La virulencia de los incendios está alcanzando niveles que no se habían visto antes. El incendio de la semana pasada en Lleida, que mató a dos personas, alcanzó velocidades superiores a los 25 km/hora, el incendio de Sierra Bermeja en Málaga de 2021, el de la Sierra de la Culebra en Zamora de 2022 o más recientemente, los incendios de Los Ángeles de comienzo de año mataron a 24 personas y dejaron una factura récord en daños materiales al calcinar partes enteras de la ciudad, son algunos ejemplos de el tipo de fuego con con el que vamos a convivir en el futuro.
Los incendios no son lo que eran. Han dejado de ser un fenómeno estacional y predecible para convertirse en una amenaza compleja, especialmente en el contexto del cambio climático. Desde los incendios de Chile y Portugal en 2017 hablamos de “incendios de sexta generación”. Una categoría de fuegos extremos que marca un punto de inflexión en la gestión, la percepción y el impacto de estos eventos con los que tenemos que convivir.
El modelo de generaciones de incendios fue desarrollado por Marc Castellnou, analista de incendios y jefe de bomberos de Cataluña. Su objetivo era explicar cómo las dinámicas territoriales y sociales, junto con el cambio climático, estaban transformando la propagación del fuego. “Castellnou acuñó este sistema com un modelo para entender, para transmitir a los políticos y para entender que había que luchar contra los incendios de forma distinta, porque el comportamiento de los incendios estaba cambiando”, explica Cristina del Rocío Montiel Molina catedrática de Análisis Geográfico Regional y directora del grupo de investigación Geografía, Política y Socioeconomía Forestal en la Universidad Complutense de Madrid, durante un briefing del Science Media Centre España.
Las generaciones de incendios
El sistema, pese a hablar de generaciones de incendios, no se refiere a una evolución de incendios, sino a categorías de los mismos. Un incendio puede ser a la vez de cuarta y de sexta generación. Son características que ayuda a clasificar los incendios. Los de Lleida de la semana pasada entran es esa categoría, cada vez más habitual de sexta generación.
Primera a tercera generación: Asociados al abandono de tierras agrícolas y forestales, con acumulación progresiva de combustible vegetal.
Cuarta generación: Incendios en la interfaz urbano-forestal, donde urbanizaciones penetran en el bosque.
Quinta generación: Simultaneidad de grandes incendios, con interacción entre varios focos y una dimensión atmosférica creciente.
Sexta generación: Incendios con fuerte interacción atmosférica, capaces de generar su propia atmósfera y comportamientos extremos e impredecibles.
“El concepto de generaciones no significa que haya una sucesión y entonces cuando estamos en la sexta ya no tenemos de la tercera. No, todos los incendios conviven y coexisten. Es un modelo explicativo, pero tú no puedes colocar una etiqueta simple a cada uno”, aclara Cristina del Rocío.
Detrás de los incendios del futuro está el sospechoso habitual. El cambio climático se ha consolidado como el principal vector que condiciona el comportamiento de los incendios, sin ser la única causa. “El cambio climático adquiere protagonismo, es el principal vector de ese comportamiento diferente. No me gusta decir nuevo, diferente. El cambio climático no determina, pero sí condiciona la frecuencia, intensidad y comportamiento de los incendios”, asegura la catedrática de Geografía.
La normalidad es que tenemos fuego, que tenemos incendios y que tenemos que aprender a convivir y a protegernos de esos incendios individualmente
El propio Castellanou nos lo explicaba en una entrevista hace un par de años: “Está oleada de incendios va a durar las próximas décadas, es un proceso que hay que pasar porque el clima ha cambiado y los bosques nacieron con otro clima”. Ese cambio de clima crea un territorio nuevo en el que las especies vegetales cambian su espacio. “Los bosques que tenemos ahora van a cambiar, los que tenemos ahora tendrán que subir de cota para mantenerse y el espacio que ocupaban ellos lo ocuparán bosques que históricamente eran de cotas más bajas. Se está moviendo todo”, aseguraba Castellnou.
Más allá de la sequía hídrica
Estamos acostumbrados a vincular las sequías hídricas con el cambio climático, pero éste se manifiesta de otras formas en la dinámica de los incendios. No hace falta un largo periodo de ausencia de lluvias para que el territorio se convierta en un peligroso combustible para el fuego, basta una sequía térmica, esto es, periodos prolongados -de 30 días o más- de temperaturas máximas elevadas, que provocan una pérdida súbita de humedad en la vegetación, incluso si ha habido lluvias recientes. Es el caso de lo que hemos vivido este mes de junio tras muchos meses lluviosos. “Esto fue lo que pasó en el incendio de la semana pasada por una sequía térmica, no por una sequía hídrica”, asevera Cristina del Rocío Montiel.
La otra forma en la que se manifiesta es en los cambios en la interacción superficie-atmósfera, esto es cambios no solo en la superficie, sino también en las capas altas de la atmósfera, que potencian fenómenos como la piroconvección y la formación de tormentas secas que agudizan la virulencia de los incendios.
El futuro de los incendios forestales está marcado por la complejidad y la incertidumbre. Las expertas rechazan la idea de una “nueva normalidad” y prefieren hablar de una realidad en evolución. “La normalidad es que tenemos fuego, que tenemos incendios y que tenemos que aprender a convivir y a protegernos de esos incendios individualmente, a nivel de propiedad, de urbanización, de macizo forestal, a muchos niveles, pero que es un ejercicio colectivo”, asegura Mariona Borràs, ingeniera de montes y responsable del área de Base social y Comunidad de la Fundació Pau Costa, en el acto de Science Media Centre.
No sólo bomberos
La gestión del riesgo de incendios requiere corresponsabilidad entre administraciones, comunidades, propietarios y ciudadanía. La prevención y la autoprotección deben integrarse en la vida cotidiana. “No es un asunto solamente de los bomberos, ni de Protección Civil, ni de medio ambiente o urbanismo. Son comunidades de vecinos, ayuntamientos, propietarios, agentes sociales, colectivos y personas a nivel individual”, añade la catedrática en geografía.
Al fuego no solo se le combate con sistemas de extinción de incendios, especialmente cuando las temporadas de incendios ya no se acotan a los meses de calor sino que se han extendido a todo el año. La preparación del territorio es clave a la hora de reducir la vulnerabilidad ante los incendios.
No hay suficientes planes de autoprotección, no hay suficiente corresponsabilidad, no hay suficiente coordinación entre las administraciones
“En este terreno se ha avanzado muy poco. Quiero decir las medidas que se han tomado, que se están tomando y los efectos de esas medidas son muy escasos, reducidos y están desproporcionados con las necesidades. No hay suficientes planes de autoprotección, no hay suficiente corresponsabilidad, no hay suficiente coordinación entre las administraciones. Hablando de España hay que destacar que además, manejamos 17 modelos diferentes de planificación y gestión del territorio”, añade la geógrafa.
Las expertas se muestran prudentes a la hora de hacer predicciones, pero coinciden en que el cambio climático y la transformación del territorio seguirán condicionando el comportamiento de los incendios. “No podemos dar un escenario ahora mismo. La sexta generación de incendios se definió en 2017 a raíz de los incendios de Chile y de Portugal, es decir, que no es algo nuevo, tampoco es. Es algo que ya hace tiempo que desde la comunidad de incendios, desde extinción, desde ciencias, se está trabajando y se está investigando y se está recopilando datos sobre este tipo de incendios”, afirma Mariona Borràs. Ya convivimos con los incendios del futuro.
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