La guerra de España estaba vista para sentencia. Los brigadistas internacionales vivían sus últimos días en territorio español. Čedo Kapor había sido herido en el frente del Ebro a finales de julio de 1938 y disfrutaba de un permiso en Barcelona. Era un serbio de Yugoslavia, el joven reino nacido tras la I Guerra Mundial.
Paseaba por la calle Cortes, hoy la Gran Vía de las Cortes Catalanas, donde entró en una librería. Allí encontró un libro titulado Estampas de la Revolución Española 19 julio de 1936, una edición con ilustraciones con escenas de guerra propagandísticas firmadas por SIM. El librero le dijo que era suyo a cambio de una lata de carne. Algo que él no tenía encima. Al día siguiente volvió con la lata, pero otro brigadista se había adelantado y se había llevado el volumen ilustrado.
Kapor, que había estudiado diseño gráfico en Belgrado y era especialista en todo lo relativo al mundo gráfico y a la impresión, se enamoró de aquel libro que contenía sus dos pasiones: las artes gráficas y la lucha obrera. La misma unión por la que, tras un año en la cárcel en Belgrado por su filiación comunista, falsificó los sellos de hasta 150 pasaportes con los que él y sus compatriotas pudieron llegar hasta España.
Antes de llegar a la península pasó por París donde llegó haciéndose pasar por un comercial que iba a la Exposición Universal de 1937. La misma en la que la República expuso el Guernica de Picasso. En la capital francesa tuvo un encuentro con un camarada que, avisado de su talento y su compromiso, le pidió que en vez de unirse a la causa de la República viajara a Australia a organizar el movimiento obrero entre los emigrados balcánicos de aquel país.
“Rechacé la oferta, sin saber que se trataba del propio secretario general de ese partido, el camarada Tito. Me dominaba el afán de unirme al pueblo español en su lucha por la libertad. Crucé Francia y los Pirineos para llegar a Albacete al centro de recepción y despliegue de los brigadistas”, explica Kapor en una breve biografía que compartió con este periodista en Sarajevo, en el año 2000.
Kapor abandonó España por los Pirineos junto a una hilera de refugiados en febrero de 1939. Nunca se olvidaría del libro de ilustraciones que no pudo comprar en Barcelona. Buscaría el volumen, décadas más tarde, con la idea de poder reeditarlo.
La Guerra de SIM
Aquel día llegó el tío José Luis lleno de terror, pues habían disparado en unos cañones en la Plaza de España, que estaba muy cerquita de casa y nos dijo que habían hecho una masacre. Imaginaos trozos de persona pegados por el suelo y las paredes: de personas inocentes que habrían ido a comprar el periódico o lo que fuera, tuvieran una muerte tan espantosa.
Así recuerda a José Luis Rey Vila su ahijada en unas memorias a las que tuvieron acceso Joan Prados y Jaume Rodón para elaborar su libro SIM. Dibujante de la Revolución (Editorial Viena). Era el 19 de julio de 1936. El dibujo fue la reacción natural de Rey Vila a lo estaba pasando en la ciudad Condal y en España. Tomaba apuntes al natural, de ahí el trazo de boceto, de milicianos y milicianas que luchaban por las calles y los firma con el pseudónimo de SIM.
Aquellos primeros días de efervescencia bélica se crea el Sindicato Profesional de Dibujantes (SDP) para hacer propaganda de apoyo a la República. Un sindicato al que a SIM no dejan entrar pese a presentarse con una carpeta de dibujos ya realizados con toda la épica de la resistencia al golpe militar. Los dibujos tenían una gama cromática, rojo y negro, propia de la CNT, lo que no gustó a algunos miembros del sindicato controlado por la UGT. Le dijeron que necesitaban carteles no ilustraciones. Días después, los Talleres Graphos, colectivizados y en manos de la CNT, la FAI y la Generalitat, imprimieron Estampas de la Revolución Española: 19 julio de 1936.
El cartelista más conocido de la Guerra Civil, Carles Fontseré, dejó dicho en unos manuscritos a los que Prados y Rodón tuvieron acceso que el trabajo de SIM sobre la guerra fue “fundamental para la iconografía de la revolución hasta la aparición del Guernica de Picasso”.
El libro se difundió en Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y México. Un artículo de la la revista Life, de febrero de 1937, sobre la guerra en España, está ilustrado con los dibujos de las estampas de la Revolución. Y después de la guerra, también - recuerda Prados- “todos los libros que se publican en los años 50, 60 y 70 sobre la guerra van ilustrados con imágenes de SIM.
