En un bosque recóndito cercano a una zona de bellísimos lagos, en la actual región de Masuria en Polonia, se ubicaba la llamada Wolfschanze, la Guarida del Lobo. Fue la capital real del III Reich, donde Hitler pasó más de 800 días de la Segunda Guerra Mundial. Cerca de la frontera con la entonces Unión Soviética ubicó un cuartel general secreto conformado por un complejo de búnkeres y fortificaciones donde se fraguó la Operación Barbarroja, la ofensiva contra la URSS, y donde Hitler estuvo a punto de morir por una maleta bomba activada por el coronel Claus von Stauffenberg el 20 de julio de 1944.
Hay muchos indicios que apuntan a que las circunstancias en la Guarida del Lobo influyeron en el curso de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto más de lo que se suele pensar. Desde la Guarida del Lobo, el dictador dirigió la guerra contra la Unión Soviética y en los demás frentes de Europa y África. Allí impulsó el asesinato sistemático de los judíos europeos. Allí cayó en depresión tras la derrota de Stalingrado. Allí arranca el principio de su fin.
"El aislamiento geográfico, el cierre más o menos hermético del mundo exterior, probablemente reforzó la creciente desconexión de Hitler con la realidad", afirmaba el historiador británico Ian Kershaw a Der Spiegel. En el bosque de Gierłoski, cerca de Kętrzyn (Rastenburg en aquella época), Hitler se hundió y se radicalizó aún más.
Una zona pantanosa con mosquitos
El entorno era claustrofóbico, a pesar de estar en plena naturaleza. Los mosquitos acechaban y en verano el calor llegaba a ser sofocante. Hitler llegó a bromear al principio por los bichos, a los que decía que solo daría caza la Luftwafffe, pero luego acabó harto. Su secretaria Christa Schröder relataba a una amiga cómo estaba acribillada y dormía empapada de sudor.
"Hay una maldita plaga de mosquitos que está causando muchos problemas, incluso a Hitler. Mis piernas ya están completamente perforadas y cubiertas de grandes ampollas que pican... Hitler afirma que han encontrado la zona más pantanosa, infestada de mosquitos y climáticamente menos adecuada para él", relataba la secretaria del Führer.
Llegaron a vivir en la Guarida del Lobo unas 2.000 personas, de ellas solo una veintena de mujeres, pero Hitler siempre veía a los mismos, los más fieles, y hacía lo mismo. Era una auténtica ciudad. Nunca le visitó su amada Eva Braun, con quien sí hablaba casi a diario.
Para el Lobo (Wolf, como se conoció a Hitler soldado en la Primera Guerra Mundial, o Herr Wolf como líder del partido nazi) se había buscado una ubicación que fuera difícil de localizar desde el aire. Las pantanos de Masuria eran una barrera natural muy oportuna para disuadir a las tropas terrestres. Sin embargo, había buena conexión por carretera y por tren entre Kętrzyn (Ratensburg entonces) y Berlín. La región había sido tierra de los teutones y abundan las fortificaciones. Y lo más importante para Hitler fue su cercanía a la Unión Soviética, su más ambicioso objetivo. Hoy la frontera de Kaliningrado queda a unos 90 kilómetros.
El aislamiento geográfico, el cierre al mundo exterior, reforzó la creciente desconexión de Hitler con la realidad"
IAN KERSHWA, EN 'DER SPIEGEL'
Como un megasarcófago
La construcción se aprobó en julio de 1940 y se encomendó a la Organización Todt, fundada por Fritz Todt, quien había construido la red de autopistas del Reich. Las obras empezaron en otoño en una parte del bosque de 250 hectáreas. Entre 1940 y 1944 se levantaron 180 edificios de diversos tipos y hubo unos 28.000 obreros empleados en estas labores. Hitler pernoctó allí por primera vez el 24 de junio de 1941.
En la zona central estaban los búnkeres de Hitler, Martin Bormann, Wilhelm Keitel y Hermann Göring. Había edificios para el equipo de comunicaciones, vital para el contacto con el frente y con el resto de los dirigentes nazis, y barracones para los encargados de la seguridad y la atención médica y doméstica de los oficiales. La zona estaba protegida por alambradas, y camuflada entre la vegetación para quedar oculta a la aviación enemiga.
Albert Speer, el arquitecto de Hitler, describe así el búnker del Führer en Wolfsshanze: "Desde el exterior parece una antigua tumba egipcia. De hecho, se trataba simplemente de un bloque enorme de hormigón, sin ventanas, ni ventilación natural… Parecía como si esas paredes de cemento de cinco metros de ancho que rodeaban a Hitler le separaran del mundo exterior, literal y figuradamente, y le encerraran en sus propias quimeras".
