Entre los muros aún se vislumbran los posos de viejos orinales al tiempo que los respiraderos evocan la claustrofobia entre la supervivencia y las vidas quebradas, las huellas del miedo, el sufrimiento o la fortaleza de una población que sufrió la guerra hasta el último día. Y es que a pesar de ser una ciudad de retaguardia, Alicante sufrió hasta 83 bombardeos desde julio de 1936, dejando a su paso más de 480 víctimas y 790 heridos. El peor, el del Mercado Central el 25 de mayo de 1938, realizado por aviones italianos 'Savoia' y que algunos historiadores como Ángel Viñas o Roque Moreno, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alicante, en el libro La aviación fascista y el bombardeo del 25 de mayo comparan con el que estremeció a Picasso, el de Gernika. 

La situación geográfica de Alicante y los devenires de la contienda, hicieron de la ciudad valenciana el último bastión del gobierno de la República y el testimonio, sin querer, del triste final de los que buscaban el exilio: «La posguerra y la represión fue brutal. Alicante era por entonces una ciudad muy estigmatizada. Y lo era por dos razones: por ser una de las últimas ciudades del bando republicano en caer, y porque allí se ejecutó a José Antonio Primo de Rivera, fundados de la Falange Española», escribe Enrique Botella en su libro El silencio y el mar. Alicante era la ciudad de los Hospitales de Sangre que atendía a los heridos de guerra, y la ciudad de los refugios que dio cobijo a los miles de refugiados civiles, muchos de ellos niños, que huían de los estragos de la guerra, especialmente del frente de Madrid y tras la caída de Málaga.

Durante la guerra se construyeron en torno a 94 refugios antiaéreos en la ciudad para albergar a la máxima cantidad posible de población y protegerla así de los ataques aéreos y químicos. Tanto es así, que el 10 de julio de 1937, se constituyó el Comité Local de Defensa Pasiva, el órgano competente en todo lo referido a la defensa de la población civil, y al que se remitían todas las peticiones de construcción de refugios tanto de particulares como de empresas: «Aquí podían agruparse hasta 450 personas que debían aguantar ocho horas refugiadas en algunas ocasiones, aunque sí es cierto que no se tiene constancia de ningún muerto en estos refugios», señala Pablo Reig, Inspector y Técnico del Departamento de Memòria Alacant, responsable de la rehabilitación de los refugios de Palmeretes, Tabacalera, Tordera y General Marvá, situados entre los dos castillos de Alicante, además de los de Séneca y Balmis: «Es necesario devolver a la sociedad los recuerdos memorísticos como forma de rehabilitación», añade.

«Es necesario devolver a la sociedad los recuerdos memorísticos como forma de rehabilitación»

Abiertos al público desde el pasado 5 de noviembre e inmersos dentro del programa Refúgiate en la memoria de Alicante, los búnkers han recibido a más de 30.000 visitantes en los meses previos a la pandemia. Esta actuación, está impulsada a través de las concejalías de Cultura y Coordinación de Proyectos, que dirigen Antonio Manresa y Antonio Peral, respectivamente, «con el objetivo de promover el proyecto de apertura y rehabilitación de cuatro refugios antiaéreos, localizados en la zona EDUSI entre los dos castillos de Alicante». Así, Alicante se ha convertido al inicio de este año, en la primera ciudad española, y una de las primeras europeas, con más recursos memorísticos rehabilitados accesibles abiertos al público: «Pretendemos dar más importancia al pasado democrático y de defensa de las libertades de la ciudad, así como revivir espacios en desuso. Pero además, uno de los objetivos implícitos de esta actuación es que los refugios, como recurso patrimonial, se conviertan en motor del desarrollo de la zona y sirvan para generar conocimiento, participación, investigación y reflexión».

La coordinación de las obras de rehabilitación de los refugios se ha llevado a cabo por la concejalía de Urbanismo y con una propuesta económica de 280.245,90 euros.

Pero la República y el estallido de la Guerra Civil dejaron una huella imborrable en otras partes del subsuelo valenciano como el que nos lleva hasta el interior del Ayuntamiento de Valencia, el de Bombas Gens, cuya función era la de acoger a los obreros de la fábrica que anteriormente se ubicaba en el centro cultural de Bombas Gens o el refugio de Serranos, uno de los primeros en construirse en 1937, y con capacidad para 400 personas.