Literatura

ENTREVISTA | LAURA FERRERO

Laura Ferrero: "La historia de la literatura está llena de padres ausentes"

La escritora barcelonesa se pregunta en su última novela, 'Los astronautas' (Alfaguara), por el origen de su propio relato familiar

La escritora de 'Los astronautas', Laura Ferrero. Luis Gaspar©

"Yo tenía una familia, pero nadie me lo había contado", así comienza la última novela de Laura Ferrero (Barcelona, 1984), Los astronautas (Alfaguara). Con esta escueta pero directa apelación a su historia personal, la autora reclama al pasado la verdad de un relato que el tiempo y la vida habían olvidado sin pensar que un día llegarían las preguntas que buscarían desempolvarlo.

Ferrero fue una de esas primeras "hijas del divorcio" que trajo la transición en los 80. Sus padres se separaron cuando ella apenas era consciente y su "familia tradicional" se bifurcó en dos direcciones contrapuestas. Los padres de la escritora fueron pioneros en explorar unos límites familiares inconcebibles durante tantos años y, sus hijos, los primeros en vivir las consecuencias de lo inexplicable de su situación.

Con la perplejidad de un astronauta incapaz de explicar lo vivido en aquellos límites espaciales, Ferrero viaja con la ayuda de la autoficción a aquel relato de su infancia que nunca supo completar. La escritora, periodista y guionista se sirve de esta historia biográfica para contar una experiencia personal con la que tantos hoy se pueden identificar.

La autora de Piscinas vacías (2016), Qué vas a hacer con el resto de tu vida (2017) y La gente no existe (2021) ha construido en Los astronautas un relato profundo e íntimo que se sirve de lo anecdótico para llegar a lo universal. Ferrero parte de un interés sincero nacido de la curiosidad, las dudas y el desconocimiento, para acercarse con sensibilidad y crudeza a un pasado perdido, escarbando en la herida sin emponzoñarse en el dolor, usando esa habilidad de la literatura para hablar de verdades a través de mentiras más reales que la propia realidad.

Pregunta. ¿Cómo se siente una después de escribir un libro como Los astronautas?

Respuesta. Es como haberse dado un relato nuevo. Muchas veces es complicado recordar la infancia, una época en la que hemos estado presentes pero con determinados momentos a los que no nos llega la memoria, vivimos con la historia que nos han proporcionado otros. Para mí ha sido como alumbrar un relato, entrar en la vida de otra manera. Normalmente tenemos álbumes de fotos y herramientas que nos cuentan un poco quiénes somos, en mi caso he necesitado hacer una novela para entender un poco de dónde parto. 

P. ¿Y cómo ha sido luchar contra el bloqueo de la memoria?, porque solemos desterrar todo aquello que duele recordar.

R. A veces es una lucha que no nos lleva a ningún lado, porque gran parte de las cosas que más nos determinan en la vida no las conocemos. Sabemos que hay algo ahí, es como un vacío cuya explicación te derivará a tantísimas cosas a las que es imposible acceder. De alguna manera, la memoria también nos protege de esos vacíos.

P. He leído que has tardado años desde que tuviste la idea hasta que has terminado la novela, ¿cómo ha sido de difícil la escritura?

R. Un libro de estos no escoges cuando lo empiezas y cuándo se acaba. Directamente tienes la pulsión de que tienes que escribirlo porque quieres conocer tu historia. En este caso, surge del día en el que yo veo una foto que me hace pensar que el relato que me han estado contando no es del todo fiable, porque no he tenido acceso. A partir de ahí empiezo a hacer investigaciones y entrevistas, pero no dieron el resultado esperado. Por eso se coló un libro de relatos entre medias, porque pensé que quizás no era el momento de escribir esta novela. Todo tiene un momento en la vida, no solo las personas y las situaciones, también las novelas, así que la paré. Después volví a retomarla y mi madre se puso enferma, la volví a parar. Finalmente en verano del año pasado decidí que era el momento de terminarla, aunque tampoco sabía si lo iba a poder hacer porque hay determinadas realidades, determinadas historias que muchas veces se nos escurren de las manos continuamente. Ha sido una novela no lineal en ese aspecto.

En muchas ocasiones la verdad no es suficiente para explicar la realidad

P. Partes de lo anecdótico para acabar hablando de temas universales como la soledad, el miedo al rechazo, el final de la inocencia...

R. En muchas ocasiones la verdad no es suficiente para explicar la realidad. Si hubiera tenido datos, un relato que hubiera respaldado toda mi familia, para mí hubiera sido más fácil contar esta historia. Pero me di cuenta de que no tenía acceso a la mayor parte de los datos y por eso me busco este artefacto, no sé si poético, porque no son solo los astronautas, son todo piezas que encajan en esta amalgama familiar para llegar a dónde no llegan los datos que tengo. Si no puedo hablar de la soledad de mis padres, porque con ellos no puedo hablar sobre ello, encuentro la historia del último cosmonauta de la URSS, Krikalev, que me sirve para contarlo. De alguna manera me apoyo en historias secundarias para contar lo que yo no sé contar de mi propia vida, pienso que lo que a mí me sugieren estas historias es parecido a lo que me sugeriría la realidad.

P. ¿Es más fácil hacer ese viaje a la infancia para jugar con el límite entre la realidad y la fantasía?

R. A mí siempre me ha ayudado mucho la fantasía, entendida como ese rodeo que damos para entrar en la realidad, porque a veces es muy dura de por sí, esa literalidad, esa crudeza, la puedes entender mejor si das un rodeo. Para eso están todas esas historias de astronautas o la fantasía que se construye una niña. La niña ve una realidad, pero no puede entrar en ella, de manera que se busca un circunloquio.

