Durante una madrugada de marzo y otra de octubre el reloj salta o se retrasa una hora. En el primero se adelanta una hora para instaurar el horario de verano (a las dos serán las tres) y en el segundo se retrocede el mismo lapso de tiempo (a las tres serán las dos). A partir de marzo amanece y anochece más tarde, por lo que disfrutaremos de más horas hábiles de sol, algo que se invierte posteriormente en octubre. Una hora parece una cifra irrisoria; sin embargo, nuestro cuerpo nota esta alteración.

Algunos dicen que están más cansados y que no consiguen dormir bien. Otros opinan todo lo contrario, se sienten más enérgicos y contentos. Ovidio Peñalver, psicólogo sanitario, ha explicado a El Independiente cómo afecta el cambio de hora al ser humano. El especialista señala que "tanto en el cambio de horario al de verano como en el de otoño el cuerpo humano tarda dos o tres semanas en adaptarse totalmente". Los grupos de edad más sensibles a estas modificaciones son "los niños y los ancianos". "Les cuesta más porque tienen más rutinas establecidas", añade.

La principal variación es tan sencilla como que se retrasa todo. Peñalver considera que "el cambio al horario de verano suele ser más positivo que el de otoño. En la mayoría de los casos la gente mejora su estado de ánimo". Los expertos recomiendan tomarnos los cambios con naturalidad y adaptar cuanto antes nuestras rutinas a las horas de sol que ofrecerá cada período. "Las minidepresiones asociadas al cambio horario son más típicas del otoño. La luz solar nos ayuda a despertarnos y resulta más natural", apunta Peñalver.

El cambio horario nos alegra

Está demostrado que las variaciones de la intensidad de luz afectan a nuestro reloj biológico y cuando se reduce provoca lo que llamamos depresión estacional. "Por norma general, el cambio al horario de verano anima a la gente ya que la luz, mediante procesos bioquímicos, activa neurotransmisores que regulan el sueño".

Peñalver argumenta que "la melatonina, que generamos de manera natural, organiza nuestros ciclos de sueño y al cambiar las horas de luz se alteran nuestros niveles". Esto no quiere decir que tengamos que sufrir trastornos del sueño, sino que "al ser una modificación nos altera durante un tiempo. Realmente estamos más inquietos, nuestro cuerpo detecta que algo ha cambiado y la gente tiene que comprender este cambio". En el cambio otoñal es más habitual que se produzcan aumentos de irascibilidad, lo que Peñalver justifica porque "estamos inquietos y algunas personas reaccionan de esta manera, otros simplemente duermen menos".

Hay menos suicidios en verano que en invierno

Ovidio peñalver

Los fenómenos meteorológicos afectan directamente a nuestra vida, "la luz es muy terapéutica, de hecho la fototerapia se utiliza para tratar muchas enfermedades", cuenta Peñalver. "Hay menos suicidios en verano que en invierno. Otros factores meteorológico como el viento también afectan, en las zonas más ventosas se producen más suicidios".

Los aspectos negativos que indica Peñalver son "el riesgo de aumentar la jornada laboral, es lo más peligroso. Cuando hay más luz puede que la gente continúe trabajando, ya que a las 19.30 o 20 horas siguen siendo de día. Con el teletrabajo es todavía más probable". Además, otro de las problemáticas a tener en cuenta es que "al amanecer y anochecer más tarde es fácil que la gente cene más tarde y por tanto se acueste más tarde".