Dice Ariel Florencia Richards (Santiago, 1981) que tras la publicación de Inacabada (Alfaguara) se ha vuelto "más descuidada y desmadrada" que antes. En ella explora el momento de transición de una mujer trans a sus 37 que organiza un viaje con su madre para poder vencer ese silencio en torno al "tránsito" que se ha instalado entre ambas. Y con ese afán por encontrar palabras para hablar de lo que nunca se ha hablado, el último libro de la escritora chilena se ha convertido en todo un fenómeno que Jorge Volpi se ha atrevido a calificar como "la gran novela trans".

La autora de Inacabada es escritora e investigadora de artes visuales y antes publicó Las olas son las mismas en 2016 en Chile y España (Paripé Books). En su escritura se mezclan arte, literatura y género, pero su voz es capaz de trascender etiquetas en busca de una humanidad común.

En su fugaz paso por Madrid, Ariel ha aprovechado para promocionar el libro que se ha publicado recientemente en nuestro país, ha visitado sus maravillosos museos y ha atendido a El Independiente para hablar sobre Inacabada. Antes de empezar la entrevista avisa: "En todas las entrevistas me están haciendo una pregunta que se me hace incómoda sobre mi opinión sobre La mala costumbre, de Alana Portero y antes de que me lo preguntes prefiero reconocerte que no la leí. Ya lo sé, soy una pésima lectora, una pésima trans y una pésima todo". Y sin ningún tipo de complejo, continúa la conversación respondiendo con gusto al resto de cuestiones.

Pregunta.- Empecemos por el principio, el origen de esta novela, que antes de serlo fue también otras dos novelas o ideas inacabadas, ¿cómo surgió esto?

Respuesta.- Me gustó mucho la idea de trabajar con un solo manuscrito, sin control de cambios, porque lo que me estaba pasando corporalmente era que estaba dejando una identidad atrás y no quería estar nostálgica ni romántica sobre lo que dejaba atrás, que era como una especie de muerte. Sino que yo estaba feliz con que lo que estaba sacando hacia afuera. Me parecía que había una libertad que se debía transmitir en la metodología de la escritura, que en este caso era sin control de cambios, sin versiones, en un solo documento y también que tuviera distintos títulos de distintas versiones, con distintas intenciones. Fue parte de una búsqueda que se relacionaba de alguna manera con poner el ojo en procesos inacabados de la historia del arte, por eso quería honrar el proceso y fue algo muy gozoso.

P.- Es un ejercicio meta muy interesante, en el que la novela es capaz de hablarte sobre sí misma y te involucra como lector de una manera casi cómplice.

R.- Es que en el fondo lo que quiere la protagonista de la novela es pronunciar dos palabras que son súper sencillas y que cualquier mujer biológica ni se plantea, que son las que completan la frase: "soy mujer". Pero para este personaje hacerlo significa destruir su versión anterior, significa poner en duda su cordura, porque ella no se ve como una mujer, físicamente por lo menos. Y sobre todo significa causarle dolor a su madre. La elección de las palabras, su tiempo y espacio fue algo muy considerado durante la escritura. Por eso Juana tiene una atención especial puesta en las palabras, porque las palabras construyen y destruyen realidades con solo pronunciarse. Son súper poderosas, a pesar de que las menospreciamos, pero una palabra puede hacer llorar y también te puede hacer el día. 

P.- También da mucho juego esa idea del arte inacabado que ocupa el objeto de estudio, que además es algo tan universal en el arte, siempre en continua construcción.

R.- Lo inacabado es prácticamente una tradición en las artes visuales. Lo que pasa es que creo que no se había pensado desde la perspectiva de la identidad de género. Sí se ha pensado desde el espacio de estudio de los procesos, pero esa imagen tiene que ver con la ejecución de algo, no con la construcción de una identidad, y menos una identidad de género. Para mí, que soy muy fan de los bocetos, de los bosquejos y los croquis, me parecía que había algo ahí, como una promesa de algo que se podía construir, pero no del todo terminado. Me interesó mucho reparar en ese proceso anterior a lo definitivo para decir: "mirá, yo también estoy en esta fase de construcción e identificación de prueba y error, de borronear, echar para atrás, adelantar, probar". Me pareció un espacio muy fértil.

