A Rosa Montero (Madrid, 1951) le pidieron participar en un documental de RTVE sobre el juicio por la desaparición del 'Nani', el primer juicio a policías corruptos en democracia, a raíz de unos artículos que había escrito hace años. Se puso a releerse y se encontró con un mundo muy distinto y a la vez con trazas similares. Le dio por revisar una década completa, de 1978 a 1988, y se descubrió narrando los crímenes a los abogados de Atocha, las palizas que recibían los presos en la cárcel de Herrera de La Mancha, a Las Vulpes y la canción que les destrozó la vida: Me gusta ser una zorra, la gira de Miguel Ríos o la visita del Papa.
También el golpe del 23F, el miedo, la angustia. La droga por todas partes y los cadáveres jóvenes que iba dejando por su camino. Pensó que aquello definía una época que hemos casi olvidado y ahora publica Cuentos verdaderos (Alfaguara) donde recopila los que le parecen más característicos y también los más singulares. Todos los había publicado en el diario El País.
Desde El Independiente entrevistamos a la escritora, periodista y Premio Nacional de las Letras 2017 sobre aquellos años en los que el periodismo era una institución y sobre cómo lo ejerció ella. Sobre el antes y el ahora. Responde rápido, se ríe mucho, baja la cabeza cuando le preguntamos por los reportajes más duros y asegura que vivimos mucho mejor ahora que en esos años ochenta que ahora vuelve a retratar.
Pregunta.- ¿De todos los que ha escogido de cuál se siente más orgullosa?
Respuesta.- Probablemente del de la cárcel de Herrera de La Mancha porque tras su publicación algo cambió. Casi nunca lo que haces sirve para nada, no cambias la idea de nadie que previamente no esté en tu nebulosa de pensamiento. Pero en este contribuí claramente a que se dejará de ejercer una violencia sistemática a los presos, creó que puse un granito de arena en una enorme montaña.
Rosa Montero publicó este reportaje el 2 de octubre de 1979, en el narraba como se maltrataba sistemáticamente a los internos de esta prisión. Este artículo ayudó a que el Tribunal Supremo condenase al director de la cárcel y a ocho funcionarios más a veintidós años de suspensión y un total de treinta y seis meses de arresto por dos delitos de rigor innecesario y nueve delitos de torturas. Fue la primera condena en España por delito de torturas.
P.- ¿Y del que menos?
R.- Solamente me arrepiento de una cosita pero decidí no cambiar nada de las crónicas y ahí está, en el libro. En el de Manolita Chen hablo de una de las chicas, una adolescente, y digo: "Tiene un cuerpo estupendo y cara de ratón". ¿Por qué puse que tenía cara de ratón? Pobrecita. Pero es que los ratones me gustan, me chiflan, me parecen monísimos pero suena fatal. Debería haber puesto, por ejemplo, cara de ardilla que no suena tan mal. Ahora pienso en si lo leería esa pobre chica y me da tanta pena... Decidí no quitarlo pero luego he pensando que lo puede leer ahora y volverse a fastidiar.
P.- En el prólogo dices que hablas de "una España turbulenta y caleidoscópica". Una España que se nos ha olvidado muy rápido.
R.- Realmente me sorprendió, porque tengo una memoria horrible, cuando releí estas crónicas, la falta de derechos, lo choriza que era la gente por todas partes, como en la gira de Miguel Ríos, había cosas alucinantes pero por otro lado también me llamó la atención ver cuántas coincidencias había con la actual. Desde por ejemplo Las Vulpes y su canción de Me gusta ser una zorra a lo que hemos vivido hace nada en Eurovisión o el asesinato de María Teresa Mestre a la que descuartiza un joven con lo del hijo de Rodolfo Sancho.
Pero lo que más me pone de los nervios es el tema de la droga. He vivido la epidemia de droga que hubo en este país y era terrorífico, todo el mundo que conocías tenía un hijo o un hermano que les vacía la casa, en la mía se metieron dos veces a robar... En fin, era un horror, luego llegó el sida y se murieron todos. Pero ahora veo que está volviendo y con eso te das cuenta de que hemos hecho un camino muy grande donde la sociedad se ha desarrollado democráticamente de una manera tremenda pero que todos los logros son frágiles y que tienes que luchar cada día por ellos.
P.- Hay mucha gente que echa de menos los años 80.
