"Paso mucho tiempo tumbado, sobre todo los días siguientes al tratamiento, con lo cual tengo mucho tiempo para pensar y pienso mucho en vosotros. Pienso mucho en la soledad del corredor de fondo. Yo confieso que yo quiero seguir viviendo. Pero lo quiero hacer por los míos, por vosotros y por tanta gente que nos necesita". Era uno de sus últimos discursos. El 10 de mayo de 2025, en el congreso provincial de los socialistas de Badajoz. Guillermo Fernández Vara, entre aplausos, dejaba a los suyos ese manifiesto, la emoción pegada a la piel, las ganas de vivir pese a que sabía que quizá no le iba a quedar mucho tiempo, pese a que era consciente de que el cáncer que le estaba devorando y consumiendo físicamente no le dejaría mucho margen. No logró reponerse. Fernández Vara, expresidente de la Junta de Extremadura, ex secretario general del PSOE extremeño, desde 2021 secretario de Política Autonómica de la dirección federal de Pedro Sánchez, falleció en Badajoz sobre las 6.30 horas de este domingo, a los 66 años. Mañana lunes iba a cumplir los 67.
El partido y el Gobierno ya estaban en alerta en los últimos días, en las últimas horas. La familia había trasladado que se acercaba el final, que no había vuelta atrás. El tumor de estómago que le detectaron en 2023, después de que dejara el poder regional en manos de PP y Vox, se le complicó y se le extendió, alcanzando los huesos. Nunca perdió el ánimo. Reaparecía intermitentemente, cuando el durísimo tratamiento que le habían pautado se lo permitía, y cada vez que regresaba a un acto con sus compañeros recibía muestras interminables de afecto. Aplausos. Reconocimiento.
Vara se va entre muestras infinitas de aprecio y de tributo de todos los partidos. Los suyos le definen como una "bellísima persona", un político componedor. Era tenido como un responsable íntegro, comprometido, un buen gestor y un defensor a ultranza de lo público
Esa riada de aprecio es la que también ha desencadenado su muerte, comunicada oficialmente por su partido. Las redes sociales se fueron llenando de mensajes a quien fue 12 años presidente de Extremadura y 16 jefe de los socialistas extremeños, se sucedieron enseguida los tributos de los políticos de todos los partidos. "Referente socialista que dedicó su vida a Extremadura. Ejemplo de compromiso, diálogo y servicio público. Su legado quedará siempre en la memoria del PSOE y de España", escribió el presidente Sánchez en X. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, expresó su "sincero respeto" y su "más sentido pésame". Para la vicepresidenta primera del Gobierno, número dos del PSOE y líder de los socialistas andaluces, María Jesús Montero, se va un referente de todo el PSOE por "su autenticidad, por su inteligencia y por su bondad". "Un gran compañero y enorme ejemplo. Un luchador de las causas justas, defensor de los valores socialistas y de su tierra, Extremadura. No te olvidaremos. Te echaremos mucho de menos", manifestó el titular de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños. "Hay buena gente. Hay muy buena gente. Y luego están unos pocos, que solo han sembrado el bien en su vida. Que han mejorado el mundo. Guille es uno de esos", resumió Óscar López, ministro para la Transformación Digital y líder del PSOE madrileño. "Se va un pedazo de nuestra historia reciente", señaló su sucesor al frente de la federación extremeña, Miguel Ángel Gallardo, "su pérdida duele. Duele a la familia socialista y duele a toda una región que avanzó gracias a su trabajo incansable". "Extremadura llora la pérdida de Guillermo Fernández Vara. Figura clave de la política regional que, por encima de cualquier diferencia, siempre me ofreció un trato cercano y sincero", apuntó la actual presidenta de la Junta, María Guardiola, que ha declarado tres días de luto en la región.
Fueron incesantes las despedidas a un dirigente al que en el PSOE todos definen como "una bellísima persona", como un hombre "bueno", como un político componedor, de esos que apenas quedan. Fernández Vara era tenido como un responsable íntegro, auténtico, honesto, comprometido, que rehuía el conflicto, que buscaba siempre tender puentes, dentro y fuera de su partido. Un buen gestor de lo público, también un buen defensor de lo público, un socialista sin matices siempre leal a su formación y a la cúpula.
