En 2017, en plena efervescencia soberanista previa al 1-O, en el Teatro del Liceo un grupo de espectadores empezó a cantar Els Segadors antes de la función Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi. En ese mismo lugar se cantó al terminar la guerra el Cara al sol por las milicias fascistas catalanas en 1939. Son dos episodios de dos momentos de Cataluña muy distintos, pero que tienen en común a la burguesía catalana como protagonista.

La escritora Pilar Eyre ha recuperado en su nueva novela Un perfecto caballero (Planeta) la Barcelona franquista para ambientar una historia de amor entre un empresario del textil franquista y ex combatiente del bando nacional y una trabajadora de su fábrica, ex profesora y republicana. 

“Es un periodo de nuestra época, los años 40 y 50, que ha sido borrado por una parte de la sociedad y de los libros de Historia. A mi me gusta reivindicar esa letra pequeña de la Historia en la que personas como las de mi familia tuvieron un papel, existieron y creo que forman parte de los cimientos de lo que somos hoy”, explica la escritora a El Independiente.

Los apellidos de los que cantaban Els Segadors en el Liceo no son tan distintos de los que cantaban el Cara al sol en el 1939

El libro de Eyre refleja una Barcelona muy diferente a la que hace unos días levantaba barricadas en el Paseo de Gracia. Diferente, olvidada premeditadamente y enterrada bajo la lápida del relato soberanista. “Es ingenuo pensar que durante 40 años los catalanes solo estaban opuestos al franquismo y esto no es así por más que se quiera hacer ver ahora. En los desfiles de la Diagonal Franco era clamando de forma entusiasta, no sólo por mi familia, que era franquista, sino por todo tipo de personas”.

En la Barcelona franquista, exhumada en Un perfecto caballero, la vida social de la burguesía a la que pertenecía su propia familia es el marco sobre el que se desenvuelven apellidos de familias conocidas, como los Bofill, Samaranch, Sentís, Terrados y otros que han sido modificados. 

Desfile de la victoria en Barcelona, 1939. Biblioteca Nacional

“Mi libro funciona un poco como una crónica social de aquellos años, los apellidos de aquellas familias todavía siguen existiendo. La oligarquía, que decíamos los marxistas antes, esa oligarquía existe y sigue existiendo; hay 50 o 100 familias que continúan teniendo mucho poder en Barcelona, los apellidos de los que cantaban Els Segadors en el Liceo no son tan distintos de los que cantaban el Cara al sol en el 1939”, explica Eyre.

Para la escritora, la mentalidad de los empresarios les llevó tras la guerra a “poner una vela a Dios y otra al Diablo, porque lo importante es tirar para delante”. En esa persecución de la supervivencia la novela refleja las dinámicas corruptas de la dictadura. “Hubo una parte de los vencedores de la guerra que se enriquecieron aprovechándose de las corruptelas del régimen y de la posguerra, pero otra parte de los vencedores eran personas honestas”, explica la autora.

En la novela habla de algunos casos de empresarios del textil que “se aprovecharon del franquismo, de ir a Madrid y untar a unos y untar a otros y luego sacar las divisas fuera, pero otros empresarios se vinieron abajo porque no supieron adaptarse a los nuevos tiempos ni a esos nuevos métodos”, asegura Eyre.

Puesta de largo colectiva en el Hotel Ritz.

Amor entre dos mundos

La historia de amor entre Mauricio Casasnovas y Amparo Cortés es el nexo entre la Barcelona franquista, de la que Eyre pone a sus padres como ejemplo -“que se iban mucho de juerga, al cine, a jugar al golf o montar a caballo”-  y la Barcelona de los vencidos que “malvivía en cuevas y hacía cola en las fábricas para poder trabajar”. De esas barcelonas “venimos nosotros”. 

Esa historia real de amor, ficcionada en la novela, despertó todo tipo de comentarios en la época. “Recuerdo a mis padres hablando de este empresario, a ellos no les sorprendía que él tuviese una querida, cuando estaba casado y tenía hijos, lo que les asombraba es que se hubiera enamorado de ella. Estaban escandalizados, mi padre decía: Que está enamorado, es un payaso, es un pobre hombre, ¡enamorado dice!. Les parecía imposible que se le hubiera ido la cabeza con una obrera de su fábrica”.  A partir de esa historia, “que se desenvolvió de otra manera y está absolutamente ficcionada; he creado una novela con los mimbres hechos reales”.