Se había casado con un hombre poderoso. Miembro de una familia de editores y 14 años mayor que ella. Él le dijo que su infancia debería escribirla, que su niñez, como niña de buena familia pero desbocada, era digna de un libro. Lo que no le contó es que la encerraría con una máquina de escribir a fabricar páginas y páginas que luego vendería como suyas. Tampoco, que la convencería de aquello asegurando que como mujer nunca la leería nadie.

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