Hace unos meses, Andreu Carulla, uno de los diseñadores españoles con mayor proyección, recibió un encargo del Madrid Design Festival. Debía realizar un proyecto que demostrara el potencial de las nuevas tecnologías para fomentar el trabajo remoto y contribuir a repoblar la España interior. Carulla, que reside y trabaja en Bañolas, una localidad de unos 20.000 habitantes a hora y media de Barcelona, es un ejemplo de que no hace falta vivir en una gran ciudad para tener éxito en su profesión. Parecía, pues, la persona ideal para llevar a cabo el trabajo. Aceptó el reto y se fue a Gistaín, o Chistén en aragonés, un pueblo de apenas 100 habitantes del Alto Aragón. Llegó con poco más que un lápiz. Quería averiguar qué era capaz de crear con lo que encontrara allí y lo que pudiera comprar por internet.

Diez días después volvió a la llanura con una mesa, un banco y un taburete construidos a partir de un pino de 18 metros y la ayuda de los paisanos y artesanos del pueblo. También con un buen número de experiencias y conocimiento ancestral que ya ha incorporado a su práctica profesional. El resultado de todo ello da forma a una pequeña pero fascinante instalación, Diseñando la repoblación, que puede verse en la sede de la Institución Libre de Enseñanza hasta el 25 de febrero junto a la muestra Tejiendo redes, que recoge el trabajo de otros diseñadores y artesanos que trabajan en entornos rurales.

"Diseñando la repoblación trata de este momento en el que confluyen los servicios de mensajería y comercio electrónico como Amazon, que pueden llevar lo que necesites a un pueblo, por pequeño que sea, con la conectividad de internet", explica Carulla a El Independiente en la sala que acoge su propuesta. "Chistén tiene fibra óptica, ahí arriba tienes la misma velocidad que en tu casa de Madrid. Además, desde el Covid, ha sido aceptada y se ha fomentado la movilidad laboral y profesional. Crucé estas tres variables con la realidad de la despoblación con la intención de subrayar que, en la era postindustrial, superado el tiempo en el que tenías que estar cerca del centro de producción, esta situación es fruto de una inercia que nos lleva a habitar en las ciudades".

Un pino y diez días

Carulla llegó a Chistén/Gistaín acompañado de su hermano Pau, que se ocupó de documentar la experiencia en vídeo. Les recibió el alcalde, David Bielsa, que preguntó a Andreu qué necesitaba. Este pidió un lugar donde instalar su estudio. Le ofrecieron una antigua borda, una de las cabañas destinadas al refugio de pastores y ganado que hoy están en desuso. Después de dedicar el primer día a limpiarla y acondicionarla, Bielsa le preguntó qué más necesitaba. Y Carulla respondió que algo de madera para fabricar los objetos que debía presentar en el Madrid Design Festival.

El diseñador pensaba que le llevaría a un almacén o al taller de un carpintero, pero allí no hay ni lo uno ni lo otro. "Me dijo: mañana vamos a cortar un pino. Ah, ¿pero podemos hacer eso? Sí, porque están secos, me respondió, así limpiamos el bosque y dejan de ser un peligro". Al día siguiente fueron a cortar el pino, tal y como se puede ver en los vídeos grabados por Pau. Y con ese árbol de 18 metros, y los elementos y herramientas que adquirió online, Carulla ha hecho lo que hay en la exposición: una gran mesa, un taburete y un banco brutales y hermosos. Los tres objetos nacen de gestos sencillos. El banco, por ejemplo, resulta de cortar el tronco a lo largo, y mientras una mitad sirve de asiento, la otra se ha cortado de nuevo en cuartos para obtener las patas, que se encajan haciendo cuña en el cuerpo principal. También hay una de las lámparas Tramo que ha creado para el restaurante del mismo nombre en Madrid, donde la pantalla de algodón reciclado ha sido sustituida por una corteza del árbol.

Diseño ancestral

Carulla es diseñador, no artesano, pero reconoce que disfruta del proceso de hacer las cosas por sí mismo para entenderlas. "Los diseñadores tenemos las manos para utilizarlas, no para poner hashtags", bromea. Así que no dudó en usar la motosierra, ni en cambiar su fino lápiz de diseñador por el grueso de carpintero para transmitir adecuadamente sus ideas a quienes le ayudaron a llevarlas a buen término. "Ha sido un aprendizaje bestial. Me vi forzado a cambiar mi forma de dibujar, mi técnica, para involucrarme en el proceso".

Sus dos principales maestros fueron dos artesanos del pueblo: Paco, de 55 años, que trabaja el cuero, y José, un pastor de 85 años experto en la talla del boj, el último de una saga al que Carulla admira por la maestría y el respeto al entorno que demuestra con su quehacer. "Yo he diseñado un montón de piezas industriales de madera. Para hacer un bol, la industria corta el árbol entero, lo desmenuza y saca piezas del centro. El pastor no mata el árbol, porque se quiere proveer de él, y tampoco quiere gastar muchas energías, porque va justo de ellas. Entonces, en vez de cortar todo el árbol extrae las borrugas", protuberancias naturales de la corteza que ya presentan una forma curva. "La corta y ya casi tiene el bol. Solo hay que pelarla un poco y vaciarla".

Andreu Carulla arranca una borruga a un árbol.
Andreu Carulla arrancando una 'borruga' a un árbol.

Pero lo más relevante de la pieza resultante es su calidad. La madera "está llena de micronudos, lo que hace que no tenga vetas, que es por donde se rompen este tipo de objetos. Un bol industrial de madera, si te descuidas y lo pones con agua caliente, se te parte. Este de aquí tiene 50 años", explica Carulla sosteniendo uno de los cuencos de José. "No tiene fisura alguna, tiene tantos nudos que sería imposible. Esto es una sabiduría ante la que solo puedo rendirme y pedir que me enseñen más", asegura con entusiasmo.

Transformado y convencido

A esa sabiduría ancestral, Carulla ha aportado su punto de vista de diseñador, y ha conseguido que José y Paco puedan colaborar. El resultado son unos cuencos de cuero moldeados con las borrugas como molde y que también pueden verse en la muestra. "Hemos elevado el bol pastoril usando solo lo que había ahí", afirma con orgullo.

De la experiencia de Diseñando la repoblación, Carulla ha vuelto transformado y convencido para la causa. "Cuando te desplazas allí pones en duda realmente tu modelo de vida. Aquella gente es muy rica. Es una frase tópica, pero es cierto: cuanto menos necesitas más rico eres. En un lugar como Chistén pasas el día trabajando, disfrutando del entorno y sin gastar apenas nada. Cuanto más pequeño es un pueblo la gente es más autosuficiente, todo el mundo sabe hacer de todo, y esas habilidades te dan mucha libertad y autonomía personal. La vivienda es mucho más barata. Hay una escuela con tres niños, con profesores itinerantes que se van moviendo por los distintos pueblos. Imagínate la calidad humana de ese tipo de escolarización. Si hablamos a nivel climático, el impacto que tiene un habitante de Chistén es ocho veces inferior al de alguien que vive en una ciudad".

A Carulla le gustaría que esta experiencia sirviera de plataforma para que otros diseñadores pudieran hacer residencias equivalentes y producir diseño de calidad y distinto. También que contribuyera a salvar de la extinción los oficios tradicionales que practican Paco o José. Pero sobre todo quiere generar "un poco de debate, poner en duda lo que damos por hecho. ¿Por qué estás viviendo donde estás viviendo? ¿Es el sitio que has elegido? ¿Te has planteado que tienes al alcance otras alternativas donde igual por una casa con jardín pagas 300 euros? Solo piénsalo".