Al día siguiente de su 50 cumpleaños, Teresa recibió un llamada en su móvil para realizarse una mamografía. Le dijeron que concretarían la cita para febrero, pero llegó el coronavirus y se retrasaron a abril. En plena pandemia, una nueva llamada y una nueva fecha. Junio.

Teresa, que vive en Piera, un pequeño pueblo barcelonés, había perdido a su hermana por un cáncer de mama y en su familia otra tía y una prima habían padecido el mismo tipo de tumor. Aún así, cuando tras la prueba recibió una llamada del hospital directamente citándola para una biopsia, Teresa pensó que no iba con ella. "No me habían llamado para darme resultados de la mamografía y pensé, esto es un error".

Aún en el confinamiento, Teresa fue sola a realizarse la biopsia y sólo para recoger sus resultados pidió por favor si podía acudir con su pareja. "Soy diabética y expliqué que a veces tengo subidas y bajadas de azúcar. Entré con él y me dieron la noticia. Era un tumor maligno, pero en fase 1. Me tenían que operar y dar tratamiento", cuenta esta mujer, que en 2011 había despedido a su hermana de 45 años por la misma enfermedad.

La operación fue a finales de julio. Estuvo sola y ese es su peor recuerdo: "Lo peor durante la enfermedad ha sido la soledad. Estar ingresada en el hospital sin mi pareja o mis hijas fue muy duro. Mi único apoyo era mi compañera de habitación". "Estando sola piensas más, no quieres pensar pero lo haces, estás más nerviosa... Fueron muchas horas sola en el hospital, en las pruebas y durante el tratamiento", añade.

Tras la operación, los médicos le dijeron que la zona no había quedado "totalmente limpia" y que en un mes había que volver a intervenir: "Yo trabajo limpiando y antes de entrar a la segunda operación le dije al médico 'yo antes de terminar me aseguro que todo está limpio", bromea.

Esa operación sí fue definitiva y, tras ella, llegaron 15 sesiones de radioterapia entre noviembre y diciembre, de nuevo con los municipios confinados: "Me daba miedo ir en ambulancia con otros posibles pacientes infectados de Covid, me llevaba mi marido con un salvoconducto y se quedaba esperando en el parking del hospital".

Aunque la radioterapia la debilitó, no pudo con ella y su buen humor solo se quiebra al hablar de los problemas económicos que la pandemia ha venido a sumar a su enfermedad. "En marzo entré en un ERTE, cuando me pude reincorporar me diagnosticaron el cáncer y tras mi baja, me encuentro con otro ERTE. Sobrevivo cómo puedo y con ayudas... Y esperando que no recaiga, porque con la pandemia parece que no puedes estar enferma", lamenta.

Uno de cada cinco diagnósticos, tarde o sin llegar

La pandemia ha afectado a una enfermedad que se acerca a los 280.000 casos anuales en nuestro país y, aunque los números están en descenso en los últimos años, es la segunda causa de muerte. Según los datos de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), la pandemia ha retrasado o evitado que se puedan diagnosticar uno de cada cinco tumores y, como ya han advertido oncólogos desde el inicio de la pandemia, la paralización de cribados puede provocar un aumento de cánceres más avanzados en los próximos meses.

Según GenesisCare, los nuevos diagnósticos se han reducido entre un 30 y un 40% durante la pandemia y calcula entre un 6 y un 13% el aumento en mortalidad del retraso de un mes en el tratamiento.

Además de sus efectos clínicos, la pandemia ha agravado la situación emocional de los pacientes, como ha podido comprobar la AECC en un estudio dirigido por Belén Fernández:"Queríamos ver cómo les había afectado la pandemia para entender mejor cómo ayudarles".

El estudio halló que en abril un 34% de los pacientes sufría ansiedad o depresión. En diciembre lanzaron una segunda oleada y ese porcentaje había aumentado al 41%. "Pensábamos que la situación había mejorado y nos sorprendió ver que era peor. Se había pasado, además, de sentimientos de ansiedad, irritación o inson,mio a otros más relacionados con la depresión, como desesperanza, frustración y cansancio", explica Fernández, unos sentimientos que están en línea con la calificada por la Organización Mundial de la Salud como "fatiga pandémica".

La pandemia ha exacerbado los miedos de los enfermos de cáncer, que ya de por sí "tienen que lidiar con muchísimos temores familiares, económicos y por su propia vida". Explica Fernández que "los pacientes mostraban muchísimo miedo a contagiarse de Covid, entre otras causas por el temor a no poder recibir sus tratamientos oncológicos".

Más afectados también económicamente

Habitualmente, uno de cada cuatro diagnosticados de cáncer entra en riesgo de pobreza. Si a eso se le suma la pandemia, el resultado es una vulnerabilidad añadida a la ya complicada situación. Según la encuesta de la AECC, casi un 20% de la población con cáncer había empeorado gravemente su situación económica en el confinamiento y en noviembre un 17% con cáncer no se había recuperado.

Esa es una de las razones por las que la AECC ha lanzado este Día Mundial contra el Cáncer la petición de un gran "Acuerdo contra el Cáncer" que facilite el acceso equitativo a la prevención, programas de cribado, tratamientos psicológicos y que evite un retraso en los diagnósticos.

Con tres décadas de experiencia en ayuda psicológica, la AECC se ha abierto este año de pandemia a ayudar a otros que también lo necesitaban. "Tenemos décadas de experiencia ayudando a familiares en talleres de duelo y este año por primera vez lo hemos hecho para personas sin cáncer. También hemos hecho talleres para profesionales sanitarios, porque ellos están entre quienes peor lo están pasando", cuenta Fernández.