P.- Y aparte, está muy presente esa fijación en el arte y la tradición clásica, incluso en la propia religión, para reconocerse en ese proceso. 

R.- Sí, a mí esa figuración y los recursos del arte religioso me encantan. Son grandes relatos y también visualmente se ha explorado mucho en ellos porque son muy ricos. Yo fui a un colegio jesuita en Santiago, donde también desde que era muy chiquita se me inculcó que había relatos, imágenes, recursos que tenían que ver con lo religioso y me parecían bellísimo. Los ritos de la muerte, por ejemplo, me encantan.

Yo tengo buenos recuerdos de mi época en la que creía en Dios

P.- En esos relatos, Juana, la protagonista, encuentra una forma de explicarse tanto a los demás como a sí misma. 

R.- Es algo muy intuitivo y tiene que ver con una formación de infancia o adolescencia. En la religión también ocurren cosas inexplicables, el cuerpo de Cristo se transfigura en una hostia y después se la da en la misa, cuando naces te bautizan con un chorro de agua y oye, qué lindo es todo esto, si lo miramos a nivel performativo y a nivel psicológico. Por más que la Iglesia como institución sea una cosa que podemos criticar, hay cierto lenguaje ahí que es súper poético. Yo tengo buenos recuerdos de mi época en la que creía en Dios. Dejé de creer después en algún momento, pero haber ido a misa y haber estado en estado de recogimiento y creer que había una conexión con algo mayor y rezar, ampliaba mi idea al ser. No soy enemiga de ese tipo de recursos visuales y performativos. 

P.- Otras obras que hablan de procesos parecidos como La mala costumbre de Alana Portero o, por ejemplo, la película de 20.000 especies de abejas. Se ve también ese uso de referencias mitológicas y religiosas para hablar sobre un tema que a veces cuesta entender desde un pensamiento más lógico. 

R.- Esas tradiciones han desarrollado cierta experticia a la hora de transmitir relatos de forma masiva. Hay ciertas tradiciones que han tenido la inteligencia de simplificar su discurso, pero no el contenido de sus discursos. Tienen un contenido complejo, pero la forma se vuelve accesible a través de parábolas, por ejemplo, a través de imágenes, el alcance que pueden tener es brutal. 

Es como si una parte del feminismo hubiese reaccionado con una especie de síndrome de Estocolmo, repitiendo aquello contra lo que nos levantamos

P.- La protagonista de este libro dice que se atrevió a decir esas dos palabras: "Soy mujer", en 2018, después de aquellas movilizaciones feministas históricas en Chile. ¿Qué le ha aportado el feminismo al movimiento trans? 

R.- Es incalculable el aporte del movimiento feminista al mundo y a la cultura en general, pero también lo trans propone una fractura en el movimiento feminista, que en España es súper fuerte, aunque no tanto en Chile. Allí a alguien le molestará, pero acá en España es algo más fuerte. Creo que el movimiento feminista hace un gran aporte a la causa y al movimiento trans, pero es muy triste que lo trans se haya convertido en motivo de segregación dentro del feminismo. Me gustaría que fuera algo de beneficio mutuo, que los dos movimientos se nutrieran y crecieran en sus porvenires.

P.- En un inicio no había esta división, ha sido algo que ha crecido sobre todo en los últimos años. 

R.- Yo vi lo que pasó en Madrid con estas marchas separadas, limitadas por ideología, que justamente han generado un espacio de segregación dentro del feminismo. Es como si una parte del feminismo hubiese reaccionado con una especie de síndrome de Estocolmo, repitiendo aquello contra lo que nos levantamos, recurriendo a los mismos tipos de tácticas y estrategias del opresor.

