La consciente sinrazón como cortocircuito no elegido. He ahí la cruda paradoja que ahoga la mente humana en una gruta ajada que va agostando las posibilidades de la plena libertad del alma. Tras el petricor, al fondo; una ventana invita, voluntad en altas dosis mediante, al justo canto de la esperanza. José Costas, quien fue alto ejecutivo del Santander, se trata el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que padece desde niño. “He sufrido de todo, una tortura. Esto llega a convertir a la persona en no funcional”, afirma, para El Independiente, con voz serena, pero con el surco de quien probó aquello sobre lo que habla.

Este 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, tratamos sobre un trastorno incluido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre las 10 primeras enfermedades más discapacitantes y que, con todo, aguanta la losa de películas como Toc Toc, cuyo mensaje es una reducción a la comedia de algo tan grave. Queda senda por recorrer y es hora de poner frente al espejo a quienes acotan este severo trastorno mental a categoría de ‘manía’. Hubo vidas que se sesgaron por el TOC. Van por ellas también estas líneas…

Una luciérnaga disfrazada de persona prendió luz y perspectiva al TOC en la provincia en que se asienta la Alhambra. Aurelio López Reina abandonó sus negocios cuando su hijo, afectado por TOC, falleció. Invirtió su capital en honrar su memoria, levantando la Asociación TOC Granada, en el municipio nazarí de Monachil, que ofrece terapias integrales e intensivas con todos los profesionales necesarios para escapar de la desabrida prisión de este trastorno. Hasta ella acuden personas afectadas de todas las partes de España, así como de EEUU o Latinoamérica.

El TOC es la enfermedad del sufrimiento. Me ha perseguido desde niño, cuando empecé a ver a la Virgen desnuda

JOSÉ COStas, afectado

José Costas (55) aterrizó a sus 53 años en esta asociación. “El TOC es miedo, duda, evitación. Me ha perseguido desde niño y me ha traído muchos problemas. Es la enfermedad del sufrimiento. Desde muy pequeño tenía la obsesión de que mi madre se iba a morir y yo tenía que rezar compulsivamente. También veía a la Virgen desnuda. Me sentía como un demonio. Lo viví en soledad, porque es muy complejo de compartir por vergüenza”.

La espesura de cadenas figuradas se comprende mejor con el inciso al pie desde TOC Granada. “Las obsesiones son egodistónicas. Van en contra de los valores de la persona, no los define, no los representan y eso hace que, al verlas como una amenaza, se les preste más atención. O se crea que debe eliminar ese pensamiento para evitar el mal temido y ahí llega el bucle obsesión-compulsión”.

Noelia Hernández, psicóloga sanitaria y coordinadora del Equipo técnico en TOC Granada, explica, para este periódico, que este trastorno “se caracteriza por obsesiones (pensamientos, imágenes, recuerdos), compulsiones (físicas o mentales) y evitaciones que impactan en la vida diaria, causando un gran sufrimiento emocional. El TOC no tiene una remisión espontánea. Si no se trata, genera un efecto bola de nieve colina abajo; afectando cada vez más áreas de la vida de la persona y eso se traduce en una disminución de su calidad de vida".

Un alto ejecutivo “casi en la mendicidad”

Costas era responsable de Captación y Ahorro en el Santander México (más de 2.000 sucursales). “Siempre pensé que yo era tonto y que la fortuna me generaba importantes situaciones en mi vida. Mi obsesión era sentirme un fraude. Sentía que me iban a pillar en la empresa. Me entró tanto miedo que yo mismo pedí abandonar el banco. De llevar funciones súper ejecutivas a ser incapaz de enviar un mail porque creía que escribía tonterías y lo revisaba 30 veces”, narra con amargura; mientras agrega que “llegué a tener dinero por mi desempeño profesional, pero al dimitir por lo incapacitante del TOC rocé la mendicidad. Todo lo solucionaba dando dinero, hasta mi divorcio”.

De esta aspereza, se daba cuenta sólo él; un peso sin bultos, heridas sin cicatrices que supuran de costillas para dentro. “La gente para nada lo apreciaba. Vivimos en un constante disimulo. El TOC te hace enmascarar, mentir. Yo no quería decir mi verdad. ¿Cómo contar a unos padres que ves desnuda a la Virgen o a un compañero que revisas un simple mail en decenas de ocasiones. Mis círculos sociales me veían como el gran ejecutivo, mientras yo, interiormente, me lamentaba diciendo “si vosotros supierais…”.

365 días sin tregua

¿Se calla, en alguna ocasión, la silente voz del TOC? “No hay vacaciones. Es constante. Diario. Es horrible. El banco me pagó viajes a lugares muy bonitos. Pero nunca disfrutas. Imposible. Siempre estás con rumiaciones. No se vive jamás en el momento presente. El TOC vive contigo. El pensamiento intrusivo te martillea 24 horas”, rubrica José Costas.

