Creemos que somos un país que sabe de música. Y es cierto, pero somos bastante más “selectivos” a la hora de dar su sitio a los grandes, y el criterio no siempre es el de la calidad. Hoy, en la música del mundo, es el día de Ella Fitzgerald. Catorce premios Grammy no se lo dan a cualquiera. Para quien no la conozca, o la quiera reconocer, recordemos que en su voz tomó forma única una composición de Gershwin que supo llevar el Jazz al cine y a tantos y tantos momentos únicos el swing suave y delicado de una tarde de verano: Summertime.

En los Estados Unidos, que son tan amigos de ponerle nombres rimbombantes a las celebridades, se la conoce como la “Primera Dama de la Canción”, la “Reina del Jazz”, o “Lady Ella”, por su inequívoca elegancia, adquirida de forma instintiva en sus orígenes humildes. En su voz se encierra un retrato en blanco y negro, sobre todo negro, de una norteamérica pre bélica de escasez y blues como forma de vida en la ciudad. Cristal puro había en su voz cuando volaba desde los sucios callejones de Yonkers, un suburbio neoyorquino, hasta el mismísimo arco iris gracias a aquel reciente invento maravilloso llamado cine.

Sufrió los abusos de su padrastro, pero no se conocen escándalos más allá de algún trabajo ilegal en su juventud, lo que deja poco espacio para el amarillismo. De hecho, en la única película documental sobre su vida, “Ella Fitzgerald: Just One of Those Things”, Leslie Woodhead tuvo que dejar que fuera la música y su escasa familia viva los que hablasen. Pero podían haberlo hecho grandes como sus íntimos Louis Armstrong, Duke Ellington, o el mismísimo Frank Sinatra. Con él tenía una relación de admiración mutua que se dejaba notar en el escenario siempre, como en este momento en el que supo contestar a Frankie con su “Lady is a tramp”

Pocas veces pudimos ver una actuación así en aquella época. Recordemos que hablamos de un inculto y profundo racismo en una importante parte del país que lideraba como nunca el mundo occidental. Sí, todos los grandes de la música que nacieron negros tuvieron que sentarse detrás en el autobús. Hacían de la sencillez, virtud y con humildad poco a poco fueron ganándose las portadas de los discos. Por favor, no se pierdan la sencillez de la de su álbum junto al gran Armstrong. No tiene desperdicio. Y la música que contiene, menos.

No, sus grandes fans JFK y Marilyn Monroe ya no están entre los vivos y aunque lo estuvieran, no podrían contar las escenas que juntos vivieron mientras sonaba más de un disco de vinilo de nuestra cantante en algún pick-up de la época. De hecho, se le conocen visitas frecuentes a la Casa Blanca y fue la propia Norma Jean la que consiguió quitar la sordera comercial a más de un empresario nocturno que negaba el pan a esta excepcional cantante. Solamente se contrataba a cantantes blancos como la luna. Nuestro satélite, todavía no conquistado por su país, parecía estar siempre presente en aquellos primeros escarceos amorosos de toda una generación de norteamericanos que aprovechaban el final de la película en las “drive-in movies” para contemplarla junto al ser amado. Inolvidable su versión de “Blue Moon”:

Su aportación al mundo del jazz ha sido única. Además de grabar grandes estándares del género, tenía una técnica vocal única que combinaba una gran capacidad de improvisación con un control absoluto de su tono y su vibrato. En mi opinión, lo que más ha influido en los grandes del jazz, el blues, el swing, y hasta el pop y la bossa nova ha sido su versatilidad. Ser capaces de darle la vuelta a casi cualquier estilo. Por ejemplo, no se pierdan el giro que supo darle a uno de los himnos del pop mundial de los 60. Se arrancó a cantar por The Beatles en pleno show de Ed Sullivan. Ahí es nada.

Nunca pasa de moda una forma de cantar así, y nunca es tarde para darle su sitio en nuestra selección musical personal, por si el reguetón nos acorrala.