La I Guerra Mundial
Para Kapor la guerra de España fue sólo una primera batalla contra el fascismo. Su regreso a Yugoslavia era imposible, el reino se negó a aceptar a los combatientes balcánicos de la Guerra Civil. “Comprendimos que estábamos en vísperas de la II Guerra Mundial y la propagación del fascismo por toda Europa, y por eso decidimos regresar cuanto antes a nuestro país, que, como muchos otros, corría riesgo de ser subyugado”.
Kapor, junto con sus compatriotas, permaneció como apátrida en los campos de refugiados de Saint Cyprian, primero; Girs y Verne, después. Desde allí consiguió enviar una carta a su madre en Yugoslavia. Envió la carta a Canadá, allí fue publicada en un diario obrero, el papel del ejemplar sirvió para envolver un paquete que llegó hasta su madre en Trebinje, su ciudad natal. Decía así:
Madre, en nuestro tiempo la libertad, la paz y la prosperidad de un pueblo o un país no pueden defenderse solo sin apoyo de otro pueblo o de otro país. Nosotros los soldados que acudimos a la ayuda de España, superando los obstáculos que nos ponían en el camino, lo hemos comprendido. En España no solo defendimos a los españoles si no la libertad y la independencia de todas las naciones amenazadas con el fascismo. Querida madre, aquellos que pusieron las horcas en Trebinje en 1914 las ponen hoy entre nuestros hermanos de Checoslovaquia y están preparados para hacerlo de nuevo, no solo en Trebinje sino en toda Yugoslavia.
Čedo Kapor nació en Trebinje en abril de 1914, al sur de la actual Bosnia Herzegovina, que entonces era parte del Imperio Austro-húngaro. En julio de ese año, con la declaración de guerra a Serbia, al inicio de la I Guerra Mundial, se iniciaron asesinatos masivos por parte de los grupos paramilitares pro austrohúngaros, compuestos principalmente por croatas y musulmanes. En Trebinje ejecutaron a cerca de un centenar de serbios. Su padre durante 12 años vivió en Estados Unidos y sus tíos y muchos familiares combatieron junto con los Aliados.
La Gran Guerra también tuvo un profundo impacto en la vida de José Luis Rey Vila. Durante la contienda estaba en Gibraltar en un colegio británico estudiando un bachillerato de artes. “Él estaba allí y aunque la guerra no llega hasta el peñón vive los movimientos de tropas y en un ambiente bélico en el que hasta a los niños les hacían desfilar”, señala Joan Prados.
La II Guerra Mundial
Para cuando el joven Kapor entraba en España dispuesto a combatir el fascismo en Europa. José Luis Rey Vila había encontrado una vía de escape al exilio. Su trabajo como dibujante y sus vínculos con la sección de Propaganda de la Generalitat le permitieron viajar a París, según Prados y Rodón, como parte del equipo artístico encargado de la sección de la Generalitat del pabellón de España en la Exposición Universal de París en 1937.
Su conocimiento del idioma, las mayores posibilidades de trabajo en la capital francesa empujaron a Vila a quedarse allí y enterrar al dibujante de guerra SIM. Rey Vila se hizo un nombre en el exilio y entró en contacto con grupos intelectuales a través de sus redes en el mundo del arte anteriores a la guerra, a sus contactos de la lucha antifascista y, muy posiblemente- señala Prados y Rodón- de su amiga la filósofa Simone Weil.
Para poder permanecer en Francia el dibujante se casa, en lo que Prados y Rodón consideran un matrimonio amañado. La fecha de su certificado matrimonial coincide con la entrada de las tropas alemanas en París, el 14 de junio de 1940. De nuevo la guerra volverá a sus dibujos, esta vez no son milicianos republicanos los que protagonizan sus dibujos, son los alemanes que ocupan París, pero la firma no será de SIM, sino de Rey Vila. “Pasé la guerra con privaciones, peligros y sobresaltos, resultando herido por una bomba tirada contra los alemanes de cuyo accidente escapé milagrosamente con vida”, escribió en 1968.
