el estado actual de la inseguridad alimentaria. 

La inseguridad alimentaria: un problema estructural

La seguridad alimentaria es definida por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como “el derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos, en consonancia con el derecho a una alimentación apropiada y con el derecho fundamental de toda persona a no padecer hambre”. Se trata de la condición previa al derecho a la alimentación y de la cual deriva, pero no es un concepto jurídico ni otorga derechos ni obligaciones efectivas. La contradicción se engrandece al consultar la Constitución Española y descubrir que no se reconoce explícitamente el derecho a la alimentación. Las debilidades del marco jurídico y de los sistemas de protección generan que la inseguridad alimentaria cobra fuerza y actúa en silencio en países de renta alta como España en comparación a países en vías de desarrollo.

Algunos factores que contribuyen al riesgo de experimentar inseguridad alimentaria pueden ser la desigualdad y la tendencia a la pobreza, el empleo o el propio sistema alimentario. En consecuencia, la inseguridad alimentaria se ha vuelto problema estructural en nuestro país por su alcance y su escaso conocimiento. 

La Encuesta de Condiciones de Vida 2023 revela que el 10,4% de la población española sufre inseguridad alimentaria leve o moderada, es decir, casi 5 millones de personas que no tienen la seguridad de poder acceder a una buena alimentación. Datos como este resultan abrumadores si se habla en millones, pero no puede hablarse sólo de cifras, sino de tendencias. Los sistemas y escalas actuales tienen complicado recoger datos de consumo a escala individual debido a su variabilidad. No existen estadísticas oficiales ni sistemas de medición efectivos que reflejen la realidad de este problema, convirtiéndolo en algo invisible a los ojos. Según señala Ana-Moragues Faus, Investigadora principal del informe Alimentando un futuro sostenible, “lo que no se mide no se gestiona”.  

La inseguridad alimentaria requiere un análisis que entienda la relación del fenómeno con sus causas, factores de riesgo, contextos y consecuencias. Uno de los sistemas más empleados para medirla es la escala FIES, desarrollada desde la FAO. Consiste en ocho preguntas relativas al acceso de la población a una buena alimentación y que tienen en cuenta la disponibilidad de alimentos o ingresos. No obstante, este sistema no es suficiente, ya que necesita combinarse con otros indicadores para poder captar una visión más completa. Carlo Cafiero, economista senior de la FAO y desarrollador de la escala FIES, explica que la inseguridad alimentaria es un “rasgo latente” e incide en la importancia de desarrollar sistemas que se ajusten a este fenómeno y a las particularidades de cada país: “Es necesario garantizar la validez de la medición de los rasgos latentes”. 

Además de la complejidad en su medición, son muchos los aspectos invisibilizados en torno a la inseguridad alimentaria. Uno de ellos, y quizá uno de los más importantes, es el impacto en la dimensión psicológica y emocional de las personas. Esto puede dar lugar a problemas de carácter social como la creación del estigma en torno a las condiciones de necesidad, de hambre y de renuncia. Monica Palladino, investigadora independiente de inseguridad y pobreza alimentaria, afirma que “es necesario reconocer las dimensiones psicosociales del bienestar” y “utilizar métodos más apropiados para explorar estos temas específicos”. Algunos de los más afectados en esta esfera son los adolescentes ya que este problema se extrapola a su salud, educación y bienestar psicológico. 

Medir para prevenir

Prevenir el hambre no es sólo un imperativo moral, sino también una necesidad estratégica.  Pablo Soriano, responsable de proyectos de Acción Social en Acción contra el Hambre, señala la importancia de “tener una estrategia de mitigación de riesgos sociales y físicos”. En la pirámide de prioridades, la prevención parece estar en el pico más alto.

Acción Contra el Hambre trabaja en  un proyecto piloto en la Comunidad de Madrid para la detección y la prevención de la inseguridad alimentaria. Este sistema de alerta temprana irá destinado, de forma escalar, a anticipar la acción de las entidades sociales y políticas a nivel local y redirigir las políticas públicas a las regiones de riesgo. El proyecto se basa en variables de consumo, de vulnerabilidad y la propia escala FIES que España todavía no ha implementado.“No queremos construir un solo dato, sino presentar un escenario para tomar soluciones” afirma Pablo Soriano. 

Sin embargo, se enfrenta a todos los retos propios de intentar mitigar la cuestión del hambre. La definición del concepto de vulnerabilidad es una tarea compleja, al igual que la relación de la información en base al territorio urbano y rural. “No es posible sintetizar información sin perder algo”, explica Carlo Cafiero. 

Pero el grano de arena hace a la montaña. Si los datos son medibles, se vuelve posible un diálogo abierto. “La base es la información para poder desarrollar políticas de manera conjunta”, aclara Soriano.

Nuevas formas para nuevas soluciones

En la búsqueda de posibles soluciones para mitigar el problema de la inseguridad alimentaria en España, hay otros proyectos que destacan por haber funcionado. 

En el contexto de la ayuda humanitaria, los programas de transferencias monetarias (PTM) han sido eficaces en la prevención de la desnutrición infantil y en la reducción de la vulnerabilidad de la inseguridad alimentaria. Mediante la entrega de dinero o cupones a personas y familias en riesgo, se produce un cambio en el comportamiento habitual de compra y se mejora la alimentación y la nutrición. Hélène Pasquier, responsable de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida en Acción contra el Hambre, señala la importancia de maximizar el potencial de programas como estos para que “las personas puedan tomar sus decisiones para superar las crisis con dignidad” porque “las insolvencias alimentarias tienen que ver con otras insolvencias”.

Alma Palau, presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionista, recalca la importancia de incluir la atención nutricional en la sanidad pública y la importancia de crear una canasta básica alimentaria con un diseño eficaz. Estas medidas van destinadas a mejorar la oferta de servicios y a dimensionar el fondo dentro de las necesidades. 

La crisis del hambre en España se ha vuelto una pelea silenciosa que invisibiliza tanto a sus actores como a sus consecuencias. La lucha contra el hambre está en el centro de los retos sociales y la inseguridad alimentaria es el primer paso para dimensionar el problema y mitigarlo. Elena Carrillo, profesora de salud pública e investigadora de inseguridad alimentaria, añade que “la salud no es sólo física, es también poder escoger”. Y, sobre todo, no olvidar a los verdaderos invisibles del problema: las personas que lo sufren.