Alberto Ammann (Córdoba, Argentina, 1978) conversa con El Independiente desde Buenos Aires. Está allí rodando Atrapados, una serie de Netflix basada en la novela Caught, de Harlan Coben, y que forma parte del acuerdo creativo entre el escritor estadounidense y la plataforma, por el cual Coben trabaja con guionistas locales de distintos países del mundo en la adaptación de sus historias. Fruto del mismo se rodó en España El inocente, protagonizada por Mario Casas.

En este caso, Atrapados discurre en la Patagonia argentina y está dirigida por Hernán Goldfrid y Miguel Cohan, que ya trabajaron con Ammann en Tesis sobre un homicidio y Betibú, respectivamente. Un reencuentro creativo que sucede al que ha vivido con Kike Maíllo en Disco Ibiza Locomía, con quien ya rodó Eva. Su aclamada encarnación de José Luis Gil, el productor musical que se inventó el singular grupo musical de los 80, ha sido la primera incursión en la comedia del actor hispano argentino, quince años después de su debut cinematográfico en Celda 211, por la que consiguió el Goya a Mejor Actor Revelación.

"Para mí la historia de estos chicos es un dramón. Si tú firmas un contrato tienes que saber lo que firmas, porque una vez firmado estás jodido. Pero yo creo que a todos les debe de haber hecho cierta ilusión que vuelva a aparecer el nombre de Locomía en un tono de comedia, algo más liviano que refresque la parte graciosa que ellos pueden haber vivido", explica Ammann por videoconferencia. "Hay momentos caricaturescos, y una intención que ya estaba en el guion de reírnos en general de todos los personajes y de esa extraña unión regida por este señor un poco excéntrico que sabe mucho que habla de una manera extraña. La película tiene también una lectura positiva. La experiencia de la vida está llena de cagadas que uno se manda y que se mandan los otros, y hay algo de amigarse con eso, con lo que ya está hecho. Tampoco mataron a nadie. Ofrece una mirada reconciliadora con la experiencia vital que le tocó a este grupo de seres humanos".

Pregunta.- ¿Había visto el documental de Locomía cuando el proyecto llegó a sus manos?

Respuesta.- Tengo recuerdos encontrados, pero creo que cuando vi el documental ya sabía que iba a interpretar a José Luis Gil. Y cuando le vi y sobre todo cuando le conocí pensé, qué maravilla interpretar a este señor. Creo que el documental tiene un poco subido el tono amarillo, sobre todo en el montaje. Y a él no le gusta el amarillismo lo más mínimo porque es una persona bastante seria. Tiene estas formas cuando habla (imita su voz grave y su dicción teatral) pero parte de este personaje es su personalidad. Me reuní cuatro o cinco veces con él. Hemos estado horas conversando y ha sido muy interesante, porque tiene un background en el mundo del arte y de la música que a mí me interesa mucho. De anécdotas está servido, aunque es muy reservado, y tampoco a mí me interesaba saber los pormenores de su vida, pero sí lo que él conoce de la industria musical, cómo ha ido cayendo en decadencia de alguna manera, sobre todo en cuanto al contenido que se publicita. Cada vez escuchamos menos música y más unos acordes mayores, una simplificación de lo que antes era un hecho artístico. 

P.- Es un personaje que le ha sacado de su registro, que está entre lo serio, lo circunspecto y lo criminal.

R.- Mucho criminal, sí, me deben de ven cara de ello, cuando no de hombre bueno que sufre constantemente. Me apetecía mucho hacer comedia, tenía y tengo muchas ganas de divertirme, y me lo he pasado muy bien, aunque ha sido una entrada en la comedia bastante arriesgada. Pero me gusta aprender en cada trabajo y arriesgar. Si uno no asume retos, se estanca. Y es verdad que el cuerpo también se resiente del drama. Aunque yo no trabaje implicando mi mundo ni se lo dé a los personajes, sino que trate de encontrar creativa y técnicamente el mundo de ellos sin utilizar el mío. Pero si has conseguido estar donde hay que estar para conseguir que el espectador crea que eso le está pasando a fulano de tal, hay algo de eso con lo que el cuerpo se queda. Luego uno puede hacer sus ejercicios para despedirse del personaje, pero cuando lloras, llora tu cuerpo. La neurocientífica Nazaret Castellanos ha publicado un libro maravilloso, Neurociencia del cuerpo, en el que habla justamente de investigaciones que se han hecho sobre actores y actrices, y está trayendo un montón de luz, especialmente para los que dicen que somos unos simples cuentacuentos. En el ejercicio de ponerte en el lugar del otro se despierta una parte del cerebro que ayuda a cultivar la empatía.

