Lujos, fiestas y amantes, en eso se basaba la vida de Isabel II (reina de España entre 1933 y 1968). Se acostaba a las cinco de la mañana y se levantaba a las tres de la tarde. Llegó a tener 12 hijos, al parecer con personas diferentes, aunque solo 5 superaron la niñez. Pasó a la historia como reina ninfómana. El Papa Pío IX se refería a ella como "puta, pero pía", las crónicas de la época la señalaban y la describían como una mujer con mucha vida sexual. Su modo de vida levantaba fuertes críticas en la sociedad española, y eso, sumado a los profundos cambios políticos que experimentó el país durante su reinado provocó que en 1868 estallara la denominada "Revolución Gloriosa" y la exiliaran de España.

Su nacimiento fue recibido por el pueblo con esperanza y alegría, como símbolo de la libertad, pero pronto fue repudiada y arrojada del reino. Nació prácticamente con una corona en la cabeza, a los tres años ya era reina por la "Ley de Partida" que promulgó su padre Fernando VII en 1830 por miedo a que, cuando él muriera, al no tener descendencia varonil, pasara a manos de don Carlos, al que los carlistas proclamaron como Carlos V.

A los trece años, debido a la situación política que se vivía, se vio forzada a adelantar su mayoría de edad. "¡No, con Paquita no!", fue la respuesta de Isabel II cuando le comunicaron que a los 16 años tenía que casarse con su primo, el infante Francisco de Asís de Borbón, hijo de Francisco de Paula y nieto de Carlos IV. Aunque no era algo oficial, todos sabían que era homosexual. El historiador Pierre Luz dijo que era "de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. En la intimidad lo llamaba el pueblo Paquita, doña Paquita, Paquita natillas o Paquito Mariquito". De hecho, se dice que el mismo día de la boda, Isabel II le dijo a un diplomático: "Qué voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su camisa más bordados que yo en la mía".

Su fracaso matrimonial hizo que Isabel II mantuviera relaciones con varios hombres. Desde generales, intelectuales, aristócratas y políticos. Algunos llegaron a tener influencia suficiente en la reina y la corona, lo que descontentaba al pueblo. Llegaron a crear varias coplas como la siguiente: "Isabelona / tan frescachona / y don Paquita / tan mariquita".

La figura de Isabel II ha viajado a lo largo del tiempo como aquella mujer que prefería el placer al poder, y a la cual apodaron como reina ninfómana. Algo que desmienten algunos historiadores, que aseguran que fue una maniobra de sus opositores. Además, incluso su marido el rey consorte Francisco de Asís, tuvo amantes. Por aquella época entre la aristocracia y la realeza era algo habitual. Emilio Arrieta, José María Ruiz de Arana o Carlos Marfori fueron algunos de los hombres con los que se le relacionó a la reina. Precisamente este último le acompañó en 1868 en el exilio a París.

Isabelona / tan frescachona / y don Paquita / tan mariquita

Esta historia la recoge Carlos Reyero Hermosilla en su novela La desventura de Isabel II. La reina y Francisco de Asís en el exilio de París (La Esfera de los Libros), en la que narra la vida de los reyes de España tras su salida de España. En esta novela de ficción, los personajes que aparecen son históricos, los escenarios descritos son reales y existe constancia documental de que fueron frecuentados por los protagonistas.

En las primeras páginas del libro narra el viaje de la reina que aún no era consciente de que estaba destronada y había tenido que huir de su propio país. Durante el trayecto a Francia aquel septiembre de 1868, su tristeza contrastaba con la alegría de quienes volvían a España. "¡Abajo los Borbones! ¡Fuera Marfori!", chillaban a la reina mientras abandonaba su país. En el convoy viajaban un grupo de fieles, entre ellos el amante de la reina, Carlos Marfori, don Francisco de Asís, y su amante Antonio Ramos Meneses.

Fue el propio Napoleón III quien, junto a su esposa Eugenia de Montijo, que también era española, les dio la bienvenida a Francia. Primero se hospedaron en el castillo de Enrique IV, en Pau, para trasladarse después al palacio de Basilewsky, que más tarde recibiría el nombre de palacio de Castilla, en París.

Isabel II asumió la condición de reina desde que era muy pequeña, por eso no estaba dispuesta a prescindir de sus privilegios. Permaneció en el exilio treinta años más hasta que el 9 de abril de 1904, falleció en su residencia parisina por unas complicaciones bronco-pulmonares producidas por una gripe. Durante esos años vivió separa de su esposo y retirada de la vida política disfrutando del anonimato.