A veces un simple gesto puede ser determinante de toda una historia posterior.

El poder de las palabras, el poder de los nombres. El poder imaginativo de la soledad. O la necesidad de compañía.

María Luisa está sola. Pero también lo está Raúl, el conserje. Y Angelines, la amiga. Y los personajes inventados y creados por la mente de María Luisa. Todos se necesitan entre ellos. Es tan importante sentirse acompañado, escuchado, querido, como el comer. Pero María Luisa no está tan sola.

Juan Mayorga incide en ese aspecto de la soledad en una edad ya avanzada. Y de una o varias historias de amor, de imaginación y deseo, de ilusión, porque para eso no hay edad que valga.

Con tacto y cariño, Mayorga crea los personajes en la mente de María Luisa, y no podía faltar el poeta, idílico; pero también está el general, el que lo quiere todo en orden; y el práctico, el que cree tener los pies en el suelo. Pero la historia no acaba ahí, porque la amiga de siempre forma parte de una manera de vivir la vida actual. Y el conserje de la finca, siempre solícito, necesario, sencillo.

Todos tenemos amigos a los que les hablamos de vez en cuando, aunque sean imaginarios

Y el autor, que también dirige su obra, trata estos temas sin dramatismos, con humor, con el cariño imprescindible que necesita la protagonista. Delicadeza en Lola Casamayor, energía vital, ganas de romper estereotipos, sin avergonzarse, con el deseo de volver a las acciones que en su día no realizó, quizás por educación. Y esa amiga confidente, espejo, posiblemente más necesitada de compañía que la propia María Luisa, pero más aturdida, por eso la llama constantemente por su nombre. Estupenda Marisol Rolandi. Y los demás, Juan Codina, Juan Paños y Juan Vinuesa, los tres Juanes, mitigando emociones, centralizando su llamada de atención, cayéndonos bien, porque todos tenemos amigos a los que les hablamos de vez en cuando, aunque sean imaginarios. En este caso serán los salvadores de la soledad que harán que el mundo no se acabe a la primera de cambio. Paco Ochoa completa el elenco también para salvar la realidad de la imaginación, o para constatar que hay parte de verdad en la mentira.

Los nombres, convertidos en personas, los nombres, las palabras, los silencios, las acciones, el deseo, la puerta del baile que debe permanecer abierta, los muñecos asomados a la ventana si no hacemos nada por remediar este triunfo decadente de la edad. Es como si el árbol, definitivamente, fuera creciendo hacia abajo.

Pero el árbol necesita del viento y cambia de color en cada estación, enraíza con las costumbres y, en ocasiones, esas raíces salen al exterior, anidan las amistades, los recuerdos, aquello que pudo pasar y se quedó en nada, las ganas de sentirse libre de culpa, las luces encendidas en una casa vacía.

María Luisa ha salido a la calle y cuando vuelve se fija en el buzón con los nombres de los que la acompañan, cada vez son más, al fin y al cabo, tiene sitio en su casa, en su corazón.

 FICHA ARTÍSTICA

Autoría y Dirección: Juan Mayorga

Elenco: Lola Casamayor, Juan Codina, Juan Paños, Juan Vinuesa, Marisol Rolandi, Paco Ochoa

Producción: La Abadía/Lazona

Espacio: Teatro La Abadía