P.- Tiene sentido que meterse en la piel de otro, incluso de varias personas a la vez, tenga consecuencias. Sobre todo en los actores que se aproximan a la interpretación a través del método.

R.- Yo, por ejemplo, no trabajo con el método de Strasberg. Yo no mezclo: las cosas personales de Alberto no se las doy al personaje. Otra cosa es que yo revise personalmente lo que le pasa al personaje para averiguar lo que yo conozco de lo que le pasa, pero usar lo mío a la hora de contar una escena me parece muy ególatra, porque no es la historia del personaje, es la historia de Alberto y yo estoy haciendo ahí un collage metiendolo a la fuerza. Me parece poco creativo y perjudicial para la salud.

P.- No sé si desde que Clara Méndez-Leite y usted pusieron en marcha la Escuela para el Arte del Actor la parte reflexiva del oficio y lo que supone interpretar está más presente en usted o si es algo que siempre le ha interesado.

R.- Es algo que siempre ha estado ahí de fondo, pero sí, estoy más en ese mundo reflexivo y de seguir aprendiendo desde un lugar más, no sé si intelectual, pero sí tratando de ordenar conceptual e intelectualmente muchas cosas que tienen que ver con el proceso de aprendizaje y de creación de personajes. Y ahora está muy fresco porque es algo que hablamos mucho con los alumnos. Porque la tendencia, por lo general, de la mayoría de personas que se acercan por primera vez al teatro es hacer psicodrama, ser yo en las circunstancias del personaje y meter en él lo que se despierta de mí. A veces es del todo inconsciente, ni siquiera se dan cuenta. Pero es un mecanismo normal, lógico.

Alberto Ammann y Clara Méndez-Leite, en los Goya de 2023.
Alberto Ammann y Clara Méndez-Leite, en los Goya de 2023. | María José López / Europa Press

P.- ¿Cómo está siendo la experiencia de enseñar?

R.- Es muy interesante. El proyecto de la escuela es de Clara, y yo me he sumado, así que es un proyecto familiar. Estoy aprendiendo mucho de ella. He encontrado grandes maestros en mi camino, pero Clara ha desarrollado una técnica para bajar al cuerpo todas las ideas, el constante runrun de la cabeza sobre el personaje, sus movimientos, sus deseos, no solamente desde la acción sino desde la comprensión de la energía del personaje, de una manera que no se había hecho antes. Es un viaje de psicología. Es algo que yo también trato de transmitir a los alumnos, además de toda mi experiencia y mis herramientas como actor, aunque obviamente cada uno tiene que ir armando su propia maleta. No todas las técnicas sirven a todas las actrices y actores.

P.- Aparte de esa tendencia al psicodrama, ¿qué encuentra en los jóvenes que quieren dedicarse a la interpretación?

Es difícil generalizar, pero muchos llegan con una idea preconcebida que poco tiene que ver con lo que luego van a hacer. Vienen con una idea, poco confesa en la mayoría, pero muchos de ellos quieren ser famosos. La gran mayoría, posiblemente. Pero lo interesante es que en el camino se dan cuenta de que primero eso es muy posible que no ocurra, y sin bajar los brazos se dan cuenta de lo maravilloso del oficio, del aprendizaje que hacen también a través de los personajes. Yo creo que el arte es sanador. Los personajes de la literatura, del teatro y del cine, están ahí para mostrarnos y hacernos reflexionar cosas sobre el ser humano, sobre nosotros mismos. Eso no quiere decir necesariamente que todo tenga que ser un tostón o un drama, la comedia también sirve muchísimo para referenciarnos. Por eso creo que la cultura está tan atacada, porque el pensamiento crítico se alimenta de la literatura y el arte. Los chicos se dan cuenta de eso y hacen clic, y el que se quiere hacer famoso y subirse a yates y estupideces que luego no son reales pasa a jugar con sus amiguitos al fondo y a molestar lo menos posible. Y ya los chavales se ponen las pilas, a buscar, a estar más en contacto con la búsqueda del arte, y eso es bellísimo. 