Desayuno al mediodía, prensa y paseos con 'Blondi'
Speer relataba cómo era la vida cotidiana de Hitler en Wolfsschanze. Desayunaba tarde, a veces a mediodía, y luego recibía la prensa diaria, así como el relato de la prensa extranjera. También le daban cuenta de los bombardeos de la noche anterior. "Estaba perfectamente informado sobre la destrucción causada por los bombardeos aéreos… El Führer parecía claramente conmocionado por estos informes, pero menos por la pérdida de población o la destrucción de edificios residenciales que por la pérdida de edificios valiosos, especialmente teatros", contaba el arquitecto, quien recordaba cómo solía expresar su desprecio por el gobierno inglés y los judíos, a quien culpaba de las incursiones.
El pastor, 'Blondi', probablemente desempeñó el papel más importante en la vida de Hitler"
ALBERT SPEER , ARQUITECTO DE HITLER
A quien más caso hacía era a su perro Blondi, con quien paseaba y jugaba de vez en cuando. "El pastor probablemente desempeñó el papel más importante en la vida de Hitler; al parecer, era más importante para él que sus colaboradores más cercanos: si no había invitados distinguidos en sus aposentos, Hitler comía exclusivamente en compañía de su perro", decía Speer.
Cuando dejaron la Guarida del Lobo las tropas nazis quisieron destruir lo que había sido el escondite fortificado de Hitler y su círculo más cercano pero las construcciones eran tan sólidas que no pudieron arrasar con todo. El búnker de Hitler impresiona por sus dimensiones, y por estar cubierto de musgo casi por completo. Pero de la sala donde Stauffenberg dejó la maleta bomba solo queda el pavimento.
Ahora se puede visitar para observar en qué circunstancias y en qué entorno vivió Hitler unos dos años de la guerra, entre idas y venidas. La Guarida del Lobo, en polaco Wilczy Sczaniec, que pertenece a Lasy Panstwowe (la red nacional de bosques) recibe unos 300.000 visitantes al año. La visita se concibe de forma didáctica y de momento se ha evitado que se convierta en un parque temático sobre el nazismo. La vegetación está ganando terreno y se fusiona con los bloques de hormigón dibujando un entorno que invita a viajar en el tiempo.
La Operación Valkiria: quién movió el maletín
Así podemos deslizarnos hasta el jueves 20 de julio de 1944, justo hace 81 años, el día en que pudo cambiar la historia. En junio los aliados habían logrado desembarcar en Normandía y el frente oriental se resquebrajaba. Los soviéticos estaban junto al Vístula. Un grupo de militares nazis, entre ellos el general Ludwig Beck y el general Friedrich Odbricht, a los que se unieron algunos civiles, policías, se desesperaban al ver cómo Hitler había perdido el curso de la guerra. Querían dar un golpe de timón. Eran nazis, como Hitler, pero con sentido de la realidad. El nombre del plan en clave era Unternehmen Walküre (Operación Valkiria).
La idea era que asumiera un nuevo poder ejecutivo conformado por una junta liderada por el general Ludwig Beck, un reconocido opositor a Hitler; Carl Friedrich Goerdeler, como canciller; y Wilhelm Leuschner, como vicecanciller. No está claro cómo querían acabar la guerra pero estaban convencidos de que Hitler solo les iba a llevar a una derrota aplastante.
Originalmente era un plan diseñado para abordar una posible revuelta de prisioneros de guerra y trabajadores forzados que trabajaban en Alemania. Aprobado por Hitler, sirvió desde el principio como camuflaje legal y la base para el intento de golpe militar. La idea era revertirlo para que el ejército de reserva territorial (Ersatzheer) tomara el control de las ciudades alemanas, desarmara a las SS y arrestara al liderazgo nazi. Pero había que matar a Hitler. Lo que necesitaban era acceso directo a Hitler para atentar contra él. Pero el Führer estaba recluido en la guarida del Lobo.
Quien podía a acceder era el coronel Carl von Stauffenberg, que acaba de ser ascendido a coronel y era jefe del Ejército de Reserva Territorial. En Túnez había perdido el ojo izquierdo, su brazo derecho y dos dedos de su mano izquierda. Su valentía le había hecho merecedor del respeto de Hitler. En la película de Brian Synger Tom Cruise da vida a Von Stauffenberg.
Fue el mayor general Henning von Tresckow quien convenció a Von Stauffenberg que había que llevar a cabo el atentado, aún con sus riesgos. "Aunque fracase, hay que hacerlo. Ya no se trata del objetivo práctico, sino de que la oposición alemana haya intentado el golpe decisivo, ante el mundo y la historia".