R.- Esa es la típica falacia de la mirada interior porque lo que echan de menos es su juventud. Los 80 no hay que echarlos de menos. Como sociedad hemos mejorado muchísimo, en aquellos años se vivía muy precariamente en todos los sentidos y realmente no había un desarrollo social como el que hay ahora, ni tantas ayudas ni tantas becas... ¡La plena escolaridad no se alcanzó hasta mediados de los 80! ¿Cómo se va a vivir mejor entonces que ahora? Es completamente absurdo.
Recuerdo que hice un artículo hace cinco años y tuve que buscar unos datos que me dejaron pasmada. Entre 1976 y 1981 en las manifestaciones en España hubo más de 50 personas con nombres y apellidos que murieron, y esas las registradas. Tú te ibas a manifestar y te podían matar, te podía matar la extrema derecha armada, la policía a palos... Era una España muy precaria en todos los sentidos, la policía daba miedo que hoy para nada. Todo daba miedo, el golpe de Estado, 80 asesinatos al año de ETA, avisos de bombas que estallaban y que te mataban, asesinatos como los de Atocha...
Fueron años muy complicados y a eso súmale el paro, la droga, la desesperanza... No son años añorables, otra cosa es que fuera tu juventud y claro, yo en mi juventud también me lo pasé muy bien.
P.- Algo que parece repetirse en el malestar juvenil. Así lo describe usted en una crónica de 1978: "Las nuevas generaciones se sienten estafadas, marginadas, olvidadas por un parlamentarismo democrático que intuyen como un simple juego".
R.- Sí, es muy llamativo porque me dicen que es como lo de ahora y creo que sí pero con otras circunstancias. En aquel entonces estos jóvenes que trato además de marginados vivían la subida del paro, la droga, la sensación de indefensión... La gente se sigue sintiendo, y con razón, no totalmente apoyada pero es que entonces no había nada.
P.- En los pequeños textos que acompañan a estas crónicas habla de que sintió miedo en algunas ocasiones. ¿Cuál fue la peor?
"Entonces se vivía con otra sensación, el peligro era real. Recibías cartas amenazantes, todo dios las recibía, todos los periodistas y también te sentías amenazado por ETA"
ROSA MONTERO
R.- El de la cárcel de Herrera... Sentí mucho miedo al publicarlo y estuve unos días sin dormir cuando se publicó. Ese reportaje ahora no habría salido porque dos horas antes de que entrase a imprenta dos de los funcionarios aparecieron acojonados porque no querían que publicásemos sus nombres. Juan Luis Cebrián, que entonces era el director, me preguntó si estaba segura de que lo que decían era verdad y yo le dije que sí y se publicó. Fue muy arriesgado, hoy no creo que hubiera salido. Pero es que en aquella época teníamos la sensación de que éramos importantes para la Transición, creíamos que servíamos a una causa, al cambio y por eso nos arriesgábamos mucho más. Con aquel reportaje nos llevaron a declarar y pasé miedo porque el juez me amenazó con meterme en la cárcel por no revelar las fuentes. Al final no pasó nada pero pasé miedo, sí.
Pero es que entonces se vivía con otra sensación, el peligro era real. Recibías cartas amenazantes, todo dios las recibía, todos los periodistas y también te sentías amenazado por ETA. Incluso yo que estaba en la fila 30, no era de los realmente amenazados, hubo una temporada cuando estaban matando a periodistas que miraba todos los días los bajos de mi coche. Vivimos con eso, no era especial en eso, vivíamos todos así.
P.- También en el 23F, ¿dónde estaba durante el golpe de Estado?
R.- Estaba yendo a la Federación de Asociaciones Feministas que tenían la sede en la calle Barquillo de Madrid y a donde íbamos bastante, se hacían reuniones. Cuando estaba llegando una de las chicas que estaba abajo, en el portal, nos dijo: "Marchaos, marchaos, que han tomado el Congreso". Como la sede había sido asaltada varias veces por la extrema derecha y habían puesto cócteles molotov pues nos fuimos.
Fui a buscar una cabina y llamé al periódico y me dijeron que parecía que era Tejero y eso me aterró aún más porque a Tejero le habían detenido un año antes por la Operación Galaxia. Les dije que si iba y me dijeron que no hacía falta. A las 9 de la mañana del día siguiente ya fui.
P.- En una de las crónicas, en la que habla de una muerte por sobredosis, escribe: "Es una sociedad rígidamente satisfecha la que empuja hacia la heroína, hacia ese caballo al que dice combatir".
