Ofer Cassif se reconoce una “rara avis” en la cada vez más estrecha escena política israelí. Así lo avalan sus credenciales: judío y comunista enrolado en el partido de izquierdas Hadash-Ta'al, de mayoría árabe. “Me identifico más con ser disidente. El legado más importante del judaísmo es ser disidente”, responde Cassif en una entrevista con El Independiente. Tras un lustro como diputado en el Knesset, acaba de superar uno de sus envites más complicados: el intento del ala más extremista del Parlamento de expulsar por apoyar públicamente el caso de genocidio contra Israel en la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

Se ha librado del trance por poco. 85 de los 120 miembros de la Knesset respaldaron la moción para expulsarle, cinco votos por debajo de la supermayoría de 90 escaños necesaria. A contracorriente, Cassif (Rishon LeZion, 1964) defiende su posición. “Si se conoce un poco el Antiguo Testamento, se puede entender que los profetas, especialmente Jeremías, eran en realidad disidentes. Lo que los caracterizaba era su firme postura contra los reyes y los gobernantes. Lo digo como ateo, pero creo que la cultura de los disidentes, de la objeción en nombre de la justicia es muy fuerte en la tradición judía. En ese sentido soy totalmente judío”, arguye.

En realidad todas las cosas que este gobierno fascista intentó hacer antes de la masacre constituyen un golpe de estado

Lo que provocó la tentativa de recusarle fueron precisamente las declaraciones vertidas en su cuenta de X a principios de enero. “Mi deber constitucional es para con la sociedad israelí y todos sus residentes. Y digo no a un gobierno cuyos miembros y su coalición piden la limpieza étnica e incluso el genocidio real. Ellos son los que perjudican al país y a la gente, ellos son los que llevaron a Sudáfrica a recurrir a La Haya, no yo y mis amigos”, explicó entonces este doctor en filosofía política por la London School of Economics.

P.- Estuvo muy cerca de ser expulsado del Knesset. No sé si lo considera una victoria...
R.-
Es un tema político, aunque sí es una suerte de victoria. En cualquier caso, estamos lejos de ganar el combate. Hemos logrado vencer en una batalla, pero no hemos ganado la guerra porque, una vez que 85 miembros de la Knesset del total de 120 votan para expulsar a otro miembro, cuando saben que hacerlo es ilegal y que toda la moción se basa en mentiras y lo hacen simplemente porque no les gustan mis opiniones es movimiento muy peligroso.

P.- ¿Lo volverán a intentar?
R.-
Creo que van a probar otros medios. No utilizarán el mismo, pero está muy claro que quieren deshacerse de mí porque soy el único miembro judío de la Knesset en una lista en la que todos son árabes y les aterroriza esta vinculación. Quieren deshacerse también de mis colegas, de todos aquellos que representan a la inmensa mayoría de la población árabe y judía democrática de Israel. Se desharán de nosotros. Por desgracia, es un objetivo generalizado, no sólo los fascistas y los de extrema derecha, incluso los que se autodenominan liberales o de centro lo apoyan.

Netanyahu es un psicópata. Nunca dimitirá. La única manera de deshacerse de él políticamente es mediante una desobediencia civil interna

P.- ¿La campaña para desterrar del Parlamento es una señal de la deriva del país?
R.-
Así es. Desde la masacre del 7 de octubre -fue una carnicería terrible que merece toda la condena posible- se ha producido una persecución política de cualquier voz de la oposición que plantee cualquier objeción a la guerra y a la masacre que tiene lugar en Gaza y pida el alto el fuego o incluso exprese simpatía por los civiles inocentes. La gente ha sido expulsada de sus lugares de trabajo y los estudiantes han sido suspendidos de sus estudios en la universidad. Ciudadanos, especialmente árabes pero no sólo, fueron detenidos e interrogados. La brutalidad policial va en aumento contra las personas que intentan manifestarse contra la guerra. Incluso las familias de los rehenes, cuando se manifiestan, se encuentran con una terrible violencia por parte de la policía, que se ha convertido casi en una milicia privada en manos de Netanyahu. En las ciudades árabes está totalmente prohibido manifestarse. Hemos pedido al menos tres veces manifestarnos contra la guerra en ciudades árabes y la policía no nos lo ha permitido. Y el Tribunal Supremo acabó confirmando la decisión de la policía.

Así que la situación de los derechos civiles básicos se está deteriorando. E incluso cuando tuvimos un permiso, la manifestación fue muy limitada. No podíamos marchar, sólo manifestarnos en un lugar concreto, relativamente marginal. El número estaba limitado a 700 personas. Las pancartas y los eslóganes eran limitados y algunos de ellos fueron reventados por la policía. Así que el intento de expulsarme forma parte de un tsunami más amplio de persecución política y silenciamiento.