La angustiosa historia de este vigués de nacimiento experimenta un punto de inflexión al acudir a TOC Granada. “Fue casi un milagro descubrirlos por Internet, ver sus vídeos y reconocerme afectado. Ahí me encontraba muy mal, tomaba un montón de Lorazepam al día, uno de los ansiolíticos más fuertes. Este bicho interno se alimenta del sufrimiento y es insaciable. Llega un punto en el que tu cabeza está exhausta. El cerebro agotado al máximo. Imposible de explicar a quien no lo ha experimentado”, zanja resignado José Costas.

¿Hay cura?

La psicóloga Noelia Hernández indica a El Independiente que en el origen del TOC hallamos “factores genéticos, biológicos y/o contextuales y que los factores traumáticos pueden activar los síntomas, lo que no significa que esté causado por un trauma”. ¿Pero se puede acabar con él? En palabras de Hernández, “en la terapia mediante la psicoeducación y otras técnicas se aprende a que la persona se distancie de sus obsesiones, que pierda su credibilidad. El objetivo del tratamiento no es no tener obsesiones sino verlo como lo que es: una obsesión producto de tener un TOC y aprender a aceptarlo y seguir con lo que la persona estaba haciendo o iba a hacer en ese momento en que aparece la obsesión”.

Se aprende a que la persona se distancie de sus obsesiones, que pierda su credibilidad

Noelia hernández, psicóloga

Para la experta, la terapia cognitivo conductual (TCC) “ha demostrado ser la más efectiva, aunque puede haber recaídas porque la exposición con prevención de respuesta es dura para el paciente. En nuestra experiencia, la combinación terapéutica de la cognitivo conductual y tercera generación, sobre todo terapia de aceptación y compromiso en TOC (ACT) y Mindfulness, que, a priori, parece contradictoria, la consideramos positiva”. 

¿Pero qué opina el afectado sobre esta cuestión? "El TOC no se cura nunca; se aprende a gestionar. Sí que es cierto que he notado mucha mejoría, aunque sigo con comportamientos de este trastorno. El secreto es lograr diferenciar pensamientos intrusivos".

Ahondemos. ¿Entonces, cómo batallar a esa realidad autodestructora? "No hay que dialogar con el TOC, estás perdido, en ese caso. No intentes convencerlo porque ganará la batalla. Luego, aceptar que tienes ese problema en el cerebro, a caballo entre lo biológico, hereditario y neurológico. Por último, convivir con la sensación desagradable que produce la obsesión para no hacer el ritual. Esto es muy jodido, pero hay que aguantar como sea. Hacer otra actividad. Si le haces caso, cada vez te pedirá más y mayores compulsiones. Es, en gran medida, reeducar al cerebro. No hacer caso al TOC es la mejor manera de que se vaya haciendo más pequeño. Ojo, el proceso es complicadísimo y se sufre lo que no está en los escritos".

Para ello, en este periodo bajo los auspicios de TOC Granada, a José Costas lo han ayudado hasta cuatro terapeutas. A saber: la principal, la coterapeuta, otra persona que le guiaba en su casa para fijar hábitos y otra para mindfulness. En ese transitar de la lucha consigo mismo, acaso la más ardua, Costas firma relevantes progresos; tal vez mundanos para quienes ostentan la fortuna de tener las entrañas libres de TOC. "Antes, yo veía la cocina desordenada y me fustigaba. ¡Qué horror de sensación! Te anulaba para el resto del día. Ahora, me digo que la limpiaré mañana. A este tema le he quitado trascendencia y respiro de otra manera", reseña.

Estigmas, en el siglo XXI

De hace unos años a esta parte, la visibilidad de las enfermedades mentales ha ganado terreno y, con ello, empatía. ¿Empero qué ocurre con el TOC? ¿Por qué escuchamos a personas sin la losa de este trastorno frases, tan sorprendentes como dolorosas, del orden de "pon bien ese cuadro que me da TOC"?

Para José Costas, se trata de un "trastorno visiblemente complicado socialmente". En ese línea, asevera que "con una esquizofrenia nadie haría bromas ni diría que le está dando. Quizá porque en ese trastorno se puede generar violencia. En el TOC es lo contrario. Y la ignorancia. Poco se conoce y es muy complejo interiorizarlo. Ahí está la película de 'Campeones' o la de Toc Toc. Todo dicho". Noelia Hernández, psicóloga, agrega que "no es ninguna broma y la visión distorsionada de ciertas películas no ayuda a que los afectados comuniquen una realidad que ya de por sí tienden a ocultarla. Hay que romper este estigma”.

"El sufrimiento resulta brutal; un sufrimiento hacia dentro no hacia afuera. Somos sufridores internos", concluye José, que sigue viviendo en Monachil. Tras más de medio siglo cautivo en grilletes de aire, el horizonte, no hace tanto sumergido, vuelve a dibujarse sobre la superficie. Su lucha es dechado de coraje. Su testimonio, una espita para esmerilar el puñal del TOC, que aún llaga; que aún llaga.

La calle opina sobre la salud mental