A punto de cumplirse medio siglo del éxodo, los saharauis que convirtieron un inhóspito pedazo de la hamada argelina en un refugio temporal siguen dispuestos a resistir. Miles de habitantes del mar de jaimas y casas de adobe llevan durante toda la semana protestando por la propuesta de Donald Trump que trata de enterrar el derecho de autodeterminación e imponer el plan de autonomía de Marruecos. El Consejo de Seguridad de la ONU vota este viernes la resolución que debe dirimir el futuro de la Misión de la ONU para el Referéndum del Sáhara Occidental, en mitad de las presiones de EEUU y Marruecos y la contraofensiva de Argelia, con el apoyo de Rusia, para aprobar un texto más equilibrado, en la línea tradicional de un conflicto estancado.

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"No seremos marroquíes"

“No seremos marroquíes” o “Trump, haz grande América pero no Marruecos” son algunas de las proclamas que han lucido las pancartas que han asomado por las distintas willayas (provincias) que conforman los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf.

La de este jueves fue la cuarta jornada consecutiva de protestas contra la iniciativa estadounidense en el Consejo de Seguridad de la ONU, una propuesta que plantea otorgar al Sáhara Occidental una autonomía bajo soberanía marroquí. En las dunas que acogen a generaciones nacidas y criadas en el exilio, los refugiados corearon el nombre de Donald Trump. “Prefiero seguir siendo refugiado a convertirme en marroquí”, reconoció Ali, uno de los manifestantes, en declaraciones a la agencia Efe.

La escena se repite desde que trascendió el contenido del borrador estadounidense que debe debatirse en Nueva York. El texto, impulsado por Washington y objeto de negociaciones frenéticas entre las delegaciones del Consejo, propone renovar el mandato de la Minurso —la misión de la ONU en el territorio— por solo seis meses, y redefine el marco político al situar la autonomía bajo soberanía marroquí como eje central de la solución. Una ruptura con tres décadas de consensos internacionales sobre el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación que Argel trata de contrarrestar.

“Trump intenta cambiar la ley internacional”, denunciaban los organizadores de las marchas. Detrás del gesto norteamericano se esconde algo más que una cuestión técnica: es un nuevo intento de Washington por reordenar el tablero del norte de África, reforzando a su aliado marroquí frente a Argelia. El borrador, presentado el 22 de octubre, hace de la propuesta marroquí la referencia casi exclusiva para resolver el conflicto.

Frenéticas consultas

Su redacción provocó una inmediata reacción de Argelia y del Frente Polisario, que remitió una carta a Rusia —presidencia rotatoria del Consejo— advirtiendo de que no participará “en ningún proceso político ni de negociación” basado en ese documento. Moscú y Pekín, defensores del principio de autodeterminación, han mostrado su incomodidad y podrían recurrir a su derecho de veto.

En los campamentos, las protestas reivindican la memoria de este medio siglo. “Esto es el Frente Polisario, somos la República Árabe Saharaui Democrática. Queremos libertad, no autonomía marroquí”, decía Aisha, una joven nacida en Tinduf que no ha pisado jamás la tierra que sus padres abandonaron hace 50 años.

El movimiento de protesta coincide con la publicación, por parte del Polisario, de una propuesta remitida al secretario general de la ONU, António Guterres, para reactivar el proceso político “sobre bases claras y respetuosas con la legalidad internacional”. En ella, el Frente abre la puerta a un referendo en el que la autonomía marroquí sea “una de las opciones”, pero no “la única impuesta”.

La votación en el Consejo, prevista inicialmente para este jueves, fue aplazada al viernes tras intensas maniobras diplomáticas. El retraso revela las fisuras entre los miembros permanentes y la magnitud de lo que está en juego: un cambio de paradigma en la cuestión saharaui.

El precedente es inquietante. En 2020, el Gobierno de Donald Trump ya reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental a cambio de la normalización diplomática entre Rabat e Israel, una decisión que la ONU nunca ha convalidado y que mantuvo la región en un limbo jurídico. Cinco años después, el eco de aquella maniobra vuelve a resonar. En los campamentos de Tinduf, las familias siguen esperando un referendo prometido hace más de tres décadas de destierro y separación.