Ibon Martín (Donostia, 1976) lleva años siendo uno de los estandartes del género noir en español. Periodista de formación, su pasión siempre ha sido viajar, descubrir nuevos mundos y, con ellos, nuevas historias que contar. Su primera incursión en la literatura fue precisamente un libro de viajes (El valle sin nombre), después logró aunar su afición a la novela negra nórdica y sus inquietudes literarias con la serie de cuatro libros, "Los crímenes del faro". Con una carrera ya lanzada y alcanzando la difícil tarea de vivir de los libros, fichó por un grande como Penguin Random House.

Desde entonces, ha publicado tres novelas y ha dado el salto a 10 idiomas, consagrándose como uno de los mayores referentes de ese subgénero que él mismo bautizó como thriller euskandinavo. Un género al que pertenecen escritores igualmente exitosos como Dolores Redondo o Mikel Santiago.

Acaba de publicar El ladrón de rostros (Plaza y Janés), un libro que vuelve a poner al límite a la ágil inspectora Ane Cestero y a su Unidad de Homicidios de Impacto. Ambientada en la localidad guipuzcoana de Oñate, la novela aborda temas como la mitología y las supersticiones arraigadas en ese interior del País Vasco lleno de leyendas y misterio.

Pregunta.- ¿Qué es eso del thriller euskandinavo? ¿De dónde sale?

Respuesta.- Todos los escritores de mi generación que nos dedicamos a hacer thrillers estamos marcados por ese boom que hubo de la novela nórdica. Ellos juegan con tres elementos básicos: por un lado el aislamiento geográfico que en Euskadi también tenemos, con un montón de pequeños pueblos en la costa o en el interior que no vienen de camino a ninguna parte. Por otro lado el clima, en los países nórdicos tienen más horas de oscuridad y el clima les obliga a encerrarse en casa, en el País Vasco también vivimos de puertas para dentro, con mucha lluvia, bruma de la costa, un mar bastante agresivo. El tercer ingrediente son los temas sociales, siempre presentes en el trasfondo de la novela. Eso es algo que, por el tipo de carácter y de idiosincrasia, el País Vasco se da bastante más la mano con ese tipo de países que con otras realidad incluso de la propia España. Por eso se me ocurrió escribir una novela que intentara ser lo más estilo escandinava posible pero localizada en Euskadi, de ahí salió la idea de euskandinavo.

P.- También existe cierta convergencia entre los propios autores, la manera en la que esto se ve más claramente es en el intercambio de personajes entre vuestras novelas, como hacéis Mikel Santiago y tú.

R.- Eso surge al darnos cuenta de que no somos competencia, nuestra competencia viene de fuera, del teléfono móvil, de las plataformas de streaming, todas esas distracciones que hacen que el lector se aleje de la lectura. Por eso escribimos libros mucho más ágiles y rápidos que los libros que se escribían hace solo 10 o 12 años, ahora tiene que ocurrir algo desde el principio o tienen que ir ocurriendo cosas todo el tiempo porque si no el lector enseguida desconecta y se va a Instagram o a Whatsapp o a jugar al Candy Crush. Precisamente los que escribimos este tipo de novelas queremos alimentar a una serie de lectores que quieren leer este tipo de novelas y no les vale con lo que escribe uno solo. Esto nos lleva a colaborar, hacernos amigos y y pasarlo bien intercambiando personajes que entran y salen de nuestras novelas como hago yo con Mikel.

P.- Hay cierta tendencia en la ficción española al localismo, las grandes ciudades ya no son el centro de la acción, ¿cómo ha contribuido esto al éxito de la novela negra que se está haciendo en el País Vasco?

El thriller euskandinavo y la ficción en general están ayudando a promocionar lo local y me parece una manera magnífica de potenciar a todo el país

Antes todo se localizaba en las grandes ciudades y ahora nos apetece descubrir otros mundos, y la literatura, el cine o las series son una manera magnífica de conocer realidades de otros lugares que nos son mucho más ajenos a pesar de estar en nuestro país. A los creadores nos resulta mucho más apetecible salir del clásico de la gran ciudad e irnos a esos pequeños lugares, muchas veces enclavados en el mundo rural, donde el propio escenario se alía contigo para contar las historias. Hay lugares que muchísimas veces tienen magia por sí mismos. El thriller euskandinavo, en particular, y la ficción en general están ayudando a promocionar lo local y me parece una manera magnífica de potenciar a todo el país e incluso de conseguir descentralizar un turismo que en España se queda mayoritariamente en las costas y en Madrid y Barcelona. La gente quiere ir a ver los escenarios de Alcarràs pero también los escenarios de El ladrón de rostros a Oñate. A mí todo eso me hace mucha ilusión porque es una manera de abrir y diseminar el turismo de una manera más local.

