Llevamos años insistiendo en la maternidad como tema universal, en que los libros que hablan sobre ella no sean considerados como literatura escrita por mujeres y dirigida a las misma y Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) ha decidido no sólo leerla sino escribirla. No esa fase de crianza que afecta a ambos y que tan poco han tocado los hombres, sino el embarazo y todo lo que ocurre en esa espera que se pensaba en femenino y que él ha querido democratizar.

Empezó sin saber que acabaría siendo un libro. Tomando notas desde que la ginecóloga les dijo que aquel bebé era viable hasta que pudo interactuar con él. Un año completo, de agosto de 2020 a agosto de 2021, en el que recogió aquello que le iba sucediendo y cómo le iba afectando, cambiando, llenando de miedos. Ahora lo recoge en Umbilical (Alfaguara), un libro con el que pretende mostrar el vínculo que se establece con los padres en esos primeros compases de la existencia.

Pregunta.- Hablas de la paternidad desde la maternidad. ¿Tendemos a pensar que la madre se hace en el embarazo y el padre en el nacimiento?

Respuesta.- Me parece muy interesante ese modo de expresarlo. Desde el propio título una de las preguntas que se hace el libro es que tipo de vínculo que se establece con el padre en esos primeros compases de la existencia en los que, un poco por razones biológicas y otro poco por razones culturales, no tendemos a visualizar al padre. Bueno, en ocasiones el padre no quiere ser visualizado.

P.- ¿Y por qué eliges ese periodo de un año?

R.- Me interesaba pensarlo desde que se confirma la posibilidad del bebé, desde la gestación hasta los primeros tiempos o bien de lactancia o muy primera crianza. De ahí el título, es posible vincularse física, emocional con un bebé por nacer desde el lugar del hombre. Y para eso una de las cosas esenciales es acompañar, observar y aprender de las madres. Pero también hacer una especie de introspección de género que en mi caso al menos me llegó de asombro y me rompió algún que otro esquema. Tenía la idea, un prejuicio, de que a mí me gustaban los críos pero sobre todo a partir de que hablaban o podían participar de un juego organizado. De dos o tres años en adelante.

Para mi sorpresa empecé a sentir una vinculación muy intensa desde el principio de la gestación, desde que le vi moverse y, sobre todo, cuando me dijeron que ya podía escuchar. Vengo de una familia de músicos y saber que ya podía oír, que sentía los cambios de sonido, de luz...

P.- Pocos hombres hablan de la paternidad y aún menos de esta etapa

R.- Me encanta la literatura de maternidades que se ha escrito y se sigue escribiendo. He escuchado a muchas madres para ensanchar mi propio rol que no es el mismo que el de la madre pero es más cercano, íntimo e instintivo de lo que creía. Los hombres estamos en un momento de escuchar, de escuchar doble, para tener una visión más precisa y justa del lugar y de los múltiples lugares de las mujeres y redefinir el nuestro.

P.- ¿ Y cuál es?

R.- Pues al ir tomando notas poco a poco fui descubriendo que tenía tres misiones: una era la de mi lugar de paternar, la otra es la idea de mi hijo pueda leer la crónica de esa parte de su memoria que jamás va a tener de manera directa. A mi personalmente me habría encantado leer una narración de esa época de mi vida, porque luego a los que la vieron se les va emborronando y no tiene nada que ver con la realidad. Y la tercera era la de conversar con mi hijo del futuro y narrarle esa la parte invisible de su memoria.

P.- ¿Lo visualizaste como un libro desde el primer momento?

R.- Lo visualice como un libro de literatura cuando lo pensé también como una narración para cualquier persona, todas aquellas que tienen o no tienen hijos, porque es pensar la propia prehistoria de la memoria. "Cómo habrá sido mi aprendizaje del sueño, mi alimentación, me habrán tocado mucho o no, qué formas aprendí a reconocer primero".

P.- De lo que no recordamos

R.- Se trata del ángulo imposible de nuestros recuerdos, esa parte de nuestra memoria solo nos la cuentan y, entonces, el principio de nuestra memoria se mezcla con la memoria ajena.

Empezamos a recordar cuando ya los cimientos más importantes están puestos. Sentí que me estaba narrando o reviviendo día a día esa primerísima infancia y revivir la mía y preguntarme porque la literatura no ha narrado mucho ese momento, el periodo bebé y el posterior, me gustó.

P.- Escribes en el libro: "Al principio serás quien te digamos" y otras muchas frases en la que se intuye un temor a la imposición.

R.- La crianza es una bomba de relojería. Se juegan en ti tus temores y tus expectativas, lo que crees que eres, lo que temes que tu criatura sea, lo que se va a parecer a ti... Es muy difícil visualizar con nitidez la imagen del bebé sin todos esos filtros que son tuyos y tratar de dejarlo ser y averiguar cómo es, cómo está siendo, cómo será... Somos como somos por una afinidad o un rechazo hacia nuestros padres, así que me pregunto: ¿hasta que punto la identidades se legan?

P.- ¿Y hasta qué punto nos desligamos de nosotros para centrarnos en los hijos? ¿Pasamos de ser protagonistas a actores secundarios?

R.- Por un lado estoy tentado de decirte que sí. Se produce un enorme aplazamiento de las necesidades propias, pero por otra lado también se debe a esa extraña introspección un poco alucinante, por el cansancio, la emoción, que parece que tu has suspendido. Sentí que íbamos haciendo en casa un ejercicio silencioso pero muy poderoso de reaprendizaje de nuestra propia vida o de nuestra propia identidad. Cambiar de perspectiva y poder ir complejizando las miradas narrativas sobre tu propia vida.

¿Qué valdría la pena enseñarle? Es que desde que está mi hijo en mi vida me puede más la sensación de que estoy aprendiendo de él que él de mí, es un maestro involuntario.