Ocurrió la tarde del 17 de enero de 1793. Hoy hace 230 años la monarquía francesa llegó a su fin: el rey de Francia iba a ser decapitado y pasaría a la historia como el último galo que ejerció sus poderes de monarca absoluto. Por un solo voto de diferencia, la Convención Nacional francesa dictó la pena de muerte del rey Luis XVI, lo que hizo que la Revolución Francesa se adentrara en una nueva era. Esto trajo una sucesión inagotable de revueltas, guerras y rebeliones, sentenciando al Antiguo Régimen en casi toda Europa y dando vía libre a la implantación de los sistemas liberales.

Conocido como rey de Francia y Navarra, Luis XVI nació en Versalles el 23 de agosto de 1754. La corona debía haber sido para su padre, pero en 1765 Luis Fernando de Borbón murió de tuberculosis a los 36 años. Desde entonces, Luis XVI se convirtió en príncipe de Francia, y fue preparado para llevar el reinado francés, pero no fue hasta 1774, tras la muerte de su abuelo, cuando llegó al poder con tan solo 20 años.

Definido por sus contemporáneos como gordo, apático y frío; su trono, marcado por las intrigas de palacio y su fuerte oposición a los nobles, transcurrió entre reformas económicas para evitar la bancarrota del país y profundas reformas sociales que, finalmente, no pudieron llevarse a cabo por el estallido de la Revolución Francesa.

El conflicto estalló en 1789, el 14 de julio de ese año, una muchedumbre enfurecida se lanzó al asalto de la prisión de La Bastilla, una antigua fortaleza que se había convertido en símbolo del despotismo real. Los revolucionarios se rebelaron contra un sistema injusto, que reservaba todos los privilegios para la nobleza y el clero, mientras bloqueaba las posibilidades de desarrollo de la burguesía y condenaba a una vida mísera a gran parte del pueblo llano. Esto sumado a los excesos de su mujer, la austríaca María Antonieta, caprichosa y amante de los lujos, despertaron la antipatía del pueblo hacia la monarquía.

Tras la toma de Bastilla, el pueblo autoproclamó la Asamblea Nacional. En un primer momento el monarca lo aceptó, pero la presión de la nobleza y el clero obligó a Luis XVI a disolver este organismo, lo que desencadenó en la Revolución. Durante los dos años siguientes, el rey permaneció en el país simulando aceptar el nuevo orden, pero en realidad estaba intentando buscar ayuda del resto de la realeza europea para conseguir ser restituido en sus poderes. Por eso, cuando tuvo la oportunidad, en junio de 1791, Luis XVI trató de huir del país disfrazado, junto a su familia, pero poco antes de alcanzar la frontera, fue capturado en Varennes y fue encarcelado en la Torre del Temple en París.

Aún así, los diputados de la Asamblea optaron por mantener a Luis XVI en el trono. Pero el intento de invasión de Austria y Prusia, la radicalización del debate político y el origen austríaco de la reina, llevaron a un asalto popular de las Tullerías el 10 de agosto de 1792, donde 1.000 personas (400 asaltantes y 600 defensores del palacio) perdieron la vida. Unos documentos secretos que el rey guardaba en una caja fuerte en las Tullerías fue el desencadenante de su juicio.

Luis XVI pasó de ser rey de Francia a un simple ciudadano conocido como Luis Capeto. A finales de 1792, se abrió el proceso contra el monarca en la Convención Nacional, con la exposición de las pruebas de cargo. Finalmente decidieron que el rey era culpable, pero no fue hasta el 17 de enero de 1973 cuando decidieron su castigo: la ejecución inmediata. Unos días más tarde, el 21 de enero, la cabeza de Luis XVI se exhibía ante el pueblo en la Plaza de la República.

El origen de la guillotina

La guillotina surgió en el seno de la Asamblea Nacional, pero no nació como un instrumento de justicia revolucionaria sino de garantía de igualdad ante la ley. La decapitación por hacha o espada estaba reservada a los nobles, mientras que a los plebeyos les correspondía la horca, o, en función de la gravedad del delito, suplicios como la hoguera o la rueda.

La Asamblea aprobó el 5 de junio de 1791 que a todo condenado a muerte se le cortara la cabeza, universalizando para el conjunto de los ciudadanos un acto antes reservado a la nobleza. Pero no fue hasta abril de 1792 cuando se solicitó al médico cirujano y enciclopedista Antoine Louis el desarrollo de un ingenio que permitiera llevar a cabo de manera limpia la ejecución.

Un artefacto con dos vigas separadas con hendiduras deslizantes para conducir entre ambas una afilada chuchilla montada bajo una pieza de madera fue la opción que eligió el doctor. Después de un breve periodo de prueba con cadáveres humanos y animales, fue instalada en la plaza de Grève, hoy conocida como Place de l’Hôtel-de-Ville o Esplanade de la Libération, ante el ayuntamiento de París. La amante del rey, Madame du Barry, la primera feminista de Francia, Olympe de Gouges, y la austríaca María Antonieta fueron asesinadas con la aquella "navaja nacional". Se estima que durante el periodo del Terror fueron ejecutados con guillotina unas 16.000 personas, pero la de Luis XVI, que se realizó por primera vez en la Plaza de la Revolución, pasará a la historia como la ejecución que tambaleó las monarquías.