Javier Bardem ha vuelto a poner el foco sobre el Sáhara Occidental. El actor español, históricamente comprometido con la causa saharaui, ha criticado abiertamente el rodaje de la nueva película de Christopher Nolan en Dajla, ciudad ocupada por Marruecos desde 1975. Con un mensaje en sus redes sociales, Bardem denunció que “durante 50 años Marruecos ha ocupado el Sáhara Occidental, expulsando al pueblo saharaui de sus ciudades. Dajla es una de ellas”.
Su pronunciamiento llega en medio de la polémica que rodea a La Odisea, la superproducción de Nolan protagonizada por Matt Damon y Zendaya. Parte del filme se rodó en la ocupada Dajla, un enclave que Rabat ha convertido en escaparate turístico y ahora también cinematográfico. Para activistas saharauis y los organizadores del FiSahara, transformar este territorio en escenario de Hollywood es un acto de legitimación cultural de la ocupación, un intento de borrar la memoria de quienes fueron desplazados y de presentar como normalidad una situación que sigue marcada por el despojo y la represión.
Un rodaje convertido en propaganda
El uso propagandístico de este rodaje ha sido explícito. Durante la filmación, el ministro de Cultura, Juventud y Comunicación de Marruecos, Mehdi Bensaïd, visitó el set y celebró ante la prensa que la superproducción contribuiría a dar “mayor visibilidad internacional a Dajla como destino turístico y cinematográfico”. Añadió que el gobierno marroquí impulsará la creación de una escuela de cine en la ciudad, convencido de que el rodaje de Nolan atraerá a más productoras extranjeras y reforzará la imagen de las llamadas “provincias del sur” [el término que usa el régimen marroquí para referirse al Sáhara Occidental, el último territorio de África pendiente de descolonización] como "un polo cultural y moderno".
Para los activistas saharauis, estas declaraciones confirman el uso del cine como herramienta de propaganda. Mostrar a Dajla como un paraíso turístico y cinematográfico, insisten, implica blanquear la ocupación y ocultar la realidad de un pueblo desplazado que continúa esperando un referéndum de autodeterminación avalado por la ONU, medio siglo después de la retirada española.
Las dos caras de Dakhla
Mientras las cámaras de Hollywood capturan paisajes de playas vírgenes y avenidas recién construidas, detrás de la postal se esconde una ciudad profundamente militarizada. Los saharauis denuncian la vigilancia constante, la ausencia de libertades y la expulsión sistemática de periodistas y observadores internacionales. En los campamentos de refugiados de Tinduf, en el desierto argelino, decenas de miles de personas siguen viviendo en condiciones precarias, esperando poder regresar a su tierra.
El rodaje, aunque breve, ha generado una sensación de agravio. Para los saharauis, ver a estrellas internacionales actuar en sus antiguas ciudades equivale a una segunda expulsión: esta vez, simbólica. “Convertir Dajla en un escenario de cine es borrar nuestra historia y nuestra presencia”, repiten los activistas.
Bardem, voz incómoda para la industria
Bardem no es un recién llegado a esta causa. Durante años ha participado en documentales y actos de denuncia sobre la situación de los saharauis. Su mensaje actual, dirigido implícitamente a la industria cinematográfica, cuestiona los límites éticos del cine cuando se rueda en territorios ocupados. Bardem rodó hace 13 años el documental Hijos de las nubes centrado en destierro de los saharauis, habitantes de la ex colonia española ocupada por Marruecos desde 1975.
Ni Christopher Nolan ni los responsables de The Odyssey han respondido hasta el momento a las críticas, un silencio que alimenta el debate sobre la responsabilidad de las grandes producciones en contextos de conflicto.
Cine y memoria en disputa
El caso de La Odisea ilustra cómo la cultura puede convertirse en un campo de batalla simbólico. Para Marruecos, el rodaje es un triunfo propagandístico: la proyección de una supuesta ciudad moderna y abierta al mundo. Para los saharauis, es la confirmación de que su historia sigue siendo invisibilizada, sustituida por una imagen de postal que ignora décadas de exilio y represión.
La denuncia de Bardem, tras la censura de activistas saharauis, ha devuelto el tema a la agenda internacional, recordando que el Sáhara Occidental no es un simple decorado para el cine. Es un territorio marcado por una ocupación que persiste en la sombra y por un pueblo que sigue esperando la resolución de su destino.
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