Cuesta 42 euros y ya se ha agotado en todas las tallas pocas horas después de su lanzamiento. Se llama Ultimate Bush Micro String Thong –el felpudo definitivo, en traducción libre– y es exactamente eso: un tanga de malla transparente al que se ha cosido pelo sintético. Lo fabrica Skims, la marca de ropa interior de Kim Kardashian, y está disponible en doce variaciones distintas: rubio, castaño, negro, pelirrojo; liso o rizado; con base beige, chocolate o terracota. Cada pieza está hecha a mano en un tejido de nailon y elastano ultrafino, con tiras elásticas laterales y un mensaje de advertencia en la etiqueta: "lavar a mano, no planchar, no secar en secadora". El fetiche no resiste el centrifugado.
En la web de Skims lo explican sin reservas ni aderezos: "Nuestra braguita más atrevida hasta la fecha. Malla transparente con mezcla de pelo falso rizado y liso. Disponible en doce tonos. Ajuste real a la talla". La campaña que acompaña el lanzamiento juega al exceso retro, como algunas en las que ha estado implicada últimamente Kim dentro y fuera de Skims: un decorado de programa televisivo de los años setenta con un presentador canoso que pregunta al público si "la alfombra combina con las cortinas", mientras tres concursantes sonríen con un interrogante sobre su vientre. Un chiste viejo (la versión en castellano es menos elegante: "rubia de bote...") convertido en imagen viral.
"¿La alfombra combina con las cortinas?"
Kardashian no posa con el tanga, pero pone la voz. En el vídeo promocional publicado en Instagram, la empresaria comenta entre risas: "¿Qué os parecen estas merkins, chicas? Tenemos diferentes colores, diferentes pelos… esto es una locura. Skims, baby". La palabra merkin –que designa las pelucas púbicas usadas en el teatro isabelino y el porno setentero– se ha convertido en tendencia en TikTok en cuestión de horas. Y aunque el lanzamiento ha sido recibido con incredulidad, las versiones del Ultimate Bush se agotaron en la web en menos de un día.
Las reacciones van del sarcasmo a la admiración. Algunos usuarios, los más básicos, se preguntan si Kim está bien de la cabeza; otros ironizan: "Yo puedo dejarme crecer uno de estos en 48 horas". La mayoría ven el golpe maestro de marketing. Otro más.
En efecto, Skims ha hecho de la provocación una estrategia industrial. Antes vinieron el sujetador con pezones incorporados, la faja facial o las braguitas con incrustaciones de cristales Swarovski. El tanga peludo parece el siguiente capítulo de un manual sobre cómo mantener la atención pública sin enseñarlo todo.
Vuelve el 'full bush'
No faltan las lecturas culturales. La revista Cosmopolitan recuerda que la tendencia del full bush –la vuelta al vello natural en el pubis femenino– ha regresado a los desfiles y a las redes como gesto de liberación corporal. Kardashian lo ha convertido en producto. Su bush no es natural, sino de nailon. No crece: se compra. Lo que empezó como una reivindicación de autonomía estética se transforma así en una nueva forma de consumo. Primero se impuso a las mujeres la depilación total; ahora se les ofrece el accesorio que la imita. Y a decidir si quieren combinarlo con el color de su pelo o todo lo contrario.
Lo significativo es que el público de Skims –mujeres jóvenes, profesionales, muchas de ellas sometidas durante años a la depilación láser– es, precisamente, el que menos posibilidad tiene de "recuperar" el vello real. El Ultimate Bush ofrece la fantasía de una vuelta a lo natural, pero desde la seguridad del artificio. Es el simulacro de un gesto rebelde: un retorno domesticado.
Las analistas coinciden en que Kardashian no vende ropa, sino narrativa. Cada lanzamiento redefine, a su modo, el canon del cuerpo femenino: primero fue la cintura de avispa moldeada por corsés invisibles; luego los pezones de silicona como emblema de libertad; ahora, el vello púbico de quita y pon. Todo dentro del mismo discurso de empoderamiento rentable, donde cada gesto "revolucionario" viene con un enlace de compra.
Quizá el Ultimate Bush no dure más de un mes en la conversación pública. Pero su éxito inmediato –agotado en horas, convertido en miles de memes– demuestra que el humor y el deseo siguen siendo los motores del negocio de la moda. No es una prenda pensada para llevar, sino para hablar de ella. Y esa conversación, con sus risas y escándalos, es lo que de verdad vende. Al final, la pregunta sigue ahí: ¿qué hacemos con el tanga peludo de Kim Kardashian? Tal vez aceptar que dice menos sobre el cuerpo que sobre el espejo en que decidimos mirarnos. Y que el vello, natural o postizo, sigue siendo una buena medida de cuánto de lo que nos reímos estamos dispuestos a comprar.
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