Llegó a Nueva York en 2014 para iniciar una estancia postdoctoral en el laboratorio de genética del cáncer de Scott Lowe, dentro del centro Memorial Sloan Kettering Cancer. Seis años después, Direna Alonso (Gran Canaria, 1984) acaba de cumplir un sueño con la publicación en una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, Nature, de su investigación sobre el inicio del cáncer de páncreas.

Esta publicación es fruto de seis años de trabajo, desde que Alonso aterrizó en Nueva York procedente del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Madrid, donde había realizado su tesis en melanoma. "Estudié farmacia y en segundo de carrera a mi padre le diagnosticaron un melanoma. Me dije, yo tengo que investigar sobre esto", explica por Skype desde el laboratorio.

Después del melanoma, se decidió por el cáncer más letal en Europa, el de páncreas, cuyo diagnóstico suele realizarse cuando ya no suele ser curable. De hecho, la mayor parte de lo que los científicos conocen sobre este cáncer a nivel molecular corresponde a etapas más avanzadas y no tanto a cómo se van desarrollando en su inicio. Y en esa fase preliminar es en la que se ha fijado Alonso, cuya trabajo expone cómo el daño en los tejidos y las mutaciones genéticas se conjugan para que se vaya desarrollando el cáncer.

"Hay daños en el páncreas que se van produciendo a lo largo de la vida, por su propia función digestiva o por razones que no se pueden evitar. Igualmente no se pueden evitar que las células del páncreas adquieran mutaciones y nosotros lo que hemos buscado es entender cómo se producen esas interacciones entre daño y genética, por qué el páncreas normalmente es capaz de reparar el daño pero si actúa el oncogén KRAS mutante se inicia esa primera etapa tumoral”, explica la investigadora.

Tejido de páncreas premaligno de un modelo de ratón genéticamente modificado para marcar las células tumorales tempranas portadoras de mutaciones en KRAS (en rojo) y perturbar su expresión génica (rojo y verde).

Los científicos que han evaluado su trabajo han valorado especialmente, explica Alonso, dos aspectos de la investigación: "Hemos conseguido encontrar alteraciones epigenéticas en el páncreas, que suelen verse en estadíos más avanzados, y comprobar que más de la mitad ya aparecen en esos momentos tempranos, inducidas por la combinación del daño tisular y el oncogén KRAS mutante".

Por otro lado, el equipo logró no sólo identificar las células tumorales tempranas, sino separarlas de la "maraña de inflamación que hay en esos tejidos" para poder estudiarlas en profundidad. Además, consiguieron demostrar que estas alteraciones epigenéticas que las caracterizan son importantes para el desarrollo tumoral. "Lo hicimos con técnicas muy innovadoras de laboratorio y conseguimos no sólo poder marcar las células tumorales tempranas en modelos animales sino perturbar su función".

A esos ratones de laboratorio se les indujo la mutación del oncogén y una pancreatitis aguda para observar la interacción entre ambos factores. Lo que debía hacer el páncreas para regenerar sus propias células no ocurre al contener la mutación, que alteraba su respuesta e impulsaba el crecimiento tumoral. Ya se sabe que el oncogén mutante KRAS es el responsable del desarrollo del cáncer de páncreas en el 95% de los pacientes, y que la pancreatitis colabora en este proceso, pero no se conocía exactamente cómo el proceso regeneración normal en respuesta a daño se desvía para iniciar el cáncer.

La interacción entre el daño tisular y el oncogén mutante KRAS producían cambios epigenéticos previos al cáncer y la investigadora vio cómo si esos cambios se bloqueaban, no había desarrollo tumoral.

La importancia de su investigación ha sido reconocida gracias a la publicación en Nature, que ahora le abrirá nuevas puertas a esta joven científica. "Tristemente el descubrimiento científico se mide por el índice de impacto de las revistas en que se publican, digo tristemente porque hay muchas publicaciones buenas que no tienen esa suerte. Ahora mi objetivo es crear mi propio laboratorio para continuar ampliando áreas del estudio y que esto pueda algún día traducirse en el desarrollo de estrategias para detectar antes el cáncer", afirma Alonso.

Ahora, Alonso está valorando distintas posibilidades para ver si ese laboratorio se ubicará también en Nueva York, en España o algún otro lugar de Europa: "Ojalá pueda volver, este campo es muy competitivo y encontrar financiación en España cuesta más que conseguir lo mismo en Estados Unidos por la falta de apoyo institucional. A ver si ahora con la epidemia que parece que se ha puesto en valor la ciencia mejoran un poco las cosas, sería muy interesante poder volver".

Alonso no quiere dejar la conversación sin poner en valor su formación en España: "Estudié la primaria en un colegio británico, el Canterbury, que me dio una base de inglés que es fundamental. Después estuve en un instituto público, el Pérez Galdós de las Palmas, y desde entonces no pagué ni la carrera ni el doctorado, siempre con becas y premios públicos", subraya agradecida.