En verano resulta fácil encontrarse, durante las sobremesas más calurosas, tomar un helado de postres que muchos consumen también para ayudar a la digestión. Esta práctica social, muy extendida en la cultura convencional, no cuenta con el aval científico y, en realidad, puede tener el efecto contrario. Lo cierto es que el helado resulta relajante e invita al placer, pero su valor nutricional no favorece el trabajo digestivo.
El helado y la digestión
Grasa y azúcar, los enemigos del proceso digestivo
Los helados generalmente son ricos en grasas saturadas y azúcares. Estos elementos pueden alargar el vaciamiento gástrico, lo que hace más lenta y pesada la digestión. El aparato digestivo requiere más tiempo y más energía para procesar este tipo de alimentos, lo que puede causar sensación de pesadez, de sensación de cansancio y de malestar general tras las comidas.
El efecto refrescante no es sinónimo de digestivo
La percepción de frescor que puede ofrecer el helado después de una comida copiosa puede inducir a una sensación de alivio abdominal, cuando en realidad esta sensación es sólo eso, sensación. El frío no tiene un efecto fisiológico positivo del tipo digestivo, y no hay pruebas que demuestren que la disminución de temperatura haga que la digestión sea más eficiente para los alimentos ingeridos.
Evitar el helado comercial
La gran mayoría de los helados que se pueden encontrar en los diferentes supermercados y heladerías no son helados artesanales sino que, en la gran inmensa mayoría están elaborados a partir de ingredientes ultraprocesados que contienen aditivos, grasas de mala calidad y cantidades de azúcares que superan los límites de consumo saludable. Este perfil nutricional convierte al helado en un alimento de consumo ocasional no en un alimento de consumo habitual.
Polos y granizados, alternativas engañosas
Con el fin de elegir opciones más livianas, algunas personas eligen los polos o los granizados. A pesar de que aportan más agua que los helados como los tradicionales, tienen la desventaja de que suelen tener un alto contenido en azúcares añadidos y, por lo tanto, están muy lejos de ser considerados como una opción saludable, ya que no aportan fibra ni tampoco ningún tipo de nutriente que pueda ayudar a la digestión.
Cómo disfrutar del helado sin perjudicar la digestión
Helados caseros con ingredientes naturales
La elaboración de helados en casa permite saber exactamente que ingredientes se utilizan. Por ejemplo, la utilización de frutas naturales, yogur sin azúcares añadidos y frutos secos puede ayudar a mitigar el efecto negativo que tiene un postre que se consume con una comida. Al no utilizar azúcares refinados y grasas saturadas el alimento es un poco más equilibrado de forma que, si bien no mejorará necesariamente la digestión, al menos no la limitará tanto como su versión "industrial".
Consumo ocasional y consciente
Disfrutar de un helado no tiene por qué estar excluido de la alimentación; el truco consiste en realizar una ingesta ocasional, en pequeñas cantidades y, de ser posible, separadas de las comidas centrales. De este modo se evita colapsar el aparato digestivo y se consigue conservar una vinculación más sana con el alimento.
Comer helado con la idea de que es bueno para la digestión es un mito muy instalado, aunque sin fundamento. Su composición cargada de grasas y azúcares quebranta la digestión, como sucede con la comida abundante. Por ello, en el caso de que se quiera introducir este alimento en verano, la mejor opción sería comerlo con moderación, priorizando alternativas caseras y naturales, de tal modo que se pueda disfrutar de un placer, que es un buen helado sin que ello comprometa la salud de la digestión.
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