Conocemos a un padre o una madre, pero no hemos conocido a la mujer o al hombre que hay detrás de esa persona

P. También está la gran pregunta existencial del dónde venimos, que en los padres encuentra su primera interrogación.

R. Todo lo que nos define en la vida, o la mayor parte de lo que nos define es ese primer mundo que habitamos, dicen que hasta los 7 años. Y es algo que no podemos cambiar, una cosa es que puedas volver atrás para darle una vuelta, para analizarlo o entenderlo, pero lo que hemos vivido ya está vivido y no podemos cambiarlo. En esa parte están nuestros padres y creo que no los llegamos a conocer nunca. Conocemos a un padre o una madre, pero no hemos conocido a la mujer o al hombre que hay detrás de esa persona. Creo que cuando te haces adulto, eso que dicen de bajar a los padres del altar, en realidad no es bajarlos del altar, es simplemente acercarte a la persona que son sin estar mediada por tu necesidad de amor, cariño.

P. Escribes: "El arte es un refugio para el malestar, para la locura, pero en él no hay un juicio moral, los hijos pueden comer pelos y eso es una expresión de otra cosa que no se nombra, pero no importa porque es arte". ¿Qué función tienen los juicios morales en el arte?

R. La reflexión del libro, lo que me interesa aquí es contar que hay una chica que coge pelos, porque tiene determinada patología o le ocurren cosas, entonces conforme se va haciendo mayor entiende que toda esta problemática o todo este dolor lo puede volcar en el arte, que de alguna manera lo sublima y allí no hay ningún juicio, porque nadie va a juzgar a una escritora que escribe sobre una niña que come pelos. En cambio, si una profesora o una madre ve un niño que come pelos se preguntará qué estará ocurriendo.

P. También me gustaría hablar de esos "niños tristes", ¿cómo fue ser uno de esos primeros hijos del divorcio en los 80?

R. Pues es que no había referentes. Ahora mismo, en todas las clases de los colegios hay varios niños con esta situación, además hay nuevos modelos de familia que hace unos años no existían. Recuerdo que en los 80 era un tabú, algo que costaba explicar y que no sabías muy bien cuáles eran sus ventajas, por eso hablo de aquello de los dobles regalos o la doble paga semanal. Al final era todo muy nuevo y había ese estigma, sabías perfectamente cuáles eran los niños cuyos padres estaban separados, porque había tres en todo el colegio. Además estaba el peso de la religión, a mí me dijeron que mis padres vivían en pecado. Es una situación compleja, porque siendo un niño estás un poco desubicado, quieres pasar desapercibido, ser parte del grupo y eso marcaba unas diferencias inquietantes.

P. ¿Cómo ha cambiado aquello?

R. La gente ha aprendido con todos estos años a tener ciertas relaciones de cordialidad con sus ex parejas, todo se ha normalizado, que es también lo que hace que pase el tiempo. En ese momento, básicamente, lo que nos faltaba era aprender a separarnos.

La historia de la literatura está llena de estos padres ausentes a los que uno se acerca con la escritura

P. Leyendo Los astronautas me he acordado de películas como Aftersun o libros como Material de construcción, de Eider Rodríguuez. ¿Cómo esta cambiando en la ficción la forma de representar esa relación paterno-filial?

R. Muchas veces la figura del padre se ha abordado desde la ausencia, la historia de la literatura está llena de estos padres ausentes a los que uno se acerca con la escritura porque no ha tenido el modo de hacerlo en la realidad. Yo también viví con uno de esos padres ausentes y es verdad que escribir Los astronautas me ha ayudado a ponerme en su lugar, porque muchas veces la ausencia es muy mitificable y parece que todo lo que va mal en la vida puedes ponerlo en la ausencia, en aquello que no tienes y que ejerce de chivo expiatorio. Siempre miramos más a las ausencias, pero creo que también hay que hacer un esfuerzo por ver qué ha estado en el presente y qué cosas han podido no ir bien en ese presente.

P. Sin embargo, en el libro la familia materna se define como un matrimonio feliz y no hay muchas ganas de cuestionarlo. ¿Dónde quedan las familias felices en la literatura?

R. Cuando presupones que alguien es feliz, directamente no preguntas. Cuando escuchas eso de "eran tan felices", es una historia que no quieres contar porque ya te la imaginas. No hay nada como esa presunción de que somos felices como para no preguntar. Aunque es cierto que muchas familias que creemos felices, lo son solo en apariencia y siempre nos es más cómodo pensar que no hay nada tras esa apariencia.

P. Dices que Los astronautas es la novela que más trabajo te ha dado, ¿con qué ánimo afrontas ahora volver a escribir?

R. Es cierto que es el libro que más me ha costado, sobre todo porque, al partir de un hecho biográfico y hablando de gente que aún está viva, todo es más complejo. No sé muy bien de qué escribir ahora, tampoco estoy escribiendo nada. Me estoy dedicando al guion, me dedicaré a la promoción y a estar pendiente de este libro y, cuando pueda, empezaré a escribir otra cosa, pero sin prisa.

P. ¿Y has superado esa soledad del astronauta con este libro?

No sé si es un tema de superar, más bien las experiencias se integran. Este libro al final lo que ha hecho ha sido alumbrar una parte de mi historia y lo que me ha resultado transformador ha sido el proceso. No es que se solucione nada, uno no escribe para solucionar nada, escribe para arrojar un poco de luz y para ver mejor.

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