Un 12 de octubre memorable en Las Ventas. Por la mañana, un festival a beneficio del monumento a Antoñete que será recordado sobre todo por la actuación de su heredero, Curro Vázquez. Brutal con 74 años, desparramando torería a raudales. Por la tarde, el broche inesperado: Morante se retira de los ruedos sin avisar después de sobreponerse a un volteretón con una faena llena de valor y profundidad rematada con un espadazo.

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Volvamos a la mañana.

Abría el festival el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. Mientras, en el callejón, Curro Vázquez paseaba hacia el solecito que marcaba el tendido del 10. Probaba dos capotes, hablaba con las cuadrillas, soltaba los brazos, pedía la toalla. Morante ya se había encendido un habano y charlaba con Enrique Ponce.

La media verónica de Curro agitó los asientos. Pero también preocupaba cómo se vencía el novillo. Después, la gloria, el disfrute, con trincherazos y ayudados por bajo interminables. La torería de ser y estar en torero, a los 74. Las Ventas se estremeció.

Olga Casado, César Rincón y Curro Vázquez salen a hombros en el festival de Las Ventas.
Olga Casado, César Rincón y Curro Vázquez salen a hombros en el festival de Las Ventas. | EFE

En el aplausómetro, ahí ahí anduvo César Rincón, sencillamente monumental a sus 60 años. El colombiano se ganó convertirse en uno de los ojitos derechos de la plaza de Madrid, que este 12 de octubre volvió a romperse con esa mezcla de raza y rotundidad. Curro Vázquez, César Rincón y Olga Casado -que brindó con categoría a los maestros que la precedieron- salieron por la Puerta Grande.

Enrique Ponce toreó sedoso, y largo, y Morante superó las condiciones del ensabanao de Osborne. El valenciano brindó al Genio de La Puebla, en uno de los muchos momentos en que la plaza se puso en pie.

El festival fue memorable.

La corrida de la tarde, la última del año en Madrid, parecía ponerse cuesta arriba, cierto atragantón de toros.

Hasta que salió el undécimo del día; de Garcigrabde, como casi todos.

Este Tipulante colorao de 554 kilos fue el último toro de la carrera de Morante de la Puebla, 46 años de edad, matador de toros desde 1997, aunque ha sido en las últimas cinco temporadas cuando ha desbordado su toreo en faenas históricas, como la de las dos orejas y rabo en La Maestranza de Sevilla el 26 de abril de 2023. El pasado 8 de junio, logró al fin salir por la Puerta Grande de Las Ventas; la tarde anterior, corta una oreja tras bordar el toreo.

Morante recortó al cuarto de salida, se templó en la chicuelina y, cuando se confiaba en la verónica, llegó el volteretón. Inmóvil boca arriba se quedó unos segundos, y unos minutos tardó en recuperarse rodeado de los suyos y comprobando que guardaba facultades.

Cono si no hubiera pasado nada, se lo pasó con la mano derecha con un valor insólito, el que ha marcado estos últimos tiempos. Faena corta -el toro no daba para más- pero intensa, cerrada con una estocada demoledora.

A algunos les pareció exagerada la segunda oreja -como a algunos les ha parecido exagerada la exaltación morantista, claramente equivocados-. Dio igual, por supuesto.

Y ahí llegó el calambrazo final de este memorable 12 de octubre. Morante se corta la coleta, la plaza se rinde por completo. Cae más de una lágrima.

El que estaba previsto que se marchara era Fernando Robleño, que fue sacado por la puerta de cuadrillas al cortar una oreja al toro del adiós, al que sólo la espada le privó del triunfo mayor.

La muchedumbre rodeó y prácticamente inmovilizó a Morante en hombros. Ahí se marchaba entre dolores un torerazo de época. Le rompieron el vestido, le cantaron su himno de batalla, le jalearon que no se fuera. Morante decía adiós como podía con las manos.

La temporada había comenzado con la confesión a Jesús Bayort en una entrevista en Abc: Morante sufre un trastorno disociativo agravado con un cuadro depresivo complejo. "Es una enfermedad muy triste y muy dolorosa", contaba por primera vez. La terapia de electroshocks perseguía la recuperación que le dejara torear este año.

Lo ha conseguido hasta que ya ha dicho basta. Ha ocurrido clamorosamente en la plaza de toros de Madrid, que le vio entregarse sin cuento para ganarse la segunda Puerta Grande de su carrera.

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