Me avergüenza que el gobierno de mi país se dedique a hechos tan terribles

P.- ¿Hacía dónde se dirige Israel?
R.-
Israel está ahora al borde del fascismo. En realidad todas las cosas que este gobierno fascista intentó hacer antes de la masacre constituyen un golpe de estado. Lo revistió bajo el azucarado término de reforma judicial. Por desgracia ahora la gran mayoría de la gente en Israel no va a manifestarse en contra. Estamos ante un gobierno fascista, racista, antidemocrático y corrupto, que ha ido convirtiendo gradualmente el Estado de Israel en una dictadura fascista en toda regla. Desgraciadamente, parte de la oposición colabora con ello, a sabiendas o sin saberlo, no importa en este momento. Me temo que el daño a la sociedad israelí es muy grave. Hay que entender que nuestra lucha no es contra el Estado de Israel o el pueblo de Israel. Nuestra lucha es contra el gobierno de Israel por lo que ha estado haciendo, porque consideramos que el gobierno de Israel no sólo es peligroso para el pueblo palestino, sino también para el pueblo israelí y, por tanto, para toda la región. Por desgracia continúa con la ayuda de buena parte de la comunidad internacional, principalmente la Unión Europea y Estados Unidos.

P.- ¿Es Israel una democracia?
R.-
En mi opinión, Israel nunca fue una democracia real porque se basa en una idea que considero que no es democrática. Se puede hablar de etnocracia más que de democracia porque no es sólo que nunca se basó en una infraestructura igualitaria sino que desde el principio todos los gobiernos estaban comprometidos con la supremacía judía. Es cierto que en los últimos años ha aumentado por los intereses personales de Netanyahu. Este fenómeno ni siquiera empezó con el asalto a Gaza por la seguridad de los israelíes, sino sólo por la seguridad del Gobierno, por la supervivencia del Ejecutivo, y para desviar la atención de su fracaso, que permitió la masacre del 7 de octubre. El problema es que en los últimos años hay un fuerte transición de una etnocracia a una dictadura fascista, lo que significa que incluso algunos de los judíos o muchos de ellos no disfrutan de los derechos de la democracia como antes, al menos hasta cierto punto. Así que me refiero a lo que está ocurriendo en Israel como un cambio de régimen, pero a diferencia de muchos otros, no creo que esto cambie de una democracia a una dictadura, sino de una etnocracia a una dictadura. Por supuesto desde 1967 hay una ocupación en curso bajo la cual hay millones de palestinos sin ningún tipo de derechos, incluso hablo de la limpieza étnica en Cisjordania. Así que, obviamente, eso no puede llamarse democracia.

P.- ¿Está Israel cometiendo un genocidio ahora mismo en Gaza?
R.-
Este asunto debería ser investigado por una institución lo más imparcial posible, que es la Corte Internacional de Justicia. La razón por la que firmé esa petición no fue para afirmar categóricamente que el gobierno de Israel está cometiendo un genocidio. Sabemos de la destrucción, el número de muertos, el hambre, los problemas de salud y la catástrofe total en Cisjordania. Sin duda son crímenes. Si esos crímenes equivalen a genocidio, es la CIJ la que debería investigarlo.

P.- Tel Aviv mantiene el plan de un asalto a Rafah. Si finalmente se produce, ¿cuál puede ser el resultado?
R.-
Eso ya es una catástrofe. Aparte de los muertos, en su mayoría mujeres y niños, todo el mundo conoce la hambruna y la falta de agua potable. Me avergüenza que el gobierno de mi país se dedique a hechos tan terribles. Pero el ataque o la invasión a Rafah convertirá esta catástrofe en algo que ni siquiera puedo describir. Será aún peor. Espero que el mundo haga algo para impedirlo. Y por cierto, es ante todo por el bien de los niños y del pueblo palestino en Rafah, porque la mayoría de ellos, por supuesto, son refugiados desde hace quién sabe cuánto tiempo. Y muchos de ellos están refugiados allí porque fueron desplazados a la fuerza por los bombardeos israelíes. No tienen adónde ir y me temo que va a ser una carnicería terrible si se produce el asalto.