La II Guerra Mundial, que Kapor vio llegar con la clarividencia que le había dado la guerra de España, no fue para él sino una continuación de la lucha y las penurias. Para salir de Francia y volver a Yugoslavia sólo podían hacerlo por Alemania que tenía tomada gran parte de Europa. Así describe él mismo su regreso:
En aquella época la única ruta por la que podíamos volver pasaba precisamente por Alemania. Aprovechamos el llamamiento de ese país para que acudiera mano de obra de toda Europa—después de seis meses de labores, debíamos recibir permiso para regresar a nuestro país. De esa manera llegamos a Alemania en febrero de 1941. Los dirigentes de nuestro grupo nos recomendaron que nos declarásemos como croatas, para facilitar nuestro regreso. La estancia y el trabajo en Alemania fueron muy duros. No nos permitían que volviéramos a nuestro país, a pesar de nuestros intentos y lo acordado en el contrato. Decidí herirme gravemente la mano izquierda y para eso aproveché la máquina cortadora. Después de la atención médica que se me brindó en el hospital, conseguí permiso para volver a Yugoslavia y seguir con el tratamiento y recuperación. Tuve que prometer que regresaría pronto a trabajar. Además, dejé atrás mis ahorros y unos artículos personales, para hacerles creer lo que decía y así recibir permiso para viajar a mi país natal.
Una vez en Yugoslavia Kapor se incorporó a la lucha de los partisanos.
Fui llamado a la presencia del camarada 'El Viejo'. La reunión fue muy cordial, además de sorprendente por tratarse de la misma persona con la que había hablado en París. Se interesaba mucho por los acontecimientos en Alemania, sobre todo por nuestros ‘españoles’ que se encontraban allí. Me informo de la extensión del movimiento antifascista, en particular en Herzegovina donde a partir de ahora yo asumiría trabajos políticos y militares. Me recordó la reunión de París y dijo que esta vez no le fallaría.
No lo hizo. Kapor aprovechó su experiencia militar y coordinó unidades de partisanos hasta la victoria sobre los fascistas alemanes y sus aliados croatas en los balcanes. Por su servicio en la Guerra Civil española y en la lucha en Yugoslavia fue condecorado con 13 medallas.
La Guerra del Rif
La Historia se había cruzado persistentemente por la vida de Rey Vila. La Guerra Civil no fue su primer contienda. En 1920 se enroló en el barco Cataluña para cumplir con el servicio militar obligatorio que desde 1911 comprometía tres años de vida cualquier varón español que alcanzara la mayoría de edad. El buque cumplirá diferentes cometidos en la Guerra del Rif, desde funciones más logísticas como transporte de tropas o bombardeo de posiciones enemigas. Esto último le valió a Rey Vila una medalla al mérito militar.
Pero la medalla no supuso una gratificación para el artista. Su contacto con los soldados españoles que regresaban del frente desmoralizados y heridos provocaron que Vila se convirtiera en un convencido pacifista. Se sabe de la existencia de un cuaderno de dibujos suyos sobre la Guerra del Rif de carácter antimilitarista, pero está desaparecido y solo se conservan dibujos sueltos. De la Guerra de África todavía conservaría otro recuerdo que contaba por carta a su sobrina años después desde su exilio francés.
He visto muchas veces, cosa curiosa, y he saludado en Melilla- militarmente, desde luego- a nuestro actual Caudillo [Francisco Franco], que era por entonces comandante del Tercio.
Y SIM volvió con el brigadista
Con la creación de la República Socialista de Yugoslavia Čedo Kapor adquirió notoriedad pública durante años como miembro destacado del Partido Comunista de Tito en la región de Bosnia Herzegovina. Pero en el Partido Comunista no había mucho espacio para quien peleaba, siempre, por lo que pensaba.
“Mi vida y trabajo durante más de sesenta años han sido dedicado a la lucha de los derechos del hombre, la libertad, la cooperación entre las gentes y los pueblos contra el fascismo en todas sus manifestaciones y todo ataque contra la humanidad y a favor de la hermandad, la unidad, la solidaridad, las relaciones humanas y democráticas entre las gentes y pueblos. Por todo ello no me afectó el hecho de que me expulsaran de la Federación Comunista de Yugoslavia en 1974 por mis discrepancias con la entonces cada vez más burocratizada dirección, que vería su destrucción 15 años después”, escribía Kapor en 1996.
Durante años Kapor no perdió el contacto con los camaradas excombatientes de las Brigadas Internacionales que organizados en asociaciones por países de todo el mundo seguían apoyando a los exiliados republicanos y a su causa. Kapor fue presidente de los ex brigadistas yugoslavos y organizó un encuentro internacional de brigadistas en 1971 al que asistió Dolores Ibarruri y escribió el libro Sangre y vida por la libertad, que tuvo siete ediciones, sobre los brigadistas yugoslavos.