P.- Hablemos sobre el papel de las mujeres en tus novelas, tienen una importancia primordial, ya que son tanto las víctimas como las justicieras de los crímenes

R.- En la Ertzaintza el porcentaje de mujeres no llega al 15% en el cuerpo y en puestos de poder todavía menos, por eso me parecía importante entrar en ese mundo desde un punto de vista femenino, para mostrar las dificultades añadidas a las que una mujer se ve sometida en el desempeño de su función policial por el mero hecho de ser mujer. Estas dificultades están a la orden del día en todos los trabajos, pero especialmente en un ámbito tan masculinizado como es el policial. Por otro lado son víctimas porque creo que hay que seguir denunciando el problema del maltrato y pienso que todos los que tenemos un mínimo altavoz debemos denunciar que todo eso está ocurriendo y no esconderlo en casa como se hacía antes, el que tiene que sentir vergüenza es el maltratador. Me gusta mucho que en mis novelas estén presentes estos temas y lo que ha llevado precisamente a Ane Cestero a ser Ertzaina ha sido vivir situaciones de maltrato en su familia.

Ibon Martín

P.- Aparte del maltrato de género, tus novelas beben mucho de la actualidad, ¿hasta qué punto es importante que esta se vea reflejada en ellas?

R.- Para mí está claro que en el momento en el que estoy localizando temporalmente las novelas, el presente. En este caso estamos en el año 2021, el lector tiene que sentirse en ese mundo y tiene que sentir que es su mundo. Hay dos cosas muy importantes, que el lector se sienta en el lugar donde discurre la novela, para eso es necesario describir Oñate, no solo físicamente, sino saber a qué huele o cómo es por las mañanas, cómo es el ambiente en sus calles... y también es importantísimo que el lector sienta que los problemas de los protagonistas son también los suyos. Por ejemplo, en el año 2021 todavía vivíamos la segunda parte de la pandemia, los pueblos estaban cerrados perimetralmente, teníamos una serie de limitaciones y esas limitaciones están en el libro.

P.- ¿Nunca viste meter la pandemia en la historia como un lastre?

La pandemia ha hecho que sintamos miedo, agobio, claustrofobia y todo esto está en la novela

R.- Hubo un momento en el que me plantee tocar la pandemia o no, porque todos tenemos ganas de pasar página, pero por otro lado me parecía que, sin ser el tema central de la novela, sí me aportaban una serie de historias que podían dar mucho juego en el libro. Me voy a Oñate precisamente porque es un territorio en el interior, rodeado de pequeñas aldeas, de muchas supersticiones, leyendas, mitología. En Oñate todavía se practican rituales de fertilidad de hace más de 2.000 años y me parecía el escenario perfecto para viajar a ese mundo de supersticiones que ha creado la pandemia, ha hecho que sintamos miedo, agobio, claustrofobia y todo esto está en la novela. Me ha permitido crear ese ambiente, los propios protagonistas están marcados por lo que les ha tocado vivir, pero los secundarios son todos hijos de la pandemia y de esa zona, de un lugar apartado en el que la pandemia quizá se nota todavía más.

P.- ¿Qué referencias has usado para crear el perfil del asesino, aparte de la pandemia?

R.- Para crear al ladrón de rostros he querido mezclar el arte con los asesinatos y ahí entra en juego una obra maestra del arte moderno vasco que son los 14 apóstoles que Jorge Oteiza esculpió para colocarlos en la basílica de Aránzazu, que es el gran polo religioso del País Vasco, un centro de peregrinación importante. Se trata de unos apóstoles que están abiertos en canal y se ofrecen a Dios vacíos de todo órgano. El asesino tenía que imitar con los cuerpos de sus víctimas esas esculturas, las vacía y las ofrece a Dios, es un asesino misionero, que cree que tiene una misión y que precisamente la pandemia ha sido el último aviso para actuar y salvar a la humanidad.

P.- ¿Piensas cerrar la serie como una trilogía con El ladrón de rostros o habrá cuarta entrega?

R.- No me gusta hablar de trilogía, porque son investigaciones independientes, lo único en común que tienen es que Ane Cenderos es la protagonista de los tres libros. Además no se acaba aquí, hay una cuarta entrega de la serie en la que ya he empezado a trabajar y seguramente será la que cierre la Unidad de Homicidios de Impacto, para la que ya tengo localizaciones y después de esta incursión hacia el interior, volveré a la costa.