El cáncer, que nunca ocultó, le servía para reivindicar la importancia del Estado del bienestar. "Estoy vivo porque tenemos el sistema público que tenemos, si no, no podría haber vivido, doy gracias a la vida por ello", decía en la apertura del 15º Congreso del PSOE de Andalucía, el pasado febrero en Armilla (Granada). Agradeció la contribución a un sistema sanitario de "unos con sus batas, y de otros con sus votos", de forma que "cuando uno entra el primer día en el hospital de día para ponerse la quimioterapia le encuentra sentido a toda su vida". Esa defensa de lo público es lo que debe mover, estimular, apretar a los socialistas, afirmaba. Es por lo que la gente los "necesita", redondeó apenas unos meses más tarde en el cónclave de los socialistas de Badajoz.
Médico forense, entró en la política de la mano de su amigo Rodríguez Ibarra. De director general de Salud Pública pasó a ser consejero en 1996, y de ahí a presidente de la Junta en 2007 y líder de los socialistas extremeños un año más tarde
Fernández Vara (Olivenza, Badajoz, 6 de octubre de 1958-5 de octubre de 2025) llegó a la política precisamente desde las batas. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Córdoba en 1983, miembro del Cuerpo Nacional de Médicos Forenses en 1986, ingresó primero en el Gobierno extremeño de Juan Carlos Rodríguez Ibarra como director general de Salud Pública y Consumo (1995-1996). Enseguida pasó a ser consejero, primero de Bienestar Social (1996-1999) y luego de Sanidad y Consumo (1999-2007). Ibarra le ungió como su sucesor y heredó de él las riendas de la Junta en 2007 y del PSOE extremeño un año más tarde, en 2008. Pero desde el principio desarrolló un estilo, un "marchamo propio", buscando mantener las "esencias" del proyecto socialista legado de su antecesor y al tiempo propiciando una "regeneración, una renovación", como cuenta un responsable que ha estado a su lado muchos años.
Sin señalar a su delfín en Extremadura
En 2011, el derrumbe de los socialistas por la gestión de la crisis económica también le apeó del Ejecutivo regional, que su partido controlaba desde la construcción de la autonomía. Aquello fue un varapalo inesperado. Durante sus cuatro años en el desierto, los del Gobierno del popular José Antonio Monago —presidente gracias a IU—, se afanó en reconstruirse y recomponer su partido, en desprenderse de oropeles para pisar más calle. Entendía que debía de bajarse del coche oficial y reconectar con sus ciudadanos.
"Aquellos fueron cuatro años durísimos para él —relata uno de los responsables que se considera amigo suyo—. El tándem de Monago y su mano derecha, Iván Redondo [luego director de Gabinete de Sánchez en la Moncloa], le hicieron la vida imposible. Pero él se sacrificó por el partido y no seremos nunca capaces de agradecerle ese gesto. Él venía de gobernar con mayoría absoluta, era una persona brillante que siempre había ido en ascenso. Y de pronto cayó al subsuelo y desde ahí se regeneró políticamente. A partir de ahí fue un político distinto. Se refundó. Podía haberse marchado entonces al Senado y dejar Extremadura, pero entendía que su compromiso y su lealtad era con su tierra. Para hacer lo que hizo tienes que tener mucha humildad. No todo el mundo es capaz de bajarse del pedestal del poder". La estrategia funcionó: el barón extremeño logró reconquistar la Junta en 2015, investido con los votos de su partido y de Podemos. En 2019, fue reelegido por mayoría absoluta.
En 2011 perdió el poder, pero lo reconquistó en 2015 y lo ratificó con mayoría absoluta en 2019. Pero en 2023, la ola de castigo a Sánchez le perjudicó y cedió las riendas del Gobierno regional a la popular María Guardiola, que recibió la ayuda de Vox
Cuatro años más tarde, la ola de castigo al PSOE le alcanzó: ganó las autonómicas y empató con el PP a 28 escaños, pero solo la popular María Guardiola podía conseguir la Junta gracias a la suma con Vox, el partido ultra del que ella renegó en campaña y aun después de abiertas las urnas. Vara decidió entonces abandonar su escaño en la Asamblea de Mérida para marchar a Madrid, al Senado —fue elegido vicepresidente segundo de la Cámara, cargo que todavía ocupaba—, y quiso dejar también el trono de la federación extremeña, que pasó al entonces presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo, en marzo de 2024, cuando él ya estaba enfermo. Reapareció en aquel congreso de la sucesión tras ser operado del tumor. "No me propongáis para nada, no quiero calles, no quiero plazas, no quiero premios, no quiero homenajes, no quiero medallas, porque ya las tengo —pedía a sus compañeros—. ¿Sabéis cuáles son mis plazas, mis calles, mis homenajes y mis medallas? Las fotos en la casa de los extremeños". Él no había señalado a su delfín: rechazó influir e interferir en el proceso, prefería que la militancia votara libremente, sin indicaciones de quien había sido su líder durante 16 años.
