Católico, ultraidentitario y ferozmente contrario a la democracia liberal, el Frente Falangista Filipino difunde desde hace un año su ideología extremista a través de redes sociales como Facebook, TikTok o YouTube. El grupo, surgido en 2024 y aún marginal, ha comenzado a atraer atención mediática y académica por su retórica violenta y sus guiños simbólicos a la Falange Española, a la que rinde homenaje desde el sudeste asiático con un lenguaje beligerante contra musulmanes, comunistas, judíos, masones y personas LGTBI, informa David Asta para Efe desde Manila.
"El movimiento canaliza la profunda frustración de sus seguidores ante el fracaso del Estado filipino", señala Saddiq Basha, analista de la Escuela de Estudios Internacionales Rajaratnam, en un estudio reciente publicado por la Red Global sobre Extremismo y Tecnología (GNET). Su informe advierte sobre el riesgo de que estas redes digitales de extrema derecha, todavía incipientes, "amplifiquen visiones extremistas del mundo y se traduzcan en violencia en el mundo real".
Aunque sus acciones sobre el terreno se limitan a pegar pegatinas propagandísticas o grabar vídeos en los que se insultan a los "enemigos de la nación", el Frente Falangista Filipino ha conseguido visibilidad. Entre sus publicaciones más recientes figura una felicitación por el aniversario del nacimiento de José Antonio Primo de Rivera y un ataque directo a la "trastornada mente comunista", así como insultos a figuras como la senadora progresista Risa Hontiveros o la vicepresidenta Sara Duterte.
Una historia de nostalgias coloniales
Más allá del nombre y de la estética, los vínculos del Frente Falangista con la Falange Española son más simbólicos que reales. La organización que fundara José Antonio en 1933 nació décadas después de que Filipinas dejara de ser colonia española. Sin embargo, durante la Guerra Civil española y los años de expansión del fascismo europeo, sí existió en Manila una rama oficial de la Falange, auspiciada por españoles afincados en el archipiélago.
Fundada en 1936 por el empresario Andrés Soriano, la Falange Filipina contó con el apoyo de miembros de la élite económica como Enrique Zóbel de Ayala, nombre aún ligado a una de las familias más poderosas del país. El experimento acabó oficialmente en 1945, con la disolución del partido, pero como recuerda el historiador Florentino Rodao, dejó una huella duradera en ciertos sectores de la sociedad.
Un fascismo que no desaparece
"El fascismo no es solo nostalgia ni una excentricidad digital", advierte el filósofo Regletto Aldrich Imbong, profesor de la Universidad de Filipinas. Para él, ideologías autoritarias de corte fascista han seguido presentes en la política reciente del país, especialmente bajo el mandato de Rodrigo Duterte (2016–2022). El expresidente, arrestado este año por orden de la Corte Penal Internacional, espera juicio en La Haya por crímenes contra la humanidad.
Violencia extrajudicial, persecución de opositores, militarización de la vida civil y ataques sistemáticos a los derechos humanos fueron algunos de los rasgos que llevaron a intelectuales como Imbong a calificar de fascista la deriva política de Duterte. "Aunque el presidente actual, Ferdinand Marcos Jr., muestra diferencias con su antecesor, las instituciones filipinas siguen reforzando los mismos mecanismos represivos", denuncia.
Uno de los ejemplos citados es el Grupo de Trabajo Nacional para Poner Fin al Conflicto Armado Comunista Local, un organismo estatal acusado de criminalizar la disidencia. La relatora de la ONU sobre la libertad de expresión, Irene Khan, denunció recientemente que el gobierno de Marcos Jr. no ha dado pasos suficientes para cerrar "de forma decisiva" la etapa de violaciones sistemáticas de derechos humanos abierta bajo Duterte.
En ese contexto, el Frente Falangista Filipino, cuyos perfiles en redes han sido clausurados, representa menos una rareza marginal que un síntoma: el de una región donde las fantasías autoritarias y ultranacionalistas siguen encontrando terreno fértil. Que lo hagan con los símbolos de la Falange española añade un matiz histórico inquietante a una amenaza muy presente.
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