Los últimos movimientos por parte de los ayuntamientos y comunidades en los que Vox ha entrado a gobernar han hecho saltar todas las alarmas en el mundo de la cultura. Cada vez es más normal ver titulares hablando de censura, vetos o cancelaciones de eventos por culpa de razones ideológicas. En los últimos días han trascendido especialmente los casos de algunas obras de teatro como Orlando, una adaptación del texto homónimo de Virginia Woolf que se iba a representar en Valdemorillo (Madrid); y El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca de Alberto Conejero, que ha sido cancelada en Briviesca (Burgos).

Ya en diciembre fue bastante controvertido el episodio que le tocó vivir a Paco Bezerra por la suspensión de Muero porque no muero (La vida doble de Teresa), en los Teatros del Canal, bajo el argumento "presupuestario" de la directora artística de la institución, Blanca Li. Sin embargo, no solo las producciones teatrales se han visto envueltas en este tipo de polémicas. En el municipio de Bezana, Cantabria, gobernado por una coalición entre PP y Vox, se ha retirado de la programación de cine infantil la película de Disney Pixar, Lightyear, por un breve beso de saludo entre dos mujeres.

Donde también se han dejado sentir las palabras de un alto cargo de Vox como una amenaza contra la cultura ha sido en Valladolid. El vicepresidente de Castilla y León, experto en dar titulares jugosos a la prensa, dijo algo así como que la Seminci es "imprescindible" para Castilla y León pero pidió que se apostase por un cine "sin ideología".

En Murcia, donde precisamente PP y Vox mantienen un tira y afloja por ver cómo gobiernan, hace apenas una semanas, en la celebración del Orgullo, un policía detuvo a la artista Rocío Saiz por enseñar las tetas durante su concierto. En este caso se aclaró que el policía en cuestión actuó por su propia cuenta. Aun así, no deja de ser otra gota más en un vaso que empieza a colmarse.

Por eso, desde varias instituciones y organizaciones culturales se ha publicado este miércoles un comunicado conjunto que denuncia "el retorno de la censura que está atentando contra la libertad de expresión". "Exigimos la protección de nuestros derechos fundamentales porque sin cultura no hay democracia", remarca dicho comunicado. Unas palabras que han sido apoyadas por varios representantes políticos y autoridades, empezando por el propio ministro de Cultura, Miquel Iceta, y acabando por Borja Sémper, portavoz de campaña en el PP, que ha querido desmarcar a su partido de estos episodios.

A este grito de socorro del mundo de la cultura se han unido voces de personalidades como Juan José Millás, Aitana Sánchez-Gijón, Alba Flores, Inma Cuesta o Asier Etxeandia, entre otros. "Empiezan censurando obras de teatro 'peligrosas', algunas escritas hace siglos, y acabarán censurando personas. A todas las que no piensen como ellos. Son los asesinos de Lorca y lo volverían a matar", ha escrito Carlos Bardem en Twitter.

Un manifiesto para frenar la "nueva ofensiva conservadora"

Paralelamente al movimiento contra la censura, firmas como las de Pedro Almodóvar, Andreu Buenafuente o Rozalén se han unido a las de un total de 180 artistas que han suscrito un manifiesto para movilizar el voto progresista ante "una nueva ofensiva conservadora, con derivaciones ultraderechistas". De esta forma, la cultura toma partido de manera clara y decidida en defensa por lo que consideran una amenaza contra los avances sociales que se han conseguido en estos últimos años.

El texto, llamado ‘A las urnas las ciudadanas y los ciudadanos’, destaca el "resultado muy favorable" de algunas de las medidas del Gobierno de coalición. "Las próximas elecciones generales del 23 de julio son especialmente decisivas. Es evidente que estamos en medio de una nueva ofensiva conservadora, con derivaciones ultraderechistas, tanto en España como en otros muchos países de Europa", señala el documento, que también ha sido firmado por los artistas Carmen Machi, Emilio Gutiérrez Caba, Joan Manuel Serrat, Inés Hernand y el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero.

Esta iniciativa recuerda, inevitablemente, a la Plataforma de Apoyo a Zapatero (PAZ) y ese famoso dedo-ceja con el que el mundo de la cultura pidió en 2008 el voto socialista. Con esta reedición, sin canciones ni gestos caricaturescos, la izquierda vuelve a demostrar que gran parte del mundo de la cultura, o por lo menos su facción más mediática, está de su lado.

Censura 'woke' contra censura tradicional

Lo curioso de estos hechos es que muchos de los que ahora ponen límites a la expresión artística son los mismos que han puesto el grito en el cielo cuando se ha hablado de "cultura de la cancelación". Hace unos meses, la derecha más conservadora criticaba la mutilación por cuestiones ideológicas de los textos de Roald Dahl, Agatha Christie o clásicos del cine como Lo que el viento se llevó.

Cuando parecía que lo que algunos llamaban censura woke iba a ser el gran problema cultural en las democracias occidentales, la censura tradicional regresa para demostrar que lo que realmente importa es la lucha por ganar el discurso ideológico. Una disputa que también se libra en la arena de la cultura. Ahí es donde Vox ha encontrado un filón para definirse como el partido que defiende los valores conservadores. Y ahí es donde el Partido Popular, con su condición de favorito para las próximas elecciones, puede lamentar su tradicional dejadez y volver a ceder a la izquierda la defensa de la libertad creativa y de expresión.