En la acera de la calle Alcalá, delante de lo que en tiempos fue el literario Café Lion y hoy es un Vips, Sonsoles Ónega fuma mientras atiende una entrevista telefónica a través de sus airpods. Es la mañana de la Almudena, día festivo en Madrid, pero para ella no hay descanso. El miércoles presentó en la sede del Instituto Cervantes Las hijas de la criada, la novela con la que ha ganado el último premio Planeta. El maratón promocional no ha hecho más que comenzar. Esta tarde, además, tiene programa: Y ahora Sonsoles es la gozosa y cotidiana servidumbre a la que la periodista y presentadora no quiso renunciar ni siquiera el día después de alzarse con el premio literario más lucrativo del mundo. 

“Tenemos tanto público en el programa, y tan agradecido, tan entregado cada tarde a la causa, que quise compartir la satisfacción, llevárselo a la gente. Luego me di cuenta de que me había equivocado, hubiera debido pedir venia, pero no sabía que el premio acababa tan tarde. Esa noche dormimos dos horas", explica. Hace solo un par de minutos que Ónega entraba apresurada en el Vips llevando en la mano un pequeño frasco de cristal en el que traía de casa un café con leche. “Siempre lo llevo aquí. Mi novio se pone malo, me dice que me compre un termo, pero todos son demasiado grandes”. Antes de sentarse ha sido interceptada por una joven seguidora, que la ha felicitado por el premio. A continuación, el caballero de la mesa de al lado, un ciclista aficionado que tiene la bici de carreras aparcada en el mismo local, le confiesa su admiración: "Me encanta cómo lo haces y lo que transmites".

"Se ha dicho, antes incluso de que nadie la hubiera leído, que 'Las hijas de la criada' es una novela de secretos, pero no lo es"

"Esto es lo más bonito. La gente es maravillosa. Y me hace especial ilusión cuando, más que hablarme de la tele, me dicen 'he leído tu libro'. Ahora estoy volviendo a firmar ejemplares de los anteriores, y me encanta", asegura Ónega con su sedosa y característica semi ronquera, y la misma calidez que despliega cada tarde en televisión.

Una noche de febrero de 1900, en un pazo gallego, dos mujeres se ponen de parto. Doña Inés, la señora de la casa, y Renata, la guardesa, dan a luz dos hermosas niñas, Clara y Catalina. Dos buenas nuevas y una fatalidad: ambas son hijas del mismo padre, el cabeza de familia y magnate de la madera Gustavo Valdés. La criada, repudiada por su amante circunstancial, decide alterar el triste destino de su hija bastarda cambiando a una niña por la otra. Así comienza Las hijas de la criada, una saga que transcurre entre Galicia y América, entre los ingenios azucareros cubanos y la floreciente industria conservera de las Rías Bajas, bendecida por Planeta con su premio insignia, auténtica cabeza tractora de la división editorial del grupo.

"Se ha dicho, antes incluso de que nadie la hubiera leído, que es una novela de secretos, pero no lo es. Si había un plan en esta novela era compartir con el lector desde el primer momento la circunstancia que condiciona la vida de las protagonistas", precisa Ónega. "Desde el principio, y es también la dictadura del narrador, vamos juntos y va a vivir conmigo la angustia de compartir ese secreto".

Ónega no es el típico caso, tan habitual en los últimos años, de rostro conocido a quien le proponen escribir un libro, o simplemente firmarlo, por el mero hecho de salir en la televisión. Ha sido casi a la inversa. Sus dos primeras novelas fueron ejercicios de voluntarismo publicados en pequeñas editoriales, cuando su autora ejercía como reportera de tribunales. Solo en los últimos años el despegue de su carrera en la televisión ha impulsado su trayectoria literaria.

Pregunta.- Usted lleva escribiendo...

Respuesta.- Toda la vida. Nunca me han encargado un libro. Al revés. Al principio fue muy difícil. Enviabas tus manuscritos y las editoriales te contestaban con ese no, gracias, no nos cuadra en la colección. Pero el fracaso forja mucho más que el éxito.

P.- ¿Siempre ha tenido la pulsión de escribir?

