Se conocieron, se frecuentaron. A ambos les acusaron de ser 'jueces estrella'. La relación entre el juez Baltasar Garzón y Giovanni Falcone fue truncada por la muerte del magistrado italiano. Falcone revolucionó la lucha contra Cosa Nostra en Sicilia utilizando la estrategia que se había utilizado para derrocar al terrorismo político de las Brigadas Rojas. En lugar de dejar las investigaciones en mano de un juez solo, el tribunal de Palermo creó un pool: un equipo de siete fiscales que trabajaban en paralelo sobre los mismos delitos. Falcone entendió que buscar a los culpables de los crímenes de sangre no servía para derrotar la mafia. Siguió la pista del dinero. Dio por primera vez credibilidad al testimonio de los 'pentiti', los arrepentidos de la mafia. Aplicó sin reticencia la cárcel dura para los imputados, para que no pudieran seguir dando órdenes desde la prisión.

P. -  ¿Qué recuerdo tiene de su encuentro con Falcone?

R. - Dos buenos amigos y periodistas de investigación del diario La Vanguardia, Jordi Bordas y Eduardo Martin de Pozuelo, que tenían una buena relación con Giovanni Falcone, le hablaron de mí diciendo que teníamos criterios parecidos. Ellos insistieron mucho en que nos conociéramos. El juez estuvo en 1990 en la Audiencia Nacional, en Madrid, practicando una Comisión Rogatoria relacionada con una investigación de la mafia. Fue una visita protocolaria, pero causó un gran revuelo entre los colegas. Quedamos emplazados en que nos veríamos con más tranquilidad en Palermo. Desgraciadamente esa ocasión no llegó por el atentado que acabó con su vida, la de su mujer y varios policías. De esta forma, la tristeza y el horror fueron los testigos del reencuentro, pero cuando ya su cuerpo estaba inerme en la catedral de Palermo.

P. - Usted participó en los funerales en Palermo. ¿Qué le parecía Italia entonces?

R. - Es cierto, estuve en Palermo el día que enterramos a Giovanni Falcone.  Me dejó marcado. Más de medio millón de personas asistieron a su sepelio. Recuerdo el desprecio social hacia los políticos que habían permitido que cayera el "primer ciudadano" de Italia, el juez Falcone. La sociedad siciliana supo comenzar una nueva vida tras la muerte de Falcone. Los más de 500 kilos de explosivo que utilizaron en la carretera que va al aeropuerto de Palermo y que fueron el fin para cinco personas que servían al Estado, devinieron en la mayor derrota de la mafia. Falcone, Borsellino y muchos otros jueces y funcionarios asesinados se convirtieron en referentes para recuperar la credibilidad en unas instituciones que no siempre supieron estar a la altura de las circunstancias. Para mí fue siempre un ejemplo a seguir en mis investigaciones.

P. - A Falcone le tachaban de ser un juez estrella, de anteponer sus intereses a la justicia. Le acusaron de haber metido solo la bomba en su chalet en la playa. ¿Se le pide a los jueces que tengan un perfil bajo cuando entran en colisión con otros intereses?

R. - Un juez debe ser juez con todas las consecuencias. Eso significa que si actúa contra intereses económicos, políticos, corporativos, del crimen organizado, contra la corrupción... con seguridad va a tener problemas. Le desprestigiarán, acosarán a su familia, a sus amigos. Algunos lo pagamos con la misma profesión que desempeñamos en busca de la verdad y la justicia. Otros, desgraciadamente, con algo aún más valioso: la vida. Falcone dedicó su vida a proteger a la sociedad  y pagó con el sacrificio de esa vida. Soportó todo tipo de maledicencias y presiones porque deseaba hacer frente a la maldad, aplicar el derecho. Quienes son actores de estas actitudes no merecen más que el desprecio, pues normalmente lo hacen porque no son capaces de arriesgarse y actuar como los que obran de forma valiente.

¿Por qué se pide un perfil bajo en ocasiones? El perfil que se reclama por parte de un sector con intereses espurios va en proporción directa con el grado de molestia que el magistrado está ejerciendo sobre esos individuos de perversas intenciones. Ante la posibilidad de que se vea afectado su “negocio” ejercerán todo tipo de acciones para frenar esa actuación judicial que les pone en riesgo. Sin escrúpulos. Habría mucho que hablar también de quienes hacen de coro contra el juez, buscando la consecución de su propio beneficio o como “voz de su amo”. Lo que tengo claro es que el juez no debe desentenderse de los problemas que le rodean, no debe justificarse a sí mismo sólo con la medición de la ley. Falcone representa para mí ese juez comprometido, polémico, que afrontaba las cosas de frente, que es lo que nos exige la sociedad.

P. -  ¿Quiénes son los ‘Falcone’ de hoy?

R. - Hay muchos. Algunos conocidos y muchos anónimos. Me duelen los casos como los referidos acerca de los colegas turcos encarcelados de los que poco o nada se sabe; de los magistrados africanos que intentan combatir los crímenes de lesa humanidad de contenido económico y medioambiental en circunstancias bien adversas, o en los asiáticos que se la juegan día a día... Por eso es tan importante diseñar mecanismos de protección y apoyarles con instrumentos como el de la Jurisdicción Universal hoy prácticamente eliminada por la reforma realizada por el Gobierno actual que quiso estar a bien con otros gobiernos como el de China o EEUU, a costa de la impunidad de crímenes horribles. Y hay también Falcones más modestos: recuerdo el pueblo de Wukro en Etiopia, donde trabaja un santo padre blanco de Hernani, el padre Ángel Olarán, con el que colaboro para fortalecer la lucha de una Jueza y un Fiscal contra la corrupción en unas condiciones en las que la consecución de una techumbre de uralita para proteger del calor durante los juicios, es una heroicidad, y, además haciéndolo con una transparencia que ya desearían para sí muchos de los sistemas más sofisticados de justicia

P. - En una conversación con El Independiente, la Presidente de la Comisión Antimafia del Parlamento italiano, afirma que le sorprende la reticencia de magistrados y políticos españoles en admitir las complicidades que la mafia tiene en la península.

R. - Esta es una cuestión delicada y la señora Bindi, opina haciendo la comparación con los vínculos que históricamente han existido en Italia entre poder, políticos, empresarios, mafia, instituciones. Esto es lógico y aceptable, pero quizás desconozca que, al menos históricamente, en España, sí se han desentrañado mafias policiales o de la guardia civil (la UCIFA) por sus vínculos con redes criminales, políticos, jueces o representantes de otras instituciones que también han sido descubiertos. Es decir,  no se abona la impunidad, aunque sí es cierto que muchas veces esa realidad se ha querido oscurecer. Pero si esto es así, la obligación de jueces y fiscales e investigadores es descubrirlo y perseguir esas tramas corruptas que amparan trata de seres humanos, blanqueo de capitales, financiación de actividades ilícitas diversas, drogas. Negar las evidencias es la peor política que se puede adoptar porque ello supondrá que los problemas se agranden y las metástasis lo cubran todo.