El día que llegaba Mussolini
La ocasión la brindaba una reunión de Hitler y sus colaboradores más directos en la Guarida del Lobo. Estaba prevista para las 13h pero se adelantó media hora por la visita de un fiel aliado de Hitler, el Duce italiano, Benito Mussolini. El coronel Von Stauffenberg, junto con su ayudante, Werner von Haeften, llegó antes del mediodía, procedente de Berlín. Con la excusa de querer refrescarse y cambiarse de camisa, tuvo tiempo de preparar los explosivos en una maleta con ayuda de Von Haeften. A nadie le extrañó que precisara ayuda, dado que era manco.
Cada carga contenía una única mecha química de fabricación británica, que funcionaba con un retardo de diez minutos. Encender las mechas resultó ser una tarea bastante complicada y laboriosa. Solo pudo preparar una bomba.
Hay una estancia donde se escenifica el momento de la entrada de Von Stauffenberg. En la sala de conferencias, emplazada en un barracón, había 24 personas. Si la bomba hubiera estallado dentro de un búnker, probablemente Hitler habría muerto.
Segundos antes de que estallara la bomba el oficial Heinz Brandt, molesto porque no veía bien los mapas, apartó unos centímetros el maletín, colocándolo tras una gruesa pata de madera"
Logró sentarse próximo a Hitler que seguía la explicación del general Heusinger sobre cómo evolucionaba el frente oriental en unos mapas. Le cedió su asiento el almirante Voss a petición de John von Freyend. Al rato Von Stauffenberg dijo que tenía que ausentarse por una llamada y salió de la escena. Había dejado la maleta con la bomba muy cerca de Hitler, a unos 2,5 metros, en el soporte derecho de la mesa, para asegurarse de que muriera en la detonación.
Sin embargo, segundos antes de que estallara la bomba el oficial Heinz Brandt, molesto porque no veía bien los mapas, apartó unos centímetros el maletín, colocándolo tras una gruesa pata de madera. Gracias a ese gesto, Hitler solo resultó levemente herido. Brandt murió.
Mientras Von Stauffenberg y su ayudante subían al coche, se produjo la explosión. Eran las 12.42. Cuatro personas murieron, entre ellas dos generales, un coronel y un estenógrafo. Casi todos los que participaron en la reunión resultaron heridos, incluido Hitler, pero en su caso fueron rasguños, aunque su ropa quedó destrozada.
Envió sus pantalones destrozados a Berghof, su residencia en los Alpes para que los viera Eva Braun, y allí quedaron expuestos. Esa misma tarde recibió a Mussolini y le mostró cómo había quedado la sala. Sillas destrozadas, cristales rotos, todo había saltado por los aires, salvo parte de la mesa.
Una placa en recuerdo de Von Stauffenberg
En 1992 se colocó una placa bastante aséptica junto a la sala donde Stauffenberg intentó matar a Hitler en presencia de sus tres hijos. Muchos quieren ver como un héroe al coronel pero en Polonia no se olvidan que era tan nazi y tan anti polaco como Hitler.
Von Stauffenberg salió de la Guarida del Lobo convencido de que Hitler había muerto y el golpe se llevaría a cabo. Llegó a Berlín sentenciado. Hitler había sobrevivido y había comenzado la persecución de todos los involucrados. Media hora después de la medianoche fue fusilado en el patio del edificio de Benderstrasse (hoy se llama Stauffenbergstrasse). "Larga vida a la santa Alemania!", dijo antes de morir.
De haber sido en el búnker, Hitler habría muerto. De haber podido preparar dos bombas, Hitler habría muerto. De haberse quedado la maleta en su sitio, Hitler habrá muerto. De ser así, el curso de la historia habría sido otro. Nadie sabe si se habría dado el Levantamiento de Varsovia, que empezó el 1 de agosto, y Hitler reprendió con fiereza. El Führer se propuso que en la capital de Polonia no quedara piedra sobre piedra. Su delirio, tras sobrevivir al atentado, fue a más.
Apenas unos meses después, en octubre la guarida del Lobo quedó expuesta al avance de las tropas del Ejército Rojo. Estaban a las puertas de Prusia Oriental. Hitler demoró su marcha hasta el 20 de noviembre. Tras su marcha, los nazis ordenador destruir el cuartel general de Hitler cercano a los lagos de Masuria. Y sembraron de minas el bosque. Diez años se tardó en desminar. Los equipos polacos desactivaron 55.000 artefactos. En 1959 el recinto se abrió al público.
A pocos kilómetros de la Guarida del Lobo se ubica Mikołajki, llamada la Venecia de Masuria, por encontrarse en un istmo entre dos lagos. Allí se ven veleros, pequeños yates, motos de agua, en los que los turistas disfrutan del fresco verano polaco. Aunque no murió en el bosque cercano, Hitler no logró acabar con Varsovia, una ciudad que resurgió de sus cenizas y hoy es uno de las capitales europeas más dinámicas. Tampoco terminó con Polonia, donde exterminó a seis millones de judíos. Sin saberlo, el Lobo en realidad cavó su tumba en el bosque de Gierłoż.
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