Cuando nos colocamos frente a El jardín de las delicias empezamos a mirar el Paraíso. El tríptico de El Bosco que divide en tres el mundo es el cuadro que más llama la atención del Museo del Prado, incluso por encima de Las Meninas, y en lo primero que nos fijamos cuando estamos ante él es en el placer, en Dios, en la luz… Pero la atención cambia rápidamente y pasa por la tabla central para ir corriendo al Infierno, a la oscuridad, a las figuras más siniestras y, sobre todo, a El Bosco, que se autorretrató justo en este lado derecho.

"Es un cuadro muy complejo en el que no sabes bien dónde mirar, y pensamos en hacernos esta pregunta desde el punto de vista científico"

Así lo demuestra un estudio realizado por la Universidad Miguel Hernández de Alicante en colaboración con el Museo del Prado. A través de una muestra de 52 personas, y gracias a una tecnología aplicada en unas gafas que cuentan con decenas de sensores y una cámara que enfoca a cada pupila, han descubierto cómo miramos El Jardín de las delicias e incluso cuánto tiempo dedicamos a cada metro cuadrado y cómo nos emocionan las distintas figuras.  

"Es un cuadro muy complejo en el que no sabes bien dónde mirar, y pensamos en hacernos esta pregunta desde el punto de vista científico. El jardín de las delicias es una obra de conversación, lo es desde su primer destino, el Palacio de Nassau, en Bruselas, donde se enseñaba a las visitas de clase alta para entablar una discusión. Ahora lo habitual es que lo veamos en una sala que está completamente llena de gente, así que nos preguntábamos dónde se colocaba esta gente ante esa multitud y lo averiguamos gracias a una tecnología que se utiliza como un GPS y que permite saber cómo se desplaza una persona por la sala”, explican desde el grupo de Neuroingeniería Biomédica de la UMH, encargado de este trabajo.

Huella del recorrido visual de los visitantes del Prado que participaron en el estudio.

"La mayor parte de los sujetos empiezan por el panel de la derecha, el 46%, un 35% por el panel central y un 20% por la izquierda", explican. Además, el estudio revela que dedicamos un total cuatro minutos a observar el cuadro al completo; 16 segundos por metro cuadrado para la tabla de la izquierda, 26 para la central y casi 34 para la de la derecha.

También que las mujeres dedican más tiempo de observación tanto en conjunto como por tabla y como por figuras. "Pero por ejemplo, si vamos al panel del Paraíso, la figura de Dios la observan el mismo tiempo tanto hombres y mujeres, en torno a un segundo. En cambio, cuando acudimos a la parte del Infierno, ellas dedican casi cinco segundos al autorretrato de El Bosco y ellos apenas tres", agregan.

Mapa de calor

Algo llamativo, ya que siendo El Bosco una de las figuras más observadas es una de las que menos se recuerda. "La mayor parte no se acuerda, pero cuando analizamos vemos que aunque la mayoría no lo ha guardado en su memoria todos lo han visto y han centrado su mirada en su autorretrato. Las dimensiones de su figura son más grandes que las de resto del cuadro y eso hace que centremos más la visión en él", afirman. Y añaden que también se ha analizado el tamaño de las pupilas, que se dilatan cuando el ojo encuentra algo de interés. "Se hacen grandes con Dios, con el monstruo comehombres, con las orejas o El Infierno y el autorretrato. Todo esto se ha podido averiguar gracias a una medición iconográfica, según el tiempo de observación de elementos más concretos dentro de la obra. Ello ha permitido generar un mapa de calor que refleja las partes del cuadro que más llaman la atención de cada uno de los observadores", recalcan.

La enigmática figura del hombre árbol escogida por El Bosco para pintar su autorretrato.

Muchísima información que se recopiló durante tres días de enero gracias a 52 personas. "Eran visitantes normales del museo y cuando se lo propusimos nos dijeron rápidamente que sí. Son una mayoría de mujeres frente a hombres (el 60% de la muestra), españoles frente a extranjeros y con mayor presencia de jóvenes entre 20 y 40 años. Para poder realizarlo se les han puesto unas gafas de seguimiento ocular que, conectadas a un ordenador, registraban de manera independiente la dirección de la cabeza, la dirección de los ojos, los movimientos sacádicos (los que realiza el ojo no sólo cuando mira sino cuando observa) así como el tamaño de las pupilas", aseguran.

Tal y como ha afirmado Javier Solana, presidente del patronato de la pinacoteca, durante la rueda de prensa, "es una presentación un poco particular". El Prado "es un museo que tiene una gran apertura de miras. Lo que vais a ver aquí es sólo el principio de algo que estamos desarrollando y que es qué vemos cuando vemos un cuadro, qué vemos cuando vemos una figura, un color, una cara... Cuando tenemos dos escenas cómo las vemos por separado, juntas, cuánto tiempo dedicamos a cada una. Vamos a intentar aprender un poco más cómo es la mirada, y esto nos va a ayudar a aprender mucho sobre el arte, sobre el ojo. El arte desde el punto de vista científico", ha asegurado ante la prensa.

Una "variedad del mundo" unida por el pecado

El tríptico de El jardín de las delicias fue pintando por El Bosco, Jheronimus van Aken, entre 1490 y 1500 y es la obra más conocida del pintor holandés. "No se sabe si lo mandó hacer Engelberto II de Nassau, ­fallecido en 1504, o su sobrino y heredero Enrique III de Nassau", explican desde la institución donde se encuentra y donde se puede visitar desde 1939, cuando llegó al acabar la Guerra Civil y tras abandonar El Escorial. "Feli­pe II lo adquirió en su almoneda y en 1593 lo destinó al monasterio de El Escorial, registrándose en su libro de entregas como 'una pintura de la variedad del Mundo, que llaman del Madroño'", añaden.

Se trata de una obra de tipo moralizador donde el pintor habla de la temporalidad de los placeres pecaminosos y de su naturaleza efímera. "El pecado es el único punto de unión entre las tres tablas. Desde su aparición en el Paraíso con la serpiente y con Eva –que asume la culpa principal de la expulsión del Paraíso, propia de la misoginia medieval–, el pecado está presente en el mundo –pese a que se muestre como un Paraíso terreno engañoso a los sentidos– y tiene su castigo en el Infierno", explica Pilar Silva Maroto, jefa del Renacimiento del Museo del Prado en su página web.