El neurocirujano es algo más que un médico competente para operar el cerebro. Es especialista en todas las enfermedades que afectan al sistema nervioso y que pueden precisar de cirugía. Hay neurocirujanos expertos en operar patologías oncológicas y otros en cirugía de columna. También existen los especialistas en neurocirugía pediátrica, una rama muy específica de esta disciplina. El doctor Francisco Villarejo, jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital La Luz (Madrid), es uno de ellos, así que conoce bien las diferencias entre ambos tipos de intervenciones.
Hay una primera singularidad, y es que el neurocirujano infantil puede operar a adultos, pero un neurocirujano de adultos no puede intervenir a niños. «Durante la residencia de la especialidad de todos los países, el neurocirujano pediátrico ha rotado previamente por un servicio de adultos, de forma que ya accede haciendo las dos ramas de la especialidad», explica el doctor Villarejo.
Atención específica
Lo primero que es importante señalar es que el niño «no es un pequeño adulto». Su volumen circulatorio supone el 10% de su peso, y presenta patologías neuroquirúrgicas completamente diferentes. Además, su cuerpo se encuentra en plena fase de desarrollo, lo cual condiciona su respuesta a las intervenciones. Por ello, Villarejo insiste en que los menores deben ser atendidos por especialistas infantiles en centros específicos, «como son los hospitales infantiles, con personal diferente, desde los pediatras a las enfermeras, pasando por auxiliares y anestesistas».
El cuerpo del niño se encuentra en plena fase de desarrollo, lo que condiciona su respuesta a las intervenciones
Las patologías y malformaciones infantiles del sistema nervioso y sus cubiertas son específicas. «Por ejemplo la craneosinostosis, un defecto de nacimiento por el cual los huesos del bebé se cierran prematuramente, deformando el cráneo, y que en la mayoría de los casos precisa de intervención quirúrgica. Es una operación en la que puede haber importantes pérdidas de sangre y hay que estar muy entrenados para que esto no ocurra», señala el doctor.
Hay otras patologías diferenciadas, como «quistes y malformaciones cerebrales, tumores, espina bífida, hidrocefalia o epilepsia». En los niños, los tumores cerebrales se localizan con más frecuencia en la fosa posterior, donde se encuentra el cerebelo, y es más habitual que sean tumores malignos, conocidos como meduloblastomas. Mientras, en los adultos son más frecuentes los tumores en la parte superior del cráneo. En este caso los glioblastomas, tumores con una rápida evolución y mal pronóstico, suelen ser los más agresivos.
Tratamiento diferenciado
El tratamiento tras las intervenciones quirúrgicas de niños y adultos también presenta diferencias. Por lo general, son técnicamente más delicados en el caso de los niños debido al pequeño volumen circulatorio de sus cuerpos. Cuando se trata de tumores, es primordial conseguir una extirpación completa porque después, «en la quimioterapia, debido al reducido peso del paciente, las dosis son muy pequeñas. En cuanto a la radioterapia, no es conveniente ni se debe aplicar en el caso de los niños pequeños», subraya el doctor Villarejo.
Para el jefe de Servicio de Neurocirugía del Hospital la Luz, la resonancia magnética ha sido uno de los grandes avances en su especialidad. Permite conocer el cerebro y la médula por dentro en todas las proyecciones, sirve para reconocer el tipo de tumor, la mejor manera de llegar a él y advertir la presencia de malformaciones, hemorragias o hernias discales.
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