P.- ¿Cómo ha cambiado su vida profesional participar en una serie de éxito mundial como Narcos?

R.- Me han ofrecido y me han dado más trabajo. He hecho Overdose, una película francesa para Prime, porque su director, Olivier Marchal, se enamoró de mi trabajo en Narcos. Y fue una película que disfruté, porque en Francia cuidan el cine de otra manera… Estoy súper agradecido con lo que pasó con Narcos. También con Mars, aunque durara solo dos temporadas.

P.- El éxito de series como La casa de papel o Élite ha multiplicado la proyección internacional de algunos actores españoles que hoy, además, son influencers con millones de seguidores por todo el mundo.

R.- No sé qué decirte... Para mí las redes sociales son un poco un peligro. Yo no puedo dejar de opinar de política, lo tengo en mi sangre, y sé que eso no es bueno, pero me importa un carajo. Entonces como no la quiero cagar me alejo de las redes sociales, no las uso, y sé que debería estar ahí pero me da igual. Este nuevo mundo en el que actores y actrices son instagramers… Perdón, no son ni actores ni actrices, para empezar. Eso es intrusismo laboral. Y además se les está haciendo daño. No se puede contratar a chavales y a chavalas porque están muy buenos y porque tienen muchos seguidores en Instagram, porque los van a dejar abandonados a los tres o cuatro proyectos a la mayoría de ellos porque ya no saben hacer más que de sí mismos. Con lo cual, entre el psicodrama que se les enciende en algún momento más las noches de juerga y las sobaditas de espalda que les dan, es una mierda. Porque además van por ahí como si fueran estrellas de Hollywood. Si esos chavales no están contenidos por un buen representante, un equipo que les oriente o gente maja que les diga, oye, para allá no vayas, ponte a estudiar, van a acabar mal. Porque la milonga de estar bueno y los followers se acaba. ¿Qué te queda si no eres un buen artista? Lo positivo es que algunos, yo conozco dos casos que están trabajando con Clara, se dan cuenta de que no son actores, pero esto les gusta y deciden formarse. No pueden dar un curso regular pero toman coaches y hacen seminarios porque saben que sin eso no van a llegar. Y yo eso lo aplaudo porque primero es humildad y además es la verdad, le pese a quien le pese.

"Milei es un lunático"

Ammann es un activista de su oficio y habla apasionadamente de él. Especialmente ahora que también ha adquirido el rol de maestro de actores. "La finalidad del actor es que el espectador haga un viaje, que si está viendo La gaviota se crea que tú eres Trigorin o Nina. La emoción del espectador depende del nivel de compromiso de los artistas que interpretan la obra. Porque yo puedo ir y poner caritas, pero si no me pasa nada por dentro, se va a notar. Y si no te creo no hay viaje. Hacer el paripé no sirve. Yo veo cuando un actor está llorando porque no parpadea. Pero tampoco puedes estar recordando el día que falleció un familiar querido. Eso se hace con el psicólogo en el psicodrama y creo que es bastante delicado además", pero no se hace en un ámbito creativo de clases de teatro, porque te estás metiendo con algo muy personal del actor o la actriz. Es una línea muy delicada".

Con la misma pasión habla de la situación política en su país de nacimiento, que abandonó con sus padres cuando tenía apenas un mes huyendo de la dictadura militar para volver en 1982. Hoy observa la realidad argentina con preocupación y juzga con dureza a su presidente, Javier Milei, en pleno choque diplomático con el Gobierno español. "Es un esperpento. En mi opinión es un lunático, una persona que posiblemente está para internar, un desequilibrado mental que ha llegado al poder porque los medios de comunicación han generado un odio constante durante años a base de fábulas y mentiras. Se ha logrado separar a familias, hermanos que le dicen al otro sos un zurdo de mierda, y vos un gorila, que ya no se hablan hace años. Hay familias rotas. Eso es lo que han conseguido. Y en esto, siento decirlo, han tenido una gran responsabilidad los periodistas de los grandes medios de comunicación que se han convertido en mercenarios del poder. Su obligación es contar de una manera lo más desapegada y objetiva posible los acontecimientos que ocurren en el mundo y lo único que hacen es manipular para llevarte a un estado emocional de odio. Los periodistas tendrían que estar regidos bajo una misma ley de responsabilidad con los políticos. No puede ser que un periodista que tiene una llegada a millones de personas se la pase mintiendo según el dinero que le den".