En el PSOE extremeño sus dirigentes rehusaban interpretar esos silencios. Porque si de algo hacía gala Vara es que no tenía "corte", un círculo cerrado de confianza. "Mi equipo son todos", aseguraba a quien le preguntaba, rememora uno de sus colaboradores. "No quería una corte porque le aislaba de la gente, y a él no le importaba que los ciudadanos le contaran sus problemas directamente", continúa.
Tenía un estilo propio, que "no copió a nadie". Y se reconstruyó en los años de la travesía del desierto, de 2011 a 2015, en los que se recetó "humildad", se despojó de los oropeles del poder: no quería corte
Vara no era un barón socialista como los demás. Tenía su propio guion. En 2014, cuando todo el poder orgánico, inducido por Susana Díaz, se volcó con un desconocido Pedro Sánchez para suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba tras la derrota de las europeas, él se alineó —igual que el propio Rubalcaba, igual que el entonces presidente asturiano, Javier Fernández— con el diputado vasco Edu Madina. El madrileño ganó pero las grietas asomaron pronto, muy pronto, y también las dudas sobre su liderazgo, precisamente aventadas por los que habían sido sus valedores. Con el paso de los meses, a medida que el clima interno se iba encanallando al paso de los desastres electorales, los barones y el establishment socialista se reagruparon en torno a la presidenta andaluza. Primero, para tumbar a Sánchez en el luctuoso comité federal del 1 de octubre de 2016, después para dejar paso a Mariano Rajoy con la abstención socialista y más tarde para intentar aupar a Díaz como la secretaria general del PSOE.
El presidente extremeño no se puso de perfil. Salió al campo de combate. En esa guerra tomó partido por la dirigente andaluza con rotundidad. Preconizó que, si ganaba Sánchez la contienda interna, el partido caminaría a la "irrelevancia", cargó contra él por haber fomentado la "división", dijo que estaba "en su ADN" cambiar de criterio. Pero Sánchez ganó. Arrasó. En las primarias del 21 de mayo de 2017, el defenestrado líder reconquistó Ferraz y venció a Susana Díaz y su tercer oponente, Patxi López. Fernández Vara admitió la derrota y se realineó desde el primer minuto con el reelegido secretario general. Lo apoyó sin fisuras. Lo hacía por "lealtad" a las siglas, a su partido, a su dirección, porque creía que era lo que todos tenían que hacer. Librada la guerra, había que deponer las armas y respaldar al vencedor. Y nunca se salió de esa senda.
Nunca engrosó un frente crítico que nunca abandonaron barones como Emiliano García-Page o el también fallecido este año (y también por cáncer) Javier Lambán, que alertaban de los riesgos de las alianzas del líder, de su estrategia o de su línea política. Fernández Vara, aunque mantuvo algunas discrepancias con Sánchez, sobre todo a partir de su aterrizaje en la Moncloa, intentó no deslindarse de la línea oficial ni entrar a un choque sostenido. A finales de 2020, llegó a poner a disposición de Ferraz sus cargos orgánicos por la fricción que causó la negociación con Bildu de los Presupuestos de 2021, pero el enfado no llegó a más y las aguas volvieron a su cauce. Nunca compartió tampoco la batalla que dio, y sigue dando, Ibarra contra el hoy jefe del Ejecutivo. A los dos viejos amigos también les acabó distanciando la política.
El dirigente se alineó con Madina en las primarias de 2014 y con Díaz en las de 2017. Pero cuando Sánchez fue devuelto al trono del PSOE, se alineó con él de inmediato y le fue completamente leal. Desde 2021 era secretario de Política Autonómica
Sánchez premió la lealtad de Vara asignándole en 2017 la presidencia del consejo político federal, el órgano que reúne a todos los barones con su jefe. Y en 2021, en Valencia, en el 40º Congreso Federal del PSOE, el cónclave de la unidad, le aupó a una de las secretarías de mayor peso de la ejecutiva, la de Política Autonómica. El presidente le confirmó en la misma cartera en el 41º Congreso, el que se cerró el pasado 1 de diciembre en Sevilla.
