Isidro Fainé es un hombre persistente. Inasequible al desaliento. Su sueño era fusionar La Caixa y Caja Madrid. Lo intentó y estuvo a punto de conseguirlo en 2011: mantuvo conversaciones con Mariano Rajoy (cuando todavía no se habían celebrado las elecciones generales que le dieron al PP la mayoría absoluta), y con Luis de Guindos (entonces mano derecha del líder del PP para los asuntos económicos). Artur Mas, por aquellas fechas presidente de la Generalitat, también estaba a favor. Incluso Esperanza Aguirre -presidenta de la Comunidad de Madrid- estaba de acuerdo. El único problema es que Rodrigo Rato, presidente de la entidad, no quería. Se le ofrecía ser presidente del grupo industrial del banco fusionado y a él le parecía poco. En fin, que aquel proyecto se frustró. Luego vino la fusión de Caja Madrid con Bancaja y la creación de Bankia. En mayo de 2012 la entidad tuvo que ser intervenida y el Estado tuvo que inyectarle 22.400 millones, a través del FROB, para evitar su quiebra.

Pero Fainé nunca se dio por vencido.

El pasado lunes el presidente de la Fundación La Caixa (propietaria de CaixaBank) se dejó ver en la Casa de América donde Pedro Sánchez reunió a los líderes empresariales del Ibex para lanzar su mensaje de “unidad” para afrontar la crisis sanitaria, económica y política generada por el Covid-19.

Cuando el presidente del Gobierno concluyó su discurso Fainé se acercó a la ministra de Economía, Nadia Calviño, que le recibió con una sonrisa oculta tras su mascarilla: “¿Qué tal el verano”. “Bien, bien. Aunque yo no he parado. Ya sabes, con mi apellido no puedo hacer otra cosa”, contestó el banquero. “Sí, claro, a la faena”. Pero Fainé tenía prisa: “Tenemos que hablar. Es urgente”. “Cuando quieras”, contestó la vicepresidenta.

Así que mientras que Sánchez clamaba por la unidad, otros la ponían en práctica: estaba a punto de empezar la última fase de la fusión entre CaixaBank y Bankia para la creación del mayor banco nacional, con unos activos de 650.000 millones de euros.

Todo se aceleró al comienzo del verano. En julio, Fainé le explicó sus planes a la vicepresidenta Calviño

Calviño y Fainé no se reunieron esta semana, pero sí hablaron por teléfono. La reunión importante la mantuvieron a finales del mes de julio. En ella, el verdadero impulsor de la fusión le expuso a la ministra sus planes con cierto detalle.

Las fusiones son casi siempre operaciones defensivas. Y esta lo es. Como suele decirse, a la fuerza ahorcan. Los bajos tipos de interés y la perspectiva de que se mantengan en esos niveles durante mucho tiempo; la imposibilidad de seguir aumentando ingresos vía comisiones, de las que los clientes están hartos; y, sobre todo, la necesidad de hacer fuertes provisiones provocadas por el aumento de la morosidad a consecuencia del Covid, dibujan un panorama, más que sombrío, tétrico para el sector financiero. La única alternativa, pues, es la reducción de costes. Y la mejor forma de hacerlo es mediante una fusión.

El Banco Central Europeo, consciente de la que se venía encima, relajó las condiciones para las consolidaciones bancarias el pasado 1 de julio: primero, redujo los requerimientos de capital a la media de las entidades fusionadas; en segundo lugar, permitió que los beneficios contables que se van a generar al producirse las uniones por debajo de su valor en libros se destinen a cubrir los costes de la integración o la cobertura de morosos.

La pista de aterrizaje estaba ya construída y fue entonces cuando las negociaciones se aceleraron. Porque durante la primavera prácticamente todos los bancos hablaron entre ellos y se barajaron todas las hipótesis posibles: Bankia/Sabadell; Santander/Sabadell; BBVA/Bankia, etc.

