Un niño de Occidente pasa de los dos años a los 18 el doble de tiempo frente a las pantallas que el que está sentando en el aula. El equivalente a que se matriculase en todas las asignaturas de dos cursos a la vez durante 15 años.

Desde hace tiempo se nos viene alertando del uso de pantallas a edades muy tempranas y desde hace algo menos estamos notando las consecuencias.

Las generaciones que al nacer ya vieron como sus padres subían y bajaban con el dedo o cómo en el salón las pantallas ya no eran para ver en familia sino individuales son ahora casi adultos y, según el neurólogo y director de investigación del Instituto Nacional de la Salud de Francia Michel Desmurget, unos auténticos cretinos.

Lo dijo hace ya cinco años en su ensayo La fábrica de los cretinos y ahora tras este lustro dando charlas y recibiendo siempre la misma pregunta al terminar, "¿qué podemos hacer?", publica Más libros y menos pantallas. Cómo acabar con los cretinos digitales (Península) donde encuentra el remedio aunque advierte de que parece más fácil de lo es en realidad: leer.

"Se trata de una verdadera máquina de configuración de la inteligencia en su dimensión cognitiva y también, y sobre todo, en su dimensión socioemocional"

MICHEL DESMURGET

Desmurget asegura que la gran solución son los libros en papel. Dice, como otros tantos estudios anteriores, que el saber no se adquiere en lo digital.

Que las pantallas no ayudan a memorizar, a recordar y que si no tenemos los datos no somos capaces de cruzarlos y generar progreso. "Se trata de una verdadera máquina de configuración de la inteligencia en su dimensión cognitiva (que nos permite pensar, reflexionar y razonar) y también, y sobre todo, en su dimensión socioemocional (que nos permite comprendernos a nosotros mismos y a los demás, lo que facilita las relaciones sociales). ¡Un lector es lo contrario a un cretino digital!", asegura.

Y para implantar la solución señala tanto a los colegios como a los padres. Advierte del uso de las pantallas en las escuelas y de cómo ya está demostradísimo que ha sido un fracaso. "Sabemos que la digitalización de los sistemas escolares tiene un impacto negativo en los niños y que su uso durante las últimas décadas ha sido un error. ¿Deberíamos dejar de enseñar a los niños como utilizar los ordenadores? La respuesta es que no, pero siempre que no sea demasiado pronto y para aprender su funcionamiento, no matemáticas o ciencias. Está demostrado que no se aprende igual, que el conocimiento no se adquiere con la misma profundidad. Mira Suiza, ha tenido que cambiar su sistema porque se ha visto que no funcionaba", explica a El Independiente.

Y echa pestes sobre aquellos que aseguran que vivimos en un mundo nuevo donde tenemos la biblioteca de Alejandría en nuestra mano. "Es la idea más estúpida que hemos tenido relacionada con la pedagogía y la educación. No es importante que la información esté en Internet, lo importante es lo que tengamos en la cabeza, necesitamos entender lo que leemos y para eso necesitamos conocimiento y este saber nos lo da la lectura. Tenemos que tener capacidad de criticar, analizar y evaluar lo que leemos. Además, poder cruzar ese conocimiento es lo que da lugar al progreso, a nuevas ideas, a nuevas teorías... Sin esto, perdemos lo que es más humano: la creatividad".

Advierte que si no hacemos que los niños lean cuando sean adultos se encontrarán frente a textos básicos que les sonarán a chino. "Como si a mi me das un estudio en alemán, no entiendo nada y eso es lo que está pasando. Se ha demostrado, por ejemplo en un estudio de la Universidad de Stanford, que los alumnos son incapaces de entender textos simples, noticias fáciles... No comprenden lo que dice y eso es terrible para la sociedad porque caen de lleno en las fake news", asegura.

Además, añade, que los propios chicos "dicen que se concentran mejor si leen en papel". "Pero leer es algo difícil que hay que aprender, el lenguaje es más complejo y más rico en los libros que cuando se recibe de manera oral. Un niño que jamás ha leído no va a poseer ese lenguaje, va a carecer de esa riqueza léxica", explica y añade que "una investigación reciente muestra que muchos padres y muchas madres no leen con sus hijos porque no son conscientes de que es necesario hacerlo. No son conscientes de los enormes beneficios y del placer que proporciona esta actividad. Algunos hasta dicen que sus hijos leen en los dispositivos y la lectura representa sólo el 2 o 3% del tiempo que pasan en Internet y además leen textos sin la calidad necesaria".

Ni televisión hasta los 6 años ni móviles hasta los 16

Y entra en la gran polémica. ¿Cuánto es un uso razonable de las pantallas? Dice que hasta los seis años lo único aceptable es nada, aunque entiende cada situación. "Si eres, por ejemplo, una madre soltera y no te queda otra para poder avanzar, puedes ponerle la televisión 15 minutos al día. Está demostrado que a partir de 15 minutos, a esa edad, el daño es muy grande a posteriori", asegura y añade que a partir de seis años, y hasta los 18 años, lo máximo debe ser una hora. "Pero me gustaría decir dos cosas respecto a estos límites: estamos felices porque hemos encontrado la cantidad no perjudicial que pueden ser esos 30 minutos al día pero, ¿qué ocurriría si utilizasen nuestros hijos esa media hora para leer o hacer deporte? Habrían leído 20 o 30 libros más al año, su lenguaje habría crecido un 30% y esta actividad tendría un gran impacto en su coeficiente intelectual".

"El uso de pantallas nos da dopamina, nos hace creer que somos más felices y eso es una droga"

MICHEL DESMURGET

Y entra de lleno en los móviles. Él no daría un teléfono inteligente a un niño menor de 16 años y esperaría incluso más. "No tienen la madurez suficiente para manejarlo, para decir: en vez de cuatro horas estoy media hora. Es que ni siquiera la tenemos los adultos. Si necesitan estar comunicados se les puede comprar un teléfono de los de antes pero no uno inteligente porque los estudio demuestran que el uso de pantallas nos proporciona dopamina, nos hace creer que somos más felices, y eso es una droga", sentencia.

A la pregunta de cómo seguimos usando las pantallas con niños pequeños y los móviles con adolescentes ante todas las evidencias científicas asegura que "todos los problemas de salud han tenido el mismo recorrido". "Mira el tabaco. Siempre suele haber un hueco de 20 a 30 años entre el conocimiento científico y el consenso social. Las empresas de los videojuegos y de la tecnología tienen mucho peso y hacen todo lo que están en su mano para generar dudas sobre estas investigaciones pero los datos están ahí y son los que son", asegura.