Ed Sheeran, la estrella de andar por casa que más discos vendió en 2017 y revienta plataformas de streaming, ha brindado este martes en el estadio Wanda Metropolitano el tercer concierto de su carrera en la capital española y el más numeroso, aunque sin un empaque a la altura de esas dimensiones.

Ante el aforo completo de más de 55.000 personas, muchas de las cuales reventaron la taquilla el día de su apertura (despachó 70.000 entradas en solo tres horas para sus dos shows españoles), el británico ha ofrecido un espectáculo de 105 minutos de duración demasiado parecido en hechuras y repertorio a sus visitas previas. De hecho, pese al aforo y el precio de las entradas, Sheeran ha vuelto a presentarse como un cantautor sin banda, apoyado solo por su guitarra, su voz, los pedales para loops, así como por unas modestas proyecciones y escaso aparato de luz cuando no había terminado de caer el sol, sin más alharacas que el calor del público.

Este desde luego no ha parecido cuestionar que el artista decidiera no incluir algún elemento fresco en sus puestas en escena, que empiezan a convertirse, como denuncian algunos críticos de sus discos, en un paquete resultón de canciones pero sin nada nuevo que aportar, probablemente infraescalado para un estadio. Sin querer darse importancias, sin redobles ni juegos de luces, enfundado en una camiseta negra y zapatillas como el que viene de un recado de última hora, el músico británico que más dinero ganó en 2018 ha hecho un paseíllo lento hasta el escenario con una puntualidad británica que ha pillado a un buen puñado de asistentes aún entrando en el recinto.

Como en su anterior visita, en 2017, Castle on the hill ha escrito el primer renglón del concierto, en el que también se ha repetido la misma estructura escenográfica de cinco pantallas verticales dispuestas en un arco que ascendían hasta curvarse como una marquesina teatral. Si ha habido un elemento añadido, aunque indeseado, además de una mayor distancia respecto a la estrella, ha sido la difícil acústica del Wanda Metropolitano, que sigue sin encontrarle el punto a las sonorizaciones para evitar los ecos y el emborronamiento musical, como ya pasó con Bruno Mars el pasado año.

Mantiene en directo el mismo nervio eléctrico que encadiló en el pasado en cortes como el espídico Bloodstream

Sheeran, muy jovial durante toda la cita, pronto ha recordado sus actuaciones ante "el maravilloso público de Madrid", pie idóneo para introducir tras Eraser la canción que lo dio a conocer al mundo hace 10 años, la emotiva The A-Team, de su primer disco, que no ha olvidado aunque el protagonismo haya recaído en el tercero y último, ÷ (Divide), el más vendido.

Frente a la inclinación por el tono acústico, el pelirrojo mantiene en directo el mismo nervio eléctrico que encadiló en el pasado en cortes como el espídico Bloodstream, una orgía de colores sostenida por su sola energía, a la que ha sucedido su actual éxito en las radiofórmulas, I don't care, que en su versión grabada canta junto a Justin Bieber.

Tras un tramo intermedio sin grandes incisos, más allá de Galway Girl o Tenerife sea, la traca final la ha abierto Thinking out loud, la mejor canción de los Grammy de 2014 y una de las más coreadas de la noche. Ahí han cabido cortes como la romántica Perfect, quizás el gran momento de comunión musical del público con Sheeran, y, justo antes de los bises, la dinámica Sing, de lo mejor de la noche, pero no "Barcelona", una rareza que entregó como regalo en su visita del fin de semana a la Ciudad Condal, en lugar de Nancy Mulligan, que es la que ha sonado en Madrid siguiendo el guion estipulado.

Con la camiseta de la selección española, para el remate ha dejado Shape of you, la canción más reproducida de la historia de Spotify, una jugada conocida pero no por ello menos efectiva, en una escalada ascendente irreprochable hacia el final con You need me, I don't need you, en el que ha anticipado en qué podría convertirse uno de sus conciertos si se erigiera realmente en líder de estadios.