En aquellos años inició su búsqueda del libro de Estampas de la Revolución española de SIM enviando cartas a las asociaciones de ex combatientes de todo el mundo. Las peticiones de ayuda entre brigadistas eran algo común y se difundían en las comunicaciones internas de las distintas asociaciones. Un buen día recibió un paquete de un mexicano llamado Martínez Korton. Le enviaba el libro ilustrado con el que había recorrido su periplo de vuelta a México, tras la guerra, a través de Francia y después en barco. Lo había comprado en Barcelona en una librería en 1938. “Reedítalo y después devuelvelo a la ciudad donde todos empezamos nuestro viaje, a Barcelona, a España. ¡No pasarán!”. Le escribió el mexicano. Tres décadas después, Kapor tenía el libro.
La última guerra de Kapor
Cuando en 1992 la guerra de Bosnia destrozó el sueño de la República de Yugoslavia Čedo Kapor tuvo ocasión de huir de Sarajevo. Su hija le pidió que se fuera a Alemania con ella y el gobierno español le ofreció asilo, pero no quiso separarse de su ciudad en aquel momento tan difícil ante “la tragedia provocada por la política nacionalista y el neofascismo en Bosnia Herzegovina y Yugoslavia”, como él mismo definió al desmenbramiento de su país.
Con 88 años permaneció los tres años que duró la guerra en Sarajevo, ciudad que fue víctima de un doloroso y prolongado acoso militar. Su casa, en una de las laderas sobre las que se asienta la ciudad, estaba muy expuesta al fuego de la artillería serbia. Kapor escribió de nuevo a las asociaciones de brigadistas internacionales de todo el mundo apelando a su movilización contra la agresión que vivía su ciudad, así como cartas al presidente del Gobierno Español del momento, Felipe González. “Es bien conocido que la guerra del fascismo internacional empezó en España fue la primera etapa, los españoles decían ‘Hoy somos nosotros mañana puede ser tú’. Le escribo esta frase porque hoy de nuevo cobra sentido”.
El brigadista, ya anciano, no perdía ocasión para repartir, a todo aquel que se acercaba a preguntarle sobre su paso por España, unas tarjetas postales, de las que hizo 60.000 copias con detalles sobre la Guerra Civil Española, sobre la figura de Dolores Ibárruri o sobre la estrella roja de las brigadas, en las que incluía, sin ningún reparo, sellos de correos de Juan Carlos I.
Su pasión por las artes gráficas estaba a punto de cumplir un sueño. En 2002 Kapor emprendió su última lucha, la reedición del libro se SIM. Del proceso de reedición del libro da cuenta el documental Reprint, que dirigió Almir Berkovac para Al Jazeera Balkans.
Pudo publicar Estampas de la Revolución Española: 19 julio de 1936 con una tirada de 2000 ejemplares y enviar 30 a cada asociación de ex combatientes de las Brigadas Internacionales. Y cumplió su palabra, por medio de la producción del documental envió el ejemplar del libro de SIM al archivo del Museo de Barcelona.
Vidas del siglo XX
Čedo Kapor, nacido en Trebinje en 1914, murió el 20 de marzo de 2014 en Sarajevo, capital de Bosnia Herzegovina. Nació en el Imperio Austro-húngaro, fue serbio, yugoslavo, apátrida, Bosnio y, desde 1996, ciudadano español en virtud de la concesión de nacionalidad que se dio a todos los brigadistas. Vivió y sobrevivió cuatro guerras en toda su vida. En dos de ellas combatió.
José Luis Rey Vila, nacido en Cádiz en 1900, murió el 23 de mayo de 1983 en su estudio de París con 83 años. Vivió cuatro guerras a lo largo de su vida, combatió en una y pintó en todas. En 1968 escribía estas líneas a su sobrina en Sevilla:
Así que ves, querida sobrina, yo que aspiraba a una vida serena y en plena naturaleza, he sufrido muchísimo de todas estas conmociones que, a pesar de todo, han forjado mi carácter y mi alma, proporcionándome temas para una serie de creaciones artísticas que quizás nunca hubieran visto la luz si mi vida se hubiera desenvuelto más plácidamente. Dios en su sabiduría hace fructificar nuestros dolores y los transforma en fuerza creadora.
El libro de SIM, Estampas de la Revolución Española 19 de julio de 1936, está disponible en la Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid.
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