Johnny Depp ha protagonizado todos los titulares en los últimos días por su "reaparición" en Cannes. El artista ganó hace unos meses su juicio contra Amber Heard con la narrativa de que las acusaciones de su expareja habían puesto fin a su carrera. Ahora, el actor de Piratas del Caribe dice que "ya no necesita a Hollywood" porque tiene el cariño de toda "esta gente" (de Europa, principalmente).
Desde que saltara el movimiento #MeToo, Europa, y Francia en particular, se ha ido perfilando como su principal territorio opositor. Con la fama de que el cine europeo es más auténtico, "esterilizar" las escenas de sexo o condenar algo propio de la industria como el "casting couch" (escoger actrices en ambientes no profesionales) resultaba escandaloso.
Una de las primeras en posicionarse abiertamente en contra del movimiento fue Catherine Deneuve, que junto a un centenar de actrices francesas firmaba un manifiesto denunciando el #MeToo en 2018. Estas cien mujeres preferían hablar en contra de una corriente que pretendía protegerlas que sumarse o incluso callarse ante las reivindicaciones. Fue la primera muestra de que Europa, y especialmente Francia, no está hecha de la misma pasta que Estados Unidos. Pero las pruebas siguieron llegando.
La vuelta de Johnny a la alfombra roja se produjo en España y en 2020
Con el caso de Johnny Depp ha sido más que evidente: después de que el actor de Sweeney Todd perdiera el juicio de Londres en julio de 2020, fue la ciudad de San Sebastián la que le recibió con los brazos abiertos en el mes de septiembre. Allí se dio un baño de masas y escuchó a la gente gritar su nombre mientras al otro lado del charco se había impuesto un silencio administrativo hacia él.
En el País Vasco presentó Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan, un documental que había producido y en el que participaba como amigo del protagonista. Después llegó el turno de los festivales de Zúrich, Barcelona, Karlovy Vary, Deauville o Roma.
Coincidiendo con el controvertido proceso judicial contra Heard había perdido su contrato para el filme Animales fantásticos y dónde encontrarlos, pero lo cierto es que Johnny nunca dejó de trabajar. Su caso desmiente la idea de que la cultura de la cancelación arruina de manera irremisible la carrera de sus objetivos.
El caso especial de Francia
Sumado al escándalo que fue aquel manifiesto de 2018 en contra del #MeToo, en los años posteriores se han ido sucediendo en Francia las reservas a la conocida como "cultura de la cancelación". Recientemente, la revista francesa Le Point publicaba en su portada un reportaje con Samantha Geimer, la chica que Roman Polanski violó en 1977 cuando tenía 13 años. Junto a ella posaba Emmanuelle Seigner, mujer del actor y director desde 1989.
En 2018, la esposa de Roman Polanski había asegurado que el motivo por el que no estaba de acuerdo con el #MeToo era que en Estados Unidos son "demasiado puritanos". "En todas las luchas hay reivindicaciones justas y otras desproporcionadas. Ahora estamos yendo demasiado lejos", se justificaba ante un medio italiano.
Emmanuelle Seigner finalizaba con su frase más polémica, convencida de que "las mujeres pueden decir que no". Sin embargo, a pesar de que la cultura francesa parece seguir enrocada en culpar a la víctima, sí que se recuerdan momentos clave en la lucha. Como cuando en febrero de 2020 la actriz Adèle Haenel abandonó los premios César al anunciarse que Roman Polanski era el ganador de uno de los galardones.
"Muchos artistas confundieron, o quisieron confundir, la distinción entre comportamiento sexual y abuso. El debate se centró en la cuestión de la 'libertad de importunar' [de los hombres] y en el supuesto puritanismo de las feministas. Pero el abuso sexual es abuso, no libertinaje", explicaba la intérprete en una entrevista con The New York Times tras lo ocurrido.
El otro caso que aún sacude la cultura francesa es el del asesinato de la actriz Marie Trintignant a manos del que era su novio, el cantante Bertrand Cantat. Ocurrió en Vilna (Lituania), y el artista fue condenado a solo ocho años de cárcel, en vez de quince, a pesar de haberla matado a puñetazos. Pasó la mayor parte de la condena en Francia, donde algunos todavía le defienden, y tras pasar por prisión ha sido capaz de retomar su carrera como músico.
Acusaciones contra el festival de Cannes
Después del incidente en los premios Cesar, Adèle Haenel tomó la decisión de abandonar la industria del cine y dedicarse al activismo. La intérprete había acusado al director Christophe Ruggia de haberla tocado de manera inapropiada cuando tenía 12 años. Poco después se imputó al cineasta por crímenes de la misma índole hacia una menor de quince años.
La actriz de Retrato de una mujer en llamas ha continuado su lucha. En esta edición del festival de Cannes ha mandado una carta al director acusándole de proteger a violadores: "Todos se unen para salvar las imágenes de Depardieu, Polanski y Boutonnat. Les perturba y molesta que las víctimas hagan demasiado ruido; preferirían que continuáramos desapareciendo y muriendo en silencio", señala.
"Están dispuestos a hacer cualquier cosa para defender a sus jefes violadores, aquellos que son tan ricos que creen pertenecer a una especie superior, aquellos que hacen un espectáculo de esta superioridad… objetivizando a mujeres y subordinados", añade Adèle.
Ante esto, la respuesta del director del festival fue hacer responsables a los periodistas que cubrían la noticia y al público que sigue el evento, uno de los más importantes de la industria: "Si pensaran que es un festival para violadores, no estarían aquí escuchándome, no se estarían quejando de que no pueden conseguir entradas para las funciones".
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