Era también mayo, pero de 1992. Había algo especial en el ambiente aquella noche en París. Se podía notar un cierto orgullo de dejar de ser españolitos, como aparecemos en la letra de “Un año más”, para ser compatriotas de ese grupo musical que arrasaba en el país al que muchos vinieron a ver su “último tango”. Estaba todo vendido, desde hacía tiempo, para unos conciertos durante varios días seguidos de nuestro mejor grupo en el escenario del Zenith. Eso daba una idea de lo mucho y hondo que caló Une femme avec une femme.

En Francia el desembarco de nuestros Mecano fue muy sonado. Tanto que hasta algunos se equivocaron. Alguien creyó que el fenómeno de mayor influencia en la juventud de los 90, Los 40 Principales, era fácilmente exportable al país que a principios del siglo XIX dominaba al nuestro. Y, para hacerlo más amable, eliminando la señal de una cadena de emisoras dedicada enteramente a la música de baile llamada Maxximum. Así nació M40, un intento de repetir el éxito de una fórmula a la que solamente bastó la estocada de ser española para que no lo tuviese. Muy al contrario, en España nació Máxima FM para poner dance. Además, el increíble invento francés de Canal Plus contaba ya con más de un millón de suscriptores en la piel de toro. A mí me pilló todo aquello de pleno. Y ahí estaba yo, junto a la entonces Infanta Cristina, en el palco del espacio en el que triunfaba Sinatra cuando regalaba los oídos de los parisinos. Ninguno de los ibéricos presentes pudo reprimir las lágrimas. Miles y miles de franceses coreaban los temas que todos conocíamos, y en una época en la que no existía internet, aquello era más grande que la gesta de Colón.

Por si alguien quiere asistir…

En este montaje no podremos escuchar el momento de Ana Torroja pidiendo paz a los presentes. Se les revolucionaron algunas primeras filas de inmigrantes o hijos de inmigrantes porque querían sus canciones en español. La respuesta de la madrileña fue demoledora: "¿Verdad que pedís el pan en francés? Pues dejadme a mí hacer lo mismo". Los vítores de la grada han quedado para siempre impregnados en las paredes del recinto. Aquello era triunfar, y hacerlo a lo grande.

Hoy, dos de mayo, festividad en Madrid que conmemora el alzamiento de la capital contra el invasor francés, es un buen momento para recordar que el foro les ha conquistado una y otra vez, gracias al arte de la música.

Aunque es gallega de nacimiento y convicción, la gran Luz Casal se crió en “los madriles” desde los ocho años. También en aquellos 90 tuvo su papel en esa conquista. Que de pronto alguien “pensara en ella” para formar parte de la banda sonora de Tacones Lejanos, la película de Almodóvar, la lanzó en el país vecino.

Y su éxito en Francia no podía haber sido mejor reconocido. En 2010 recibió la más alta distinción que concede la ciudad de París, de manos de su alcalde. El representante de la “ciudad de la luz” (nunca mejor dicho) dijo de ella que era una "una inmensa artista" capaz de "hacer lo que quiere en todas las facetas de la vida". Y eso es mucho decir.

Hermanando ambos mundos se halla Manu Chao. Nació en la capital francesa, hijo de exiliados, pero se crió en Madrid desde muy temprana edad. Siempre hermanó sus orígenes usando el rock, el reggae, el punk y la música latina. Nada más aparecer su disco Clandestino (1998), fue un éxito tanto en España como en Francia, con canciones que abordan temas como la inmigración, el amor y la injusticia social. Además, su banda anterior, Mano Negra, también tuvo un gran impacto en la escena musical francesa durante los años 80 y 90. La canción que más reconocerá el lector es una que pertenece al disco Próxima estación: esperanza que era sencilla y naif hasta lo romántico: Me gustas tú.

Curiosamente ese álbum tomó su nombre de la locución que podía escucharse en el metro de Madrid anunciando la llegada a esa estación. Javier Dotú reclamó, no sin razón, su parte como cantante involuntario para ese disco al incluir ese sonido. Y lo cobró, claro.

Volviendo a la forma en la que Madrid ha conquistado Francia, no podemos dejar pasar la extraordinaria acogida que recibió en 2003 en aquel país “No es lo mismo”, el disco del madrileño Alejandro Sanz.

Acabaremos este repaso de cómo las melodías y las letras pueden conquistar un país de forma incruenta con una gesta poco conocida de uno de los artistas mejor preparados que vieron las calles de Madrid. El malagueño Pablo Alborán se desplazaba a la capital cada vez que daba un impulso a su carrera. Se vio torero el solista cuando se atrevió a grabar en francés varias de sus canciones, como esta Recuérdame, como Ne m'oublie pas.

No fue portero del Real Madrid por una lesión el gallego Julio Iglesias, pero también fue muy consciente del poder que tenía triunfar en el país vecino. Dominaba la lengua de Molière, Rousseau, Victor Hugo o Antoine de Saint-Exupéry con soltura.

Las notas musicales que salieron de las calles invadidas hace ahora más de dos siglos han sabido colarse en los corazones de nuestros vecinos del norte. Una gesta que también conviene recordar cada dos de mayo, ¿por qué no?.