Mara Jiménez pasó más de 15 años de su vida escondiéndose de sí misma. Sufrió bullying durante años y desarrolló un trastorno de conducta alimentaria (TCA). Durante mucho tiempo ella pasó a segundo plano y su cuerpo parecía ocuparlo todo. Días de querer romper el espejo, de no quererse y de ignorarse. Hasta que, con el tiempo y mucho trabajo, pasó de odiarse a amarse.

Ahora es influencer y actriz, y se dedica a divulgar contenido contra la gordofobia en redes sociales. Conocida en Instagram como Croquetamente, acumula medio millón de seguidores que la acompañan y aprenden de su mano a conocer su valía. Precisamente, acaba de publicar Más yo que nunca. Trazando el mapa para volver a ti, su segundo libro, una guía con todos sus aprendizajes y herramientas para sanar la relación con tu cuerpo.

Cuando era pequeña se sentía incomprendida. Era una niña gorda que sufría TCA y nadie la entendía. Y ahora, aunque reconoce que las cosas "han mejorado", hay personas que cuestionan lo que sufrió. En una charla con El Independiente, Mara reflexiona sobre la gordofobia, los mitos que la envuelven y qué podemos hacer para que las tallas del pantalón dejen de importarnos tanto.

Pregunta- Dices en el libro que la gordofobia lleva tantos años bien camuflada en nuestra sociedad que ahora nos cuesta muchísimo aceptar la idea de que la estamos ejerciendo.

Respuesta- Al igual que otras violencias u otras discriminaciones la gordofobia está tan presente en el día a día que nos cuesta mucho detectarla. Como persona gorda reconozco que he tenido que deconstruirla en muchos momentos.

P.- Te dedicas a hacer activismo contra la gordofobia. Compartes en tus redes sociales contenido divulgativo relacionado con el tema, pero aún así dices en el libro que hay muchas personas que siguen poniendo "peros" a vuestras historias.

R.- Lo peor no son los "peros", sino la gente que niega tu vivencia. ¿Cómo vas a negar algo que es mi propia historia? Puedes estar en desacuerdo con parte de mi discurso, pero es que hay personas que niegan el bullying que he sufrido o incluso mi TCA. Es algo que me choca muchísimo.

P.- A veces es inevitable compararnos, sobre todo ahora en redes sociales. ¿Es tan difícil reconciliarnos con nuestro cuerpo?

R.- Estamos en un momento en el que la comparación es muy accesible. A un golpe de click tenemos a miles de personas que nos muestran su vida perfecta. También es muy difícil amarte en un mundo que constantemente te incita a no hacerlo. El amor propio no sana la violencia estructural que vivimos. Tú puedes amarte muchísimo, pero cuando salgas de casa te vas a encontrar con un sistema que te oprime. La clave es tener muchas herramientas para poder derribar esa tiranía de la belleza a la que estamos sometidas.

P.- ¿Cuáles son los mitos que más escuchas en torno a las personas gordas?

R.- Dicen que somos personas vagas, que no hacemos esfuerzos para cuidarnos, que nos alimentamos de una manera desequilibrada, que no nos movemos o que somos perezosas. Y por supuesto el principal es el tema de salud, que nos descuidamos y que vivimos en un cuerpo enfermo.

Hay personas con cuerpos que son aparentemente perfectos y, sin embargo, tienen complejos

P.- Con 13 años fuiste diagnosticada con TCA. ¿Crees que solo se vincula el trastorno alimenticio con las personas muy delgadas?

R.- Hay mucha gente que asegura que todas las personas gordas tenemos trastorno por atracón y que estamos gordas porque comemos compulsivamente cuando es completamente falso. Los trastornos de atracón son los grandes olvidados, hay muchas personas delgadas que también lo sufren.

Yo por ejemplo fui diagnosticada con anorexia purgativa, que se suele asociar a cuerpos delgados con infrapeso. Todos los cuerpos son distintos, tú puedes tener una malnutrición pero que tu cuerpo no adelgace a esos niveles, que es lo que por ejemplo me pasaba a mí.

Es muy peligroso porque cuando creemos que los TCA se ven, estamos obviando otras personas que lo tienen, que ni siquiera son conscientes o que no se atreven a reconocerlo. Como no se ve, sienten que nadie les va a creer.

P.- Ahora está de moda hacer ejercicio y no parar de moverte. Precisamente cuentas en el libro que en su momento relacionabas moverte con adelgazar. ¿Cómo sanar la relación que tenemos con el movimiento?

R.- La cultura del fitness se ha encargado de otorgar al movimiento el objetivo de modificar el cuerpo, y hemos olvidado la salud, lo que te aporta a nivel espiritual, el bienestar, la flexibilidad o la fuerza. Tenemos que recordar que no todo es ir al gimnasio y levantar una mancuerna, y empezar a verlo como una fuente de placer y bienestar. Y también entender que no todos los días son iguales, que somos personas cíclicas, que entrenar un lunes no implica lo mismo que entrenar un jueves.

P.- ¿Todos tenemos complejos? Cuando pensamos en cosas malas sobre nuestro cuerpo tenemos una lista larguísima, en cambio, para las cosas buenas nos suele costar más pensar en ellas.

R.- Hay personas con cuerpos que son aparentemente perfectos y, sin embargo, tienen complejos. ¿Cómo puede ser que esa persona que tiene el cuerpo ideal que siempre he querido tenga complejos? Lo normal es que yo, que estoy en el otro lado, los tenga porque me han enseñado que mi cuerpo tiene que tenerlos.

No tenemos miedo a tener un cuerpo gordo, más bien a las consecuencias que sabemos que vamos a tener a nivel social, todos los comentarios que vamos a recibir

Ahí te das cuenta de que el problema no es tu cuerpo sino en cómo la sociedad nos ha enseñado a verlos. Vivimos en un sistema que nos invita constantemente a estar descontentos con el cuerpo que habitamos y nos exige más cambios, más operaciones y estar más delgadas. Cuando te das cuenta de que todo el mundo tiene complejos, hasta la que tú consideras más perfecta, te hace tener una mirada más compasiva hacia tu cuerpo.

P.- En ocasiones vamos a varias tiendas y no entramos en la talla que siempre hemos utilizado. Y eso es un drama. ¿Por qué nos supone tanto choque el no poder entrar en una talla en concreto?

R.- Es el ejemplo perfecto de cómo nos atraviesa la gordofobia a todas las personas aunque la violencia más fuerte la ejerzan contra los cuerpos gordos. Si yo siempre he llevado la 36 o la 38 y de repente tengo que llevar una 42, a lo que temo no es tanto al número, sino lo que implica ese número. Todos, aunque pensemos que no, somos conscientes de lo que implica tener un cuerpo gordo en la sociedad. Lo vemos en el día a día, cómo los medios de comunicación se ríen o se mofan y hacen titulares de famosos que han engordado, o vemos cómo la gente en cualquier reunión familiar critican el cuerpo de una u otra.

No es el miedo a tener un cuerpo gordo, más bien a las consecuencias que sabemos que vamos a tener a nivel social, todos los comentarios que vamos a recibir, los juicios o las limitaciones. El hecho de que en dos tiendas lleves tallas diferentes también es una forma de opresión hacia tu cuerpo. Lo principal es entender que la ropa es ropa y tenemos que vestir la que nos es cómoda. Es un número que no nos define para nada.