Hay dos alternativas en este momento: o dos estados o un estado de apartheid

P.- ¿Es Netanyahu capaz de proseguir el asalto de Gaza?
R.-
Espero que sólo sean palabras. Pero no puedo confiar en él; nunca he confiado en él y nunca lo haré. Todos deberíamos tener en cuenta el impacto sobre el conjunto de la región, incluidos por supuesto los israelíes. Esto no ayuda a la seguridad del pueblo israelí. Yo quiero que el pueblo palestino disfrute de una seguridad a la que todo el mundo tiene derecho, incluidos, por supuesto, los israelíes. Pero el gobierno ha estado haciendo exactamente lo contrario. Y el asalto a Rafah lo empeorará.

P.- ¿Mantiene alguna esperanza?
R.-
Tengo esperanza y trato con mis compañeros de hacer todo lo que podemos para cambiar las cosas porque esa es la razón por la que somos políticamente activos en el Parlamento y fuera. Hay más de 30 organizaciones contra la guerra y la ocupación y que apuestan por traer la paz a esta tierra miserable. Nunca nos rendiremos.

P.- La diplomacia occidental está tratando de revivir la solución de los dos estados...
R.-
Es la única solución posible. Hay dos alternativas en este momento: o dos estados o un estado de apartheid. La solución de un Estado democrático es la que no es realista. Y por cierto, creo que la masacre del 7 de octubre lo demuestra. No tengo ningún problema, ideológicamente hablando, en un Estado democrático e igualitario en el que todos vivamos juntos como ciudadanos iguales y nacionales iguales. Pero eso no puede ocurrir en este momento. El pueblo palestino tiene derecho a su propia determinación nacional en su propio Estado soberano. No es un privilegio ni un favor, es su propio derecho. Deben disfrutarlo. Y si después, con el consentimiento de todos los implicados, hay una verdadera intención de vivir bajo un mismo techo político, ya sea un solo estado, una confederación o una federación, no veo por qué no. Pero para empezar el pueblo palestino necesita tener su propio estado independiente como materialización de su propio derecho a la determinación.

P.- ¿Quién es Netanyahu?
R.-
Es el mayor riesgo para la región y para el pueblo israelí. A este tipo no le interesa nada más que su propio bien. Y eso es lo único que le mueve. Es un peligro y el archienemigo del pueblo israelí porque está dispuesto a sacrificar a cualquiera, incluido el pueblo israelí, en aras de su propio bien y de la supervivencia de su propio gobierno con tal de no ir a la cárcel. Y de hecho lo ha demostrado. No sólo es responsable de la terrible destrucción y matanza en Gaza, también es responsable de la negligencia de los rehenes que están muriendo allí. No olvidemos que los rehenes israelíes no están en un hotel. Están retenidos por asesinos monstruosos. Son torturados. Se mueren de hambre, de frío. Muchos de ellos son ancianos, bebés, mujeres y otros, personas heridas, enfermas. Y Netanyahu no hace nada. En realidad, hacen todo lo posible para frenar cualquier posibilidad de liberarlos. Y por supuesto, también culpo de la muerte de soldados israelíes a este gobierno y a Netanyahu en persona. Sólo hay un camino, que es la paz y la independencia palestina. No es la guerra ni más hostilidad. Pero a Netanyahu no le importa.

P.- Pero, a pesar de las críticas, sigue al frente...
R.-
Netanyahu siempre hará lo que crea que es bueno para él y nada más. Por eso le considero un psicópata. No soy psicólogo ni psiquiatra. Clínicamente no tengo autoridad para calificarlo así, pero puedo decir con seguridad que se comporta como si fuera un psicópata. Nunca dimitirá. La única manera de deshacerse de él políticamente, por supuesto, es primero mediante una desobediencia civil interna y un levantamiento no violento de millones de israelíes y espero que pueda suceder pronto. Pero también necesitamos presión internacional. Sin presión internacional, me temo que esta pesadilla va a continuar.

P.- ¿Qué debería hacer la comunidad internacional?
R.-
Creo que la comunidad internacional debe hacer todo lo posible para detener la guerra e iniciar un avance real y serio hacia una paz justa que requiere el fin de la ocupación. No es lo que está pasando. Biden habla en contra de invadir Rafah y de reducir el número de víctimas civiles, pero por otro lado, sigue vetando las decisiones en contra de la guerra que dirime el Consejo de Seguridad de la ONU y sigue enviando armas a los mismos gobiernos. Hay una sensación de disonancia cognitiva en ello, porque si envías armas y al mismo tiempo dices que no las uses, ¿qué sentido tiene eso? ¿Qué lógica tiene si no quieres que el gobierno de Israel las use? Pues no las envíes. Un buen amigo mío cuyos padres fueron asesinados por Hamás el 7 de octubre pronunció un discurso en una de las marchas y fue muy claro: no nos envíen medios de guerra, envíenos medios de paz.