El presidente de la Fundación que controla CaixaBank estaba descontento con Gual, por eso no tuvo inconveniente en ofrecerle la presidencia del banco fusionado a “Goiri”

Es ahí donde entra en juego el olfato del viejo banquero. Al margen de la valoración en bolsa, de la capacidad para generar beneficios, de la morosidad, de la calidad de los activos... hay una cosa muy importante: la capacidad de gestión y el posible choque entre las cúpulas de las entidades que van a fusionarse.

Fainé llevaba tiempo descontento con Jordi Gual, presidente de CaixaBank, aunque fue él quien le nombró. La entidad ha funcionado como un reloj, pero ha sido gracias al buen hacer de su consejero delegado, Gonzalo Gortazar. Por tanto, al presidente de la Fundación se le presentaba la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro: absorber a Bankia y, al mismo tiempo, quitarse de encima a Gual.

Por otra parte, la relación entre Fainé y el presidente de Bankia es estupenda. José Ignacio Gorigolzarri pasa por ser uno de los mejores -sino el mejor- banquero del país. Junto a su mano derecha, José Sevilla, ha llevado a cabo una gestión sobresaliente en una entidad que estaba herida de muerte. Bankia mantiene buenos ratios de capital, pero su capacidad de generación de negocio es reducida. Para “Goiri”, como se le conoce en el sector, CaixaBank era la mejor opción y no dudó un momento cuando este verano Fainé le invitó a subirse a su barco. Desde el primer momento Fainé le ofreció la presidencia de la entidad resultante, que contará con Gortazar como segundo de abordo.

Tras las vacaciones, y cuando las negociaciones comenzaron a filtrarse, vino la presión del regulador. El lunes fue el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, quien abogó por uniones de forma “rápida y urgente”. Al día siguiente, el Banco de España, a través de su subgobernadora, Margarita Delgado, echó leña al fuego: “Las fusiones son una alternativa clara para mejorar rentabilidad y ganar en eficiencia”.

Podemos se opondrá a la fusión. Y habrá una dura negociación con los sindicatos: la reducción de plantilla se estima en un 20%

El jueves por la noche, la noticia de la negociación llegó a varias redacciones de diarios. El independentista Ara se adelantó unos minutos.

El acuerdo no está cerrado y ahora quedan todavía muchos tramos por recorrer. Pero lo fundamental está: la voluntad de sus protagonistas en llevar a cabo la fusión. Los equipos de ambas entidades viven momentos de cierta euforia, la bolsa ha celebrado el acontecimiento con alborozo.

Pero habrá problemas. Una fusión siempre es una fuente de problemas. La reducción de plantilla se estima que pueda afectar al 20% (unos 10.000 trabajadores sobre un total de 51.000). Habrá que negociar con los sindicatos en un momento muy delicado para el empleo. Pero eso no será lo peor. El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha hecho saber a través de su mano derecha, Nacho Álvarez, que la noticia de la fusión “es preocupante”. Los partidos independentistas catalanes no verán con buenos ojos que una entidad como La Caixa tenga en su seno una importante participación de capital del “estado español”. El FROB conservará un 14% del capital de la entidad fusionada.

Con CaixaBankia nacería el primer banco español, con 650.000 millones de activos y una participación del estado -a través del FROB- del 14%

Frente a a este grupo de agoreros, la posición del ministerio de Economía, del Banco de España y, sobre todo, del BCE -en principio- es claramente favorable.

La supervivencia del sector financiero español queda parcialmente garantizada con esta operación, no sólo porque supone la creación de un gigante con buenos ratios de capital y con capacidad para afrontar la recesión económica que vamos a vivir como consecuencia del virus, sino también porque, como ha ocurrido en otras etapas, animará a la concentración de otras entidades.

Tal vez sea el momento para que el BBVA se lance a por Sabadell... Pero esa es otra historia.

Finalmente, Fainé se ha salido con la suya. Una vez desaparecido Emilio Botín, y con Francisco González fuera de juego, sólo quedaba él como referente de los grandes banqueros que protagonizaron una edad de oro en el mundo de las finanzas que tal vez nunca volverá. El viejo zorro que se crió en Hospitalet, a sus 78 años, está a punto de cerrar la operación más importante de su vida.