La localidad de Sitges, a media hora por la costa de Barcelona, está de cumpleaños. Su célebre Festival Internacional de Cine Fantástico cumple medio siglo, es ya parte de su identidad.

Por eso los comercios lucen en sus escaparates telarañas de mentira, dráculas de trapo y demás atuendos siniestros. A veces el miedo es el primer paso hacia la risa. Además, nada es siniestro cuando luce el sol sobre una playa, como en Sitges.

El pueblo se viste como cada año por estas fechas con banderolas anunciando el evento. En este 2017 rivalizan, eso sí, con una proliferación de esteladas en los balcones.

Pero por la noche, cuando vuelan los murciélagos, es más visible la proyección del mítico King Kong en la fachada de El Cable, donde uno repone fuerzas entre pase y pase en El Retiro, una de las salas con más solera del festival.

Sitges está de cumpleaños y antes de cada película aparece en la pantalla ese mismo King Kong sobre el mar, derribando avionetas junto a la iglesia del pueblo como si fuera un Empire State, y todo el mundo aplaude como lo hacen los que se sienten parte de algo. Celebran el Festival.

A veces el miedo es el primer paso hacia la risa

Y el que va por primera vez, a ver qué pasa, sin haber siquiera leído un solo libro de Stephen King, aplaude también encantado. Porque un tipo corriente, en medio de tanta fantasía y terror, es como la chica normal de los Monster, uno de más de la familia.

Eso sí, cuando en los créditos se ve que la película está financiada por el Ministerio de Cultura o RTVE, algunos aplausos se convierten en pitos. Y cuando las presentaciones se hacen solo en catalán, no todo el mundo se entera. En las pelis de miedo suele llover y no siempre a gusto de todos.

Eso, las películas. Una al amanecer, otra tras el chapuzón en tantas calas de Sitges o después de cenar. No cesan. Los hay que incluso se dan al café por la tarde para pasar la madrugada en un maratón de pelis de zombis, hasta que despunta el alba.

Desde el gore hasta el thriller psicológico, en una ráfaga de matices. Para los que no quieren vísceras, para los que buscan el triple mortal del susto.

Pero este año además se ha producido un hito. Por allí ha pasado La forma del agua, de Guillermo del Toro, reciente ganadora del León de Oro en Venecia. La pica en Flandes del cine fantástico, necesitado de reconocimiento del público más general.

Muchos otros se lo toman también muy en serio. Jaume Balagueró, con Muse, Yorgos Lanthimos, con El sacrificio del ciervo sagrado, o Cristopher Landon, con Feliz día de tu muerte.

Exposición en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 2017.

Exposición en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 2017.

Cine de alto nivel y colas pacientes de fanáticos del cine fantástico, en las que las ganas de disfrutar no dejan lugar al alboroto o la queja.

El ambiente en Sitges es la moneda que se tira a la Fontana di Trevi. La mayoría repite para perderse también, otra vez, en una exposición sobre ilustraciones de Drácula o una biblioteca improvisada bajo una carpa donde comprar buenos cómics y la lámina de Cabeza Borradora.

Cartel del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 2017.

Cartel del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 2017. Festival de Sitges

El ambiente de lo privado y de lo familiar. Poder charlar aunque sea un minuto con Robert Englund (siempre será Freddy Krueger), Franca Potente o Santiago Segura quizás por las calles del pueblo.

Incluso poder asistir a una master class de Susan Sarandon, que este año recibía el galardón honorífico del Festival, y preguntarle lo que sea, menos  sobre Thelma y Louis una vez más.

¿Dónde se puede desayunar junto a la directora de la película turca que viste ayer y de la que te quedaste con dudas (era Inflame)?

Hombres, mujeres, adolescentes, niños. Todos caracterizados de zombis, con camisetas frikis. El día del orgullo friki, en un lugar como Sitges.

Y entre tanto, mientras se hace cola en otro cine de los de siempre, El Prado, en la televisión cuentan que Caixabank se va de Cataluña y que el Sabadell también. Y en la cola poco se comenta de eso, más allá de cómo cuadrar una película con otra.

Uno, antes de entrar a ver Annabel esperando que la gente aplauda cuando el bien venza (rebane, apuñale o queme) al mal, sea lo que sea cada cosa, mira otra vez la televisión y piensa: “Eso sí que da miedo”.

Hay sueños y hay pesadillas. ¡Felicidades Sitges!