"Guillermo entendía la política de una manera particular, propia. Tenía su idiosincrasia, no copiaba a nadie", dibuja un dirigente que pasó a su lado los años más duros. Vara ofreció su dimisión a Sánchez cuando ganó las primarias de 2017, gesto que repitió en 2020, pero el presidente nunca se la aceptó. Le ofreció integrarse en su Gobierno como ministro, consciente de que era un peso pesado socialista, pero el barón extremeño no quiso: priorizó su tierra.
"Aquí mucha gente no entendía que no hiciera más leña. Contra Monago por sus viajes a Canarias o, en el orden interno, siendo más duro contra Pedro. Pero él no cambió su guion nunca. Era su manera genética de dedicarse a lo público —explica un exdiputado regional—. Tenía una concepción judeocristiana de la lealtad con la organización, con su dirección, y eso conllevaba sacrificio. Podría no ser comprendido, pero él lo tenía claro, a pesar de que pudiera desgastarle. Siempre puso por encima la lealtad a su situación personal. Él no necesitaba diferenciarse de Pedro, no montaba bronca de manera artificial. Era natural. Todo el mundo sabíamos que tenía diferencias con Pedro pero no las expresaba en público. De ahí que en Ferraz supieran que él era de fiar, aunque también sabían que él no iba a pasar por determinados sitios. Pero para hacer eso no tienes que ser cortoplacista".
Vara guardó siempre una lealtad total con su partido y con su cúpula, pese a que en ocasiones pudiera no ser "comprendido" o sufrir "desgaste". "Tenía diferencias con Pedro, pero no las expresaba en público. Por eso Ferraz se fiaba de él"
Sánchez, pese a sus diferencias, pese a que nunca estuvo en su núcleo de máxima confianza, quería tenerlo a su lado, oír sus consejos. Porque Fernández Vara era uno de los dirigentes más respetados y escuchados internamente. El dirigente que era cruce de caminos y que mantenía interlocución con todos los sectores. Barón de barones, un hombre que cosía heridas, "un ejemplo de entereza y compromiso" —glosa una integrante de la cúpula federal—, uno de los socialistas con una indiscutible autoridad moral, un pata negra del partido, un referente histórico, un militante de corazón. Él contaba, incluso antes de asumir la Junta, que había militado en la derecha de Alianza Popular, apenas unos meses, por su amistad con Antonio Hernández Mancha. "Pero de la misma manera que entré en AP por una persona, me salí porque no me convencía lo demás. En el PSOE entré por una persona [Rodríguez Ibarra], pero no estoy solo por esa persona. Seré del PSOE toda la vida, esté en un cargo político o no lo esté. Me moriré siendo socialista", aseguró en una entrevista en 2003. A sus compañeros les subleva que el PP busque apropiarse de su figura: "Él se cría en una familia conservadora, pero eso no determina nada. Él no ha aplicado políticas de derechas. Lo que pasa es que pactar y ceder es complicado, y él ha tenido un talante dialogante. Nada rígido. No es más de izquierdas el que pacta menos".
Cuando falleció Rubalcaba, sorpresivamente, por un ictus, el 10 de mayo de 2019, Fernández Vara, como toda la familia socialista, le lloró amargamente. Era su amigo del alma, su "maestro", el dirigente con el que más sintonizaba. "¿Y ahora a quién vamos a llamar? Él era nuestro referente, nuestro médico de guardia, nuestro 112, nuestro teléfono de la esperanza", se lamentaba. Ahora quien se va es él mismo, el socialista al que también muchos llamaban, al que todos apreciaban, el que deja a su paso un camino de "desolación", recordaba una de sus dirigentes íntimas: "Él se aferraba a cualquier mejoría. No se quería morir, no era su momento. En estos últimos meses hablábamos de la situación de Extremadura, de lo que hacía en la Universidad, de anécdotas, de lo mucho que besaba a sus nietos...".
En el partido sienten "orfandad" porque Vara era "un patrimonio para todos, para el PSOE en toda España y en la región". "Era un buen machadiano", resume una dirigente amiga, "y no hay tantos así"
Se marcha un político de otra estirpe, de otra pasta, un hombre que ha marcado el devenir de su tierra y del país durante décadas. Su partido siente "orfandad". "Él era un patrimonio para todos nosotros, para el PSOE a nivel federal y para toda la región —le despide uno de sus dirigentes más próximos—. Él se va, pero no desaparece. Su patrimonio está en nosotros. En nuestra manera de pensar, y eso es lo grande. Pero vamos a sufrir mucho por su pérdida". "Guillermo", le llora una responsable amiga, "era un buen machadiano, que unía las dos Españas". "Y ya no hay tantos así".
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