En una habitación de un hospital psiquiátrico también se puede pensar, crear, sentir. Ella lleva muchos años haciéndolo. Hasta la pandemia incluso se desplazaba a su cercano taller en Tokio para pintar. Los 94 años y sus problemas de salud mental que un día le sumieron en la depresión, le acercaron al suicidio y le llevaron a una inmersión en la muerte, supo convertirlos en un modo de acercarse a la vida y llenarla de color.

El mundo de Yayoi Kusama es complejo, rico, intenso, colorido y oscuro a la vez. Una trayectoria de ocho décadas no es algo que muchos artistas puedan presentar. Kusama (Japón, 1929) la muestra desde sus inicios hasta la actualidad en una exposición que mañana se inaugura en el Museo Guggenheim de Bilbao. Casi 200 obras entre esculturas, pinturas, instalaciones, performances e imágenes que retratan a la que es una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo y un icono cultural del siglo XXI.

La exposición de la pinacoteca bilbaína, Yayoi Kusama, desde 1945 hasta hoy, que permanecerá hasta el próximo 8 de octubre, camina por los grandes temas y preguntas que ha guiado sus exploraciones creativas: acumulación, el infinito, la conectividad radica, el mundo ‘biocósmico, la muerte y la fuerza de la vida.

“Kusama es una artista que nos hace pensar cómo va el mundo, cómo nos relacionamos con él y con los demás. Todos sus temas están interrelacionados. Parte de una idea que es que todos estamos interconectados, todos debemos abandonar nuestro ego y relacionarnos con los demás de manera más abierta al mismo tiempo que con la naturaleza”, asegura Lucía Aguirre, comisaria de la muestra junto a Doryun Chong y Mike Yoshitake.

Todos ellos subrayan cómo la trayectoria vital de Kusama marcó en gran medida su trayectoria artística. Con sólo 28 años abandonó el Japón posterior a la II Guerra Mundial para instalarse en los EEUU, donde hasta el año 1973 registraría uno de sus periodos más productivos desde el punto de vista artístico. Vivió rodeada de corrientes artísticas que le influyeron pero en las que nunca se integró, “ella era una voz particular, propia, única e independiente a lo largo de su trayectoria”.

Acumulación y repetición

Fue en Nueva York donde desarrolla su faceta más reivindicativa con perfomances de denuncia, con participaciones en contra de la guerra, en apoyo al colectivo homosexual o denunciando con sus obras las discriminaciones raciales. La utilización de los desnudos fue uno de los elementos más novedosos y escandalosos que favoreció que los medios norteamericanos se fijaran en ella.

El infinito como concepto es uno de sus temas preferentes, explorar la idea del infinito a través de redes y puntos que sugieren dimensiones galácticas. El uso de los lunares, que se convertirán en una de sus señas de identidad, como elementos que representan las estrellas, los planetas o la propia tierra, “un lunar entre un millón de estrellas”. Los lunares son en su obra espacios negativos dentro de la red y viceversa.

La idea de la acumulación y la repetición los concibe como una “expansión lógica” de su visión creativa y que aparece en gran parte de sus trabajos. La acumulación expresada, por ejemplo, en una sucesión de recortes de tarjetas de visita con su nombre y que conforman una de sus obras. La repetición también aparece con el uso de protuberancias, falos con tela de relleno adheridos e insertados en todo tipo de elementos como ropa, zapatos o maletas que los convierten en obras misteriosas e insólitas asociadas a realidades orgánicas y eróticas. Su deseo compulsivo de multiplicar estas formas es el que le llevaría a emplear otro de los elementos repetidos en su obra: los espejos para multiplicar su efecto.

La naturaleza y la vida orgánica completan la temática recurrente de Kusama. Las plantas, la naturaleza con sus propios ciclos de vida y muerte. Una idea que convive en su mente con la de un cosmos ilimitado. De ahí surge el ‘biocosmos’ o “naturaleza cósmica” con la que pretende conectar el cielo y la tierra, lo macroscóspico y lo microscópico con el fin de revelar el misterio de la vida.

"Tengo mucho más trabajo que hacer"

La muerte y la vida conviven en un pulso por hacerse espacio en su mente y en su taller creativo. Ha reconocido en varias ocasiones que teme más a la enfermedad que a la muerte. La pugna se acentuó en los años 70 tras la muerte de su padre Kamon, con quien tuvo una relación complicada, y uno de sus mejores amigos, el artista Joseph Cornell. Dos pérdidas que le sumieron en una profunda depresión. Son varias las obras de este periodo en el que la muerte aparece no cómo el destino final del hombre sino como otra fase más de la vida que puede abrir la puerta a una otra forma humana, a una reencarnación.

Tras su regreso a Japón, en 1974 tras tres lustros en Estados Unidos, Kusama tuvo que comenzar a hacerse un hueco en su país. En la cultura nipona fue ignorada en un principio, el reconocimiento tardó en llegar. La dificultad no fue sólo por razones de género y desconocimiento por una artista japonesa formada en el exterior, sino también por algunos de los contenidos de sus trabajos, difíciles de asumir en una cultura como la nipona. La bomba nuclear, tema tabú durante muchos años, fue muestra de ello. En 1999 aseguró que creaba arte con fines sanadores para la humanidad.

Es con 80 años cuando inicia uno de los periodos más activos de su carrera, donde nace la serie más amplia de cuantas ha pintado: ‘Mi alma eterna’. Se trata de una serie formada con más de 900 pinturas de gran colorido que comenzó a pintar en 2009 y no concluyó hasta 2021. El periodo de pandemia le obligó a renunciar a acudir a su taller en Tokio y a trabajar en su propia habitación de hospital, donde aún hoy trabaja. Una circunstancia que le forzó a dedicarse a los formatos más reducidos. Reconocida como gran escritora, Kusama siempre ha manifestado que el arte se ha convertido para ella en un elemento de supervivencia y que sostiene su vida: “Oh. Tiempo. Detente todavía un momento. Tengo mucho más trabajo que hacer. Hay tantas cosas que quiero expresar”.