Por fin alguien se ha atrevido a decirlo alto y claro, y desde dentro del sistema: los museos no son templos inocentes del saber, sino vitrinas llenas de privilegios, expolio y silencios cuidadosamente orquestados. Así lo plantea Pinacoteca migrante, la exposición que el Ministerio de Cultura ha inaugurado este lunes en la Biblioteca Nacional de España y que podrá visitarse hasta el 14 de septiembre. La muestra, firmada por la artista hispano-peruana Sandra Gamarra, es una adaptación del proyecto que representó a España en la Bienal de Venecia 2024, y convierte la veneración museística en un examen de conciencia colectiva.
Nada se salva: ni los bodegones de Zurbarán, ni el Tesoro de Quimbaya, ni siquiera Las Meninas. El célebre cuadro de Velázquez aparece reinterpretado en una de las seis salas, con atención especial a un detalle que, según el comisario Agustín Pérez-Rubio, dice más de lo que parece: la infanta Margarita recibe un búcaro de cerámica mexicana servido en una bandeja de plata posiblemente extraída de las minas de Potosí. "Es la hija del rey devorando su propia tierra", resume Pérez-Rubio. Un gesto mínimo que, en esta lectura, condensa siglos de colonialismo y normalización del privilegio.
"Queremos ensanchar la mirada hacia lo más invisible", ha declarado Jordi Martí, secretario de Estado de Cultura, en la presentación. Y lo invisible, en este caso, tiene forma de sacrificio. La artista ha colocado en el centro del recorrido un Retablo de la Naturaleza Moribunda, que denuncia la violencia con la que se construyeron muchas colecciones públicas. A su lado, un Jardín migrante formado por plantas alóctonas, monumentos desplazados y textos decoloniales recuerda que no solo los humanos migran: también lo hacen las especies y las materias primas, a menudo sin billete de vuelta.
Gabinete del racismo ilustrado
Gamarra interviene piezas del patrimonio español para torcer el relato eurocentrista y mostrar "una narración que emerge del propio suelo español", dice. Desde las expediciones botánicas del XVIII hasta las huchas del Domund con cabezas de negros, chinos o indios –expuestas de espaldas, "para no perpetuar el maltrato"–, la exposición no se anda con eufemismos. Tampoco con nostalgia.
Una de las salas, titulada Gabinete del racismo ilustrado, muestra cómo la ciencia y la antropología sirvieron para justificar jerarquías raciales. En otra, Máscaras mestizas, se reinterpreta el cuadro Grupo familiar ante un paisaje, de Frans Hals, resaltando la figura del sirviente africano que en la obra original pasaba casi inadveritdo. En la versión de Gamarra, titulada Retrato de niño y familia de fondo, el niño gana protagonismo y es envuelto en una tela tradicional de Ghana.
Para Gamarra, lo más inquietante es hasta qué punto hemos interiorizado la lógica colonial. "Hemos normalizado la idea de que estos objetos nos pertenecen por derecho natural. Como si el goce nos correspondiera por haber conquistado", ha dicho.
Pinacoteca migrante es, además, la primera vez que un proyecto concebido para representar a España en la Bienal de Venecia se expone también en el país. Un gesto, según Martí, que alinea a España con las instituciones culturales internacionales que "ponen el foco donde habitualmente no lo hemos puesto".
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