R.- Sí, y tampoco sé de dónde viene. No creo que sea algo racional. Yo he visto en mi casa escribir mucho, no tanto libros como periódicos. Mi padre tenía una manía maravillosa que era comprar todas las máquinas de escribir que salían al mercado. Era el ambiente durante mi infancia y mi adolescencia, y es algo que de alguna manera intentas emular, pero solo si lo llevas dentro. Desde pequeña escribía relatitos, cuentecitos, tonterías muy grandes que por ahí estarán. Cuando decidí escribir mi primera novela, Calle Habana, esquina Obispo [publicada en 2005], fue fruto de un chispazo tras un viaje universitario a La Habana, y de la fascinación por aquella Cuba de los 90, el gran fraude de una ciudad y un país derruidos y consumidos por su propia ideología. Empiezas a escribir y piensas, en cuanto publique mi primera novela seré escritora. Y claro, no. Ni eres escritora, ni da para vivir, ni surge una carrera literaria de un primer libro. Entonces entendí la dificultad de todo esto. Pero seguí escribiendo, no para el éxito, sino porque me lo pedía el cuerpo.

"La televisión te abre la puerta a un espectador-lector que ya te conoce. Para bien, pero también para mal. Tanta exposición puede ser un riesgo"

Su segunda novela, Donde Dios no estuvo (2007), sobre los atentados del 11-M, también pasó inadvertida. Para la tercera, Encuentros en Bonaval, ya contaba con agente literario, "pero tampoco fue mejor, yo creo que debí de vender 400 o 500 ejemplares". Fue Nosotras que lo quisimos todo (2015), según su propia autora, el libro "que hizo un poco de clic en el mundo editorial". Una obra "entre la novela, el ensayo y el revulsivo femenino y feminista, el desahogo de una mujer encerrada en su propia realidad, con dos hijos entonces, otro libro-necesidad. Vendió un poco más y generó algo de interés, pero nunca vinculado a la tele, al revés".

La gran suerte de su vida, asegura, llegó con Después del amor, la novela con la que ganó el Premio Fernando Lara de Novela de 2017, y que hizo de ella un valor seguro para Planeta. "Era un historia muy potente, con el fondo brutal del golpe del 34. Yo entonces estaba haciendo información política. Aquello me cambió la vida, por fin hice una novela seria, aunque seguía trabajando en Telecinco con la cámara en la calle". En el jurado del Fernando Lara estaban Juan Eslava Galán y Fernando Delgado, que también forman parte del sanedrín del Planeta. La noche del premio, Eslava mencionó a Torrente Ballester para alabar la novela de Ónega. "A Juan le conozco desde hace un montón de años por cuestiones personales y siempre le he admirado muchísimo. Alguna vez hemos hablado de literatura y me ha dado algún consejo valiosísimo".

Su siguiente novela, Mil besos prohibidos (202o), se publicó cuando Ónega presentaba Ya es mediodía en Telecinco. Una exposición pública "que siempre he considerado una suerte para los libros porque te abre puertas" como escritora, pero que también supone un riesgo. "Porque la exposición, y tanta exposición, es un riesgo. No le puedes caer bien a todo el mundo".

P.- El año pasado, cuando aterrizó en Antena 3, muchos dieron por hecho que ganaría el Planeta tarde o temprano, como parte de esas sinergias que tan bien diseña Atresmedia, empresa matriz de la televisión y de la editorial.

R.- Como que formaba parte del paquete. Pues no. Nunca comprometería una novela con un contrato televisivo. Y además en Planeta lo saben: yo escribo siempre sin contrato porque no sé escribir con presión. Tardo más o menos tres años en escribir una novela, y con una presión semejante no hubiera podido sacar adelante un libro que de por sí fue tan doloroso empezar por una cuestión de falta de tiempo.

P.- Le brindó el premio a las escritoras con hijos y a los hijos de escritoras. Y el libro está dedicado a sus dos hijos, "que siguen creciendo sin acostumbrarse del todo a las ausencias".

R.- Quizá suene manido, y no quiero ser pesada, me da mucho miedo ser pesada, pero es algo que tengo en la cabeza desde hace tiempo, y que cuando lees a mujeres creadoras con hijos te das cuenta de que es un padecimiento compartido. Hay libros que me han marcado mucho al respecto, como Silencios, de Tillie Olsen, que siempre lo recomiendo para entender y sobrellevar este sufrimiento.

Sonsoles Ónega sigue hurtándole ratos a la vida para seguir escribiendo. Este verano, antes del Planeta, comenzó la que será su próxima novela. Aunque, reflexiona, "el premio ha cambiado mi visión de las cosas. Ha activado esa manía horrorosa que tengo, que es el miedo a defraudar. Precisamente porque el Planeta es un altavoz brutal, lo siguiente tiene que estar más trabajado que lo anterior. Así que tendré que volver sobre lo que ya he escrito" para reevaluarlo. De la mesa de al lado se levanta el ciclista amateur, que se despide. "Ha sido un placer desayunar contigo aunque haya sido así de refilón. ¡Me encantas!".