R.- Todavía no era una sociedad del todo libre. De repente hubo un momento de vacío en el que todo parecía posible para lo bueno y para lo malo. Estaba todo por escribir y no sabíamos dónde iba a caer esa sociedad en la que todo el mundo empujaba para que cayera del lado que le parecía mejor según sus ideas. Las convenciones eran más grandes entonces y más pesadas pero se habían quedado sin base.
P.- Gracias a ese reportaje la policía cerró un caso que llevaba tiempo en los periódicos.
R.- Sí, eso fue muy curioso. Habían aparecido dos chavales muertos en un chalecillo, una chica aparentemente de sobredosis y un chico que se había cortado las venas pero no se sabía lo que había ocurrido en realidad. Ella había muerto 48 horas antes que él y no se sabía si él la había matado a ella, si se habían matado los dos... No teníamos ni idea.
Resulta que eran de familias de estas de nombres y apellidos y eso desencadenó mucho morbo en los periódicos, se empezaron a contar todo tipo de hipótesis truculentas. A mí me llamaron los amigos de estos chicos a los que no conocía y me dijeron que les gustaría que contase la verdad. Me empezaron a contar su historia que era la de vida de gente que había terminado marginalizándose mucho por la droga, él había pasado por la cárcel y los dos estaban intentado salir de todo aquello pero no lo habían conseguido. Una de esas historias tristes.
Efectivamente, por lo que me dijeron, creían que ella no se había querido suicidar, que como tenía una insuficiencia respiratoria se quedó al meterse la dosis. Él, que había perdido un año antes a su novia por lo mismo, se pasó dos días con la muerta al lado sin saber qué hacer. Estaría pensando si denunciar, si no, pero con la muerte anterior... Terminó suicidándose y dejando una nota.
Entonces me llamó la policía y me preguntaron que cómo tenía toda esa información y les conté que me habían llamado sus amigos y que si querían los teléfonos. Me dijeron que habían hablado con ellos pero que no les habían contado nada... Al final cerraron el caso.
P.- Una de las partes más divertidas de este libro es cuando cuenta cómo hacía para conseguir enviar las crónicas.
"Cuando volvía encontraba una masa de periodistas al lado del teléfono que cada vez que lo descolgaban les respondía Rosi... Anda que no gritaban"
ROSA MONTERO
R.- Ahora con las nuevas tecnologías no nos damos cuenta pero cuando cubría por ejemplo la visita del Papa pues iba a Covadonga donde había ocho teléfonos públicos y éramos 400 periodistas que teníamos que mandar la crónica por teléfono. Entonces, un corresponsal de guerra, perro viejo, me había dicho años antes que el truco era llamar a cobro revertido a la redacción antes de que empezara el acto y decirle a la secretaria que estuviese a la espera, así tenías la línea cogida.
Así lo hacía en cuanto aterrizaba en el lugar y luego me iba al acto. Cuando terminaba y ya tenía el artículo escrito pues iba a la cabina. Cuando volvía encontraba una masa de periodistas al lado del teléfono que cada vez que lo descolgaban les respondía Rosi, la secretaria... Anda que no gritaban.
P.- En aquella década el periodismo gozaba de buena fama, de mucho prestigio. ¿Qué nos ha pasado?
R.- Ha sido una travesía por el desierto brutal. Los medios se han ido casi a la basura. En aquella época fuimos importantes en el paso de la Transición, constructores de sociedad y con riesgos. Luego vino la gran crisis de los medios con las nuevas tecnologías y la adaptación a un nuevo modelo de mercado que no supimos hacerla bien. Todo se fue al garete. En los últimos quince años creo que han desaparecido como el 90% de las cabeceras de prensa del mundo que es una monstruosidad y eso empobrece muchísimo la pluralidad.
Y luego los empresarios dan palos de ciego. En cabeceras de periódicos muy serios se ha empezado a dar temas del corazón, cosas que años antes eran impensable. Luego han reducido las redacción muchísimo y esas cuatro personas que hay ahora en vez de cuarenta tienen que hacer tanto trabajo... Esto sumado a que se ha despedido a seniors y contrato a juniors con sueldos de esclavitud. Así no se puede hacer bien.
P.- ¿Duda al leer un periódico?
R.- Hay que leer más de un periódico y siempre dudar.
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