Estos días las playas españolas están más concurridas que nunca, llenas de bañistas deseando disfrutar de un baño en el mar o un paseo por la arena. Los niños pasan las horas muertas haciendo castillos o jugando a las palas en la orilla, y cuando el calor aprieta ¡qué mejor que un chapuzón para refrescarse!

Sin embargo, en los últimos años en nuestras costas cada vez es más habitual encontrarnos con otros compañeros de baño bastante indeseados: las medusas. Su presencia antes se ceñía al último tramo del verano, cuando el agua estaba más caliente, pero actualmente se dejan ver desde el mes de junio y, “dependiendo de la especie, sus picaduras pueden llegar a ser muy peligrosas”, apunta la doctora Pilar Cots, Jefa del Servicio de Alergología del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo de Madrid.

Últimamente el protagonismo en muchas costas se lo está llevando la Physaliaphisalis o ‘calavera portuguesa’, que en realidad no es una medusa sino una fisalia, mucho más venenosa. Tiene una parte que flota (flotador) que contiene gas, de color transparente violeta en forma de vela (también se llaman medusas vela), y otra sumergida formada por tentáculos azules muy urticantes que pueden llegar a los 20 metros de longitud.

Los más vulnerables ante las picaduras de las medusas son niños pequeños, personas mayores, mujeres embarazadas, personas con algún tipo de alergia (sobre todo en la piel), asmáticos o con enfermedades que afecten al corazón, aclara la alergóloga. En estos casos, según la Dra. Cots, además de la erupción cutánea (tipo ronchas, habones o vesículas) y el consiguiente picor, puede causar reacciones graves como problemas alérgicos e incluso anafilaxia. “El riesgo en estas personas más delicadas de salud viene directamente por la acción tóxica del veneno sobre los órganos, pudiendo llegar a producir una parada cardiaca o respiratoria”, asegura la especialista.

Cuando uno está en la playa y oye a alguien decir que ha visto una medusa, lo más recomendable es mantenerse fuera del agua. Y si nos pilla dentro, mejor salir nadando tranquilamente, ya que hacerlo con mucha energía puede atraerlas y sus largos tentáculos pueden alcanzarnos aunque las veamos lejos. Asimismo, también es preferible evitar las zonas donde rompen las olas, ya que es donde habitualmente se acumulan estos animales.

Por otro lado, el uso de cremas o bañadores que cubran el máximo de superficie corporal, además de proteger frente a los rayos del sol, también representan una barrera que evita el contacto de la piel con las medusas. Y si las vemos en la arena, no debemos tocarlas nunca ya que, aunque estén muertas, los tentáculos mantienen su poder urticante al menos 24 horas.

Me picó, ¿y ahora qué?

Si tenemos la mala suerte de sufrir una picadura, es preciso informarse bien antes de actuar ya que, por desgracia, actualmente existe mucha información tanto en Internet como en la sabiduría popular que, por desgracia, es de escasa fiabilidad. Mejor seguir las siguientes recomendaciones, siempre basadas en la evidencia científica.

En ese sentido, la Dra. Cots aconseja lavar la herida con agua salada y quitar los restos de tentáculos con guantes o pinzas. Si conseguimos darnos cuenta justo en el momento de la picadura, aplicar paños calientes (no más de 45 grados) para desnaturalizar el veneno. Y después aplicar frío, con una bolsa de hielo bien cerrada, para que el agua dulce no tenga contacto con la piel durante 10-15 minutos, para controlar el dolor y evitar que se extienda el veneno.

Recuerde que los remedios de Internet o la  sabiduría popular son de escasa fiabilidad.

Si persiste el dolor se puede aplicar lidocaína (pomada, gel, crema o spray) o un antiséptico en la herida (alcohol yodado), durante 48-72 horas y 3-4 veces al día. Y repetir tantas veces como sea necesario hasta que cicatrice. Otra opción es administrar antihistamínicos por vía oral (en crema no son efectivos) para calmar el picor, como hidroxizinadihidrocloruro (Atarax) o dexclorfeniraminamaleato (Polaramine).

De igual modo, la alergóloga de Ruber Juan Bravo recuerda que no se debe frotar ni rascar la zona afectada ni usar agua dulce para lavar la herida, ya que el cambio osmótico activa los restos de células venenosas que pueden quedar en la piel y esto aumenta la cantidad de veneno inoculado. Tampoco debe secarse la piel con toallas ni aplicar arena, amoniaco ni alcohol. Ni tampoco vinagre, pese a que existen muchos artículos por Internet en los que se recomienda su uso. “Sólo es útil con algunos tipos de medusas pero en otros resulta muy perjudicial y está contraindicado, como en las de la familia de las fisalias, las pelagias o las Chrysaoras”, ha sentenciado.