P.- Ese rechazo viene quizá porque el movimiento trans no se queda solo en la realidad de las personas trans, sino que también ha sido capaz de cuestionar o desmontar la idea de género que todos habíamos tenido hasta ahora.

R.- Lo transgénero es una realidad que espero que no sea la primera ni la más importante a la hora de definir mi voz, sino que permita justamente conectar con otras realidades. En ese sentido si yo hubiera pensado que este libro hacía encontrarse solamente con personas transgénero. Chico no me interesa eso, me interesa poder conversar contigo y poder conversar con mi abuela y poder conversar con una persona que no conozco.

Se ha leído que el cambio de género es una traición al género de origen y también una intrusión al género de destino

P.- Libros como 'Inacabada' que han sido capaces de acaparar el interés del público general, no solamente de la crítica, demuestran que hay mucha gente conectando con estas historias.

R.- Si es que creo que nos puede pasar a todas. La transición, cambiar es algo humano y universal. Yo cambio de idea, así como cambio de ropa y cambio de de estado civil, como también cambio de autora favorita. Y no es una traición, pero sí se ha leído que el cambio de género es una traición al género de origen y también una intrusión al género de destino. Eso quiere decir que hay tabúes entre medias que se están tocando, por eso se castiga.

P.- En la novela está ese otro gran personaje que es el de la madre, al que tanto le cuesta entender el proceso de su hija, pero al que tratas desde la empatía y la comprensión. Representa un poco ese silencio de quienes no quieren hablar.

R.- Para ella se está muriendo su hijo mayor. Por eso Juana durante la novela se da cuenta de que arrinconar a su madre y presionarla es también juzgarla y la tiene que dar espacio y tiempo para decírselo como mejor pueda. Todo esto quise tratarlo desde el filtro del amor, la paciencia, el entendimiento, la espera y el cariño incondicional.

P.- ¿Cómo ha sido para ti crear a este personaje?

R.- Como una persona con pocos recursos para entender lo que le está pasando, bien intencionada y sobre todo como una mujer que quiere ser muy buena madre, y que tiene dificultades para expresarlo, pero cuya base es el amor.

P.- Imagino que esta novela también ha vivido mucho de tu experiencia personal. ¿Cómo se sale de un libro así?

R.- La salida creo que fue fácil. Juana recogía mucho esa incertidumbre mía previa al tránsito, el miedo, el ser cuidadosa. Creo que hoy día ya soy mucho más descuidada y desmadrada, y posiblemente diría la pachotada más terrible en mitad de la calle. Salir de ahí también fue como uf, ya, ok, este proceso se cerró. El libro quedó muy bien, pude despegar un poco mis intereses por las artes visuales y todo fue bien.

P.- Ahora que la novela se ha convertido en un fenómeno, ¿qué has descubierto una vez ha pasado de ser tuya a ser de todos? ¿Cómo ha sido el feedback con tus lectores?

R.- Esta conversación contigo, por ejemplo hubiera sido impensable un año atrás. Este libro fue escrito en pandemia, yo sola con mi perra en mi apartamento trabajando con mi editora a distancia y cuando lo publicamos nos gustó mucho cómo quedó, pero fue como algo para nosotras. Y de repente el libro salió, empezó a ir bien, salieron críticas positivas, se vendió un montón. Todo eso fue inesperado porque no fue escrito con ese sentido. Todo eso excede cualquier expectativa, porque no había expectativas con respecto a que esto se convirtiera en algo y ahora es algo que se mueve, circula y resuena con un chico en Madrid, así como la semana pasada resonó con una señora del extremo sur del país que la había leído, cuya hija ella tenía la intuición de que era trans. Todo es inesperado y no me deja de sorprender. 

P.- Está todavía inacabada. 

R.- En ese sentido sí, y que siga estando así.