Sería una enorme grosería en un día como este centrarnos solamente en una de las grandes voces que nos han acompañado, acariciado y susurrado desde que existen grabaciones. Sí, porque hay un antes y un después para la voz. El fenómeno del registro sonoro es lo que nos permite, “casi”, ser uno de los privilegiados que escuchó a María Callas en directo alguna vez...

… o casi colarnos en Woodstock con una de esas voces que jamás entrará en la categoría de “buenas”, pero nadie puede decir que no lo sea. La de un Joe Cocker poseído.

Este querido Cocker hizo su versión de First we Take Manhattan, una de las piezas clave de la historia de una de esas voces genuinas que llenan una canción y no te pueden dejar indiferente. La de todo un Leonard Cohen. Aquí hace su versión de todo un Hallelujah.

Son voces que jamás podremos volver a escuchar en vivo, porque como su propio nombre indica, ya no están en esa categoría. ¿Qué decir de Pavarotti?

Reconozco que no tiene nada de original recurrir al Nessun dorma cantada por Luciano. Pero sí puedo ser original para muchos si incluyo de repente a alguien que (oh, sorpresa) está entre los vivos, y además es conocida por el ámbito pop. Nadie puede decir que Marta Sánchez no tenga una voz espectacular. Como para medirse con Andrea Bocelli en una de esas canciones que todos sabemos tararear:

Y así podríamos seguir, con esas grandes cuerdas vocales que proyectan y salvan los obstáculos de la distancia y el tiempo con talento y bravura. Todos recordaremos siempre a nuestro gran Constantino Romero, más allá del Darth Vader original, por sus muchas intervenciones en la misma radio que compartimos. Si una vez me mostró Tino su debilidad fue para preguntarme qué me había parecido su interpretación de un grandísimo clásico como New York, New York en el final de una película que jamás pasará a la Historia como Gremlins 2. Cosas de ser profesional hasta lo obsesivo.

Vaya, un tema de Sinatra. Me dejaba a todos, pero no puedo dejarme al principal. Ahora sí. Permítaseme este pequeño espacio, en el día de la voz, para ser muy previsible. Hágase pues la luz de todos los focos sobre ese único niño bien vestido del barrio durante la Gran Depresión de Estados Unidos. Para esa cara con cicatrices desde que nació y por haberlo hecho. Para la peor y mejor parte del Rat Pack, ese grupo de ratas que exasperaba a Lauren Bacall.

Le llamaron, sencillamente, la voz. Una presunta lesión en el oído le alejó de prestar servicio en el ejército pero le acercó a escuchar la vibración de sus cuerdas de oro “desde dentro”. Por algo se adquiere el dominio de ese instrumento que a todos nos es dado pero pocos saben realmente usarlo. Yo, que en mi pequeña modestia de usuario que la utiliza por trabajo, he pasado décadas cultivándola y sigo absolutamente rendido hacia una interpretación concreta, que incluiremos en nuestra selección. La que Frank hizo de My Way en el Madison Square Garden en 1973 y que está en la Historia de la música.

Es el día de la voz y a mí me toca callarme para escuchar. Una última nota: la voz es un delicado instrumento de viento que vibra entre cuerdas en nuestro organismo. Cuidémoslo con la adecuada higiene y nos devolverá preciosos momentos. Tantos como palabras sepamos pronunciar para dar forma a nuestros pensamientos.