La crisis del coronavirus ha supuesto un gasto público sin precedentes pero también un ahorro y un descenso del consumo privado muy importante. En el segundo trimestre de 2020, la tasa de ahorro sobre la renta disponible de los hogares alcanzó su nivel más alto de toda la serie, situándose en el 31,1%. Entre junio y septiembre, tras la desescalada, la tasa de ahorro se situó en el 4,8%.

Según un análisis del Banco de España, el ahorro de las familias entre enero y septiembre de 2020 fue en 3,5 puntos porcentuales de PIB superior al promedio del mismo periodo de los últimos cinco años. Del total, más del 10% se ha acumulado en forma de depósitos bancarios.

No obstante, la mayoría del ahorro acumulado es ahorro ‘forzoso’ derivado de las restricciones. “En gran medida, estas restricciones, que sin duda distinguen esta crisis de cualquier otro episodio recesivo reciente, junto al miedo al contagio, han impedido, desde el comienzo de la crisis sanitaria, que las familias alcancen su nivel de consumo deseado. Esto ha generado un importante volumen de ahorro, que podría calificarse como de carácter forzoso”, explican los autores del documento.

El Banco de España cifra en un 2,5% del PIB este ahorro forzoso, es decir, unos 30.000 millones de euros. “El hecho de que el retroceso más pronunciado del consumo se haya observado precisamente en aquellas partidas de gasto asociadas al transporte o que conllevan un mayor grado de interacción social y que, por tanto, se han visto más afectadas por las restricciones apuntaría también al carácter predominantemente forzoso del aumento del ahorro de los hogares”, justifican.

Recuperación

Si se tiene en cuenta que esa bolsa de ahorro se ha producido por el gasto en servicios, una de las hipótesis que contempla el documento es que con el proceso de vacunación avanzado y el levantamiento de las restricciones, los ahorros impulsen a la recuperación. Sin embargo, advierten los autores de que “la magnitud de este efecto está sujeta a una elevada incertidumbre, y algunos argumentos sugieren que su impacto podría ser relativamente limitado”.

En primer lugar, los autores justifican que al tratarse de consumo “no aplazable”, como el realizado en ocio o restauración, puede ocurrir que “cuando los hábitos de consumo se restauren, no es previsible que al gasto habitual en determinados servicios […] se le añada el no materializado durante la crisis sanitaria”.

Además, indican que este ahorro se concentra en las rentas más altas. “Los hogares con rentas más bajas no solo tienen una menor capacidad de ahorro, sino que el aumento de este durante los últimos trimestres podría haber sido más limitado o, incluso, en algunos casos, haber sido inexistente”.

Por último, el documento abre la puerta a que las elevadas tasas de ahorro se mantengan “porque anticipen futuras subidas de impuestos en respuesta al notable incremento de la deuda